sábado, septiembre 7, 2024
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OPINIÓN- Alejo Sánchez Cano: Cortinas de humo en lugar de soluciones

Una buena parte del tiempo del presidente lo destina para generar las cortinas de humo que servirán para distraer la atención de los mexicanos sobre los graves problemas por los que transita el país como: la crisis económica y sanitaria; la inseguridad pública; el desabasto de medicamentos; el dispendio de recursos públicos con las “tres obras insignia” del sexenio; la corrupción galopante que incluso se da en el seno familiar, entre otros tantos temas.

El último ejemplo de esos fuegos artificiales que se disparan a diario desde Palacio Nacional fue el dislate diplomático contra España y que por unas horas sirvió para desviar la atención del escándalo de la mansión que habitó su hijo en Houston, propiedad de un exejecutivo del quinto proveedor de Pemex, la multinacional Baker Hughes.

En lugar de que este valiosísimo tiempo del jefe del Ejecutivo federal se ocupe, por ejemplo, en mejorar la vida de la gente, particularmente de los sectores sociales más desfavorecidos, se destina para desviar la atención con temas que al final del día en su mayoría fueron llamaradas de petate, asuntos insulsos, aunque como el caso con España o Panamá han dañado la relación diplomática.

Los 31 meses que faltan para que concluya su sexenio debería tratar de dejar un legado de resultados positivos en lugar de dejar registro en la historia por sus saldos negativos.

En 2018 se tenía un crecimiento del PIB de 2,4, ahora el balance de estos tres años habla de una recesión económica, los homicidios están al doble de lo que dejaron Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, el número de pobres se ha incrementado en 4 millones de personas, a pesar de que tenemos “los mejores programas de política social del mundo”; el desabasto de medicamentos y de insumos es criminal y los muertos por COVID-19 coloca a México entre los tres países del mundo con más alta morbilidad.

Estos son solo algunos indicadores de los muchos que reflejan un decrecimiento o de plano números negativos.

Por qué el presidente no se avoca con su gabinete a por lo menos mejorar todo el sistema de salud público que con la entrada en operación del Insabi, cercenó de tajo la atención médica que se proporcionaba principalmente a los pobres.

Hoy 15 millones de mexicanos más carecen de la protección médica del Estado.

Las batallas que escoge AMLO no son las mejores para el país, ni de las que tiene posibilidad de salir bien librado, verbigracia, la reforma eléctrica que no solo ha encontrado resistencias en el Congreso y en el sector privado, sino incluso allende nuestras fronteras, como es el caso de Estados Unidos que ha reiterado con el envió de funcionarios de primer nivel a nuestro país, como han sido el caso de la secretaria de Energía, Jennifer Granholm o de John Kerry, enviado especial para el clima, que de ninguna manera va a avalarla, toda vez que viola diversos rubros del TMEC y de varios ordenamientos internacionales sobre el medio ambiente, como el Acuerdo de París y los objetivos de la COP-26.

La estatización del sector energético es un salto al pasado que de entrada incrementará las tarifas eléctricas y las gasolinas, al tiempo de privilegiar los combustibles fósiles en tiempos en donde no solo se están dejando de usar, sino que se castiga a los países e industrias que los usan.

La reforma eléctrica será al final del día otro fracaso más del presidente en el cual pierde él, pero gana el país, al haberse evitado esa regresión a tiempos en donde el Estado administraba empresas que a la postre resultaban quebradas.

Los casos de Pemex y CFE son los más emblemáticos.

Desde luego, al presidente lo tienen mal informado, tanto Manuel Bartett como Octavio Romero Oropeza mantienen la línea de que la participación de las inversiones privadas en el sector, son nocivas para las empresas que dirigen.

No consideran que el capital privado abarató las tarifas eléctricas y está revirtiendo los daños ambientales causados por el uso del combustóleo y el carbón.

La agenda presidencial debe enfocarse en buena medida para atender y resolver la problemática del país, en lugar de ser reactivo ante la agenda que imponen los periodistas y en general los medios de comunicación y claro está, las ‘benditas redes sociales’.

Fuente: El Financiero

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