viernes, noviembre 15, 2024
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OPINIÓN- Alejandro Oropeza: La voz de la diáspora: Unidad y voluntad… ¿General?

“Las sociedades democráticas que no son libres
pueden ser refinadas, cultas, magníficas incluso,
poderosas por el peso de su masa homogénea […]
pero lo que no se verá jamás en esa clase de sociedades
serán grandes ciudadanos, y sobre todo un gran pueblo […]”.
F. Zacaria: The future of freedom iliberal democracy and abroad”, 2006.
Al apreciar a los actores políticos venezolanos agrupados en la oposición caben algunas interrogantes, en atención a una unidad y coordinación estratégica exigida por la sociedad y por la comunidad internacional: ¿Será que se está demandando un imposible que es irracional y sin sentido? ¿Es posible que la estrategia sea desandar los senderos del acuerdo y negar la posibilidad de reconocer al otro como vía para diseñar futuro?
Se reclama unidad de propósito y de diseño de rutas para iniciar una acción coordinada que conduzca a una transición a la democracia, que esté asociada a la atención de la catástrofe nacional. Unidad y coordinación son elementos determinantes para observar un escenario posible allende el tiempo. No ha sido posible. Vemos a los actores agrupados en esa oposición: descalificarse, confrontarse, apartarse de aspectos que deberían ser atendidos y analizados en el crisol de una visión de futuro que convoque. Tal realidad, deja al régimen cómodamente posicionado, apreciando como los adversarios se confrontan. Aquella máxima de divide y vencerás, pareciera reescribirse en: divididos y qué, trasladando la estrategia del adversario al seno mismo de las oposiciones. Si se tratara de una diagnosis, cabe afirmar que todos los grupos atomizados de opositores aspiran ser, a un tiempo, jueces y actores; desechando e ignorando el papel sustancial de la sociedad civil como principal observador y árbitro de las acciones políticas que se ejecutan en el espacio público.
Media, como vía para explicar este absurdo, apreciar una posible confusión en los “líderes” opositores entre: unidad y unanimidad, desechando la pluralidad como factotum para la viabilidad de acuerdos posibles. Es como si asistiéramos a la aparición sucesiva de religiones, y cada una persiguiera al otro como hereje, a muerte. Mientras, se anuncia: vengan a mí que yo soy la verdad. Así, pareciera que la intención es erigir verdades absolutas y sepultar al futuro, dividiéndolo en islas aisladas en medio de un mar de caos y destrucción. Ya, en 1920 Talmon señalaba sobre los peligros de la democracia totalitaria, sustentada en el imperio de la voluntad general. Advertía que esa voluntad era algo así como una verdad matemática o una idea platónica y, que no aceptar dicha verdad, era un error proveniente de la ignorancia o de la inmoralidad. En nuestro caso, ¿cuál es la voluntad general? Cada actor alega no solo su posesión, sino la exclusividad de su absoluta interpretación. Unidad, no puede confundirse con homogenización, religión inquisitorial o guerra santa; con reprobación de los otros. No puede entenderse unidad, atendiendo la práctica vertical y discriminatoria del partido del adversario, el PSUV; por lo que no se debe ejercer lo que se critica, justificando un fin.
El fracaso de la oposición de generar una labor mínima de acuerdo, torpedea la posibilidad de evolucionar en pos de un acuerdo social legítimo; de entendernos como parte de una pluralidad asociada a un futuro común como nación. Esos acuerdos ocurren en un espacio público, en donde la pluralidad y la tolerancia son los fundamentos de las relaciones y comunicaciones. Cómo entonces, evolucionar para generar condiciones para transitividades democráticas, si las actitudes de los actores políticos suponen el abandono de tal espacio; la confrontación entre pares; y, el desconocimiento de la sociedad como principal recipiendario y árbitro de la acción política.
Es indispensable la coordinación de objetivos entre sociedad y oposición; pero, solo se puede acceder a esa posibilidad una vez se alcance unidad de propósitos y estrategias mínimas de acción entre los actores políticos y, se recupere la confianza y reconocimiento que, precisamente por tales conductas, no poseen en la actualidad.
Fuente: Diario las Américas

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