Dice ser el presidente más atacado en los últimos años y en parte es cierto, pero no porque hubiera una campaña de desprestigio contra él, sino por varias razones que van desde que el huésped más importante de Palacio Nacional se encarga, casi a diario, de polarizar a la sociedad y de agredir a todo tipo de personajes e instituciones que él cree que son sus enemigos por antonomasia; hasta los pésimos resultados que presenta su gestión, incluso antes de la pandemia.
El presidente más atacado durante su gestión fue Enrique Peña Nieto, a quien sí se le perseguía sistemáticamente en redes sociales con granjas de bots, amén de todo tipo de personajes, comandados en buena parte por Andrés Manuel López Obrador y todos aquellos que son ahora miembros de la autollamada 4T.
Si comparamos los principales indicadores macroeconómicos de Peña Nieto contra los de AMLO, en todos supera el mexiquense al tabasqueño y en otro rubro que es más sensible para la ciudadanía, la inseguridad pública, también, en lo que va del sexenio, es peor que su antecesor.
Los tres desastrosos casos de Peña: la ‘casa blanca’, Ayotzinapa y la visita de Donald Trump, no se compara con los grados de corrupción que ya presenta López Obrador, en cuanto a varios de sus principales colaboradores y las adjudicaciones directas, más del 70 por ciento, que se han asignado a casi puros cuates.
La ‘casa blanca’ es un juego de niños ante las propiedades de Manuel Bartlett o del matrimonio Ackerman o el nivel de vida que se dan los hijos de López Obrador.
El caso de Ayotzinapa es el mejor ejemplo para ilustrar cómo de un caso local, en donde intervino el crimen organizado en la masacre de 43 jóvenes normalistas, se trasladó al presidente de la República, merced a una campaña sistemática en redes sociales y medios de comunicación afines a AMLO.
Ahora que van mucho más de 43 mil muertos por culpa del Covid-19 y la negligencia de las principales autoridades del país, empezando por López Obrador, no se compara el grado de beligerancia que padece el presidente, en las redes y medios de comunicación, con la persecución sufrida por Peña Nieto.
De Trump, pues qué se puede decir, sólo que AMLO se prestó para hacer campaña por él, al grabar un spot y acudir a la Casa Blanca para manifestar su apoyo al magnate inmobiliario.
Dice AMLO ser el presidente más denostado de los últimos cien años: “Diario son ataques… es un timbre de orgullo, porque vamos avanzando”. “Soy el de mayor edad, a Ruiz Cortines le decían el viejito, a mí también, dicen que ya estoy chochito…”
Las ocurrencias que casi a diario menciona el presidente le merecen todo tipo de burlas y bromas a lo largo del día.
El principal promotor de los ataques al jefe del Ejecutivo federal es el propio presidente López Obrador.
Si tomara en serio la investidura presidencial y se comportara con altura de miras, otra cosa seria, pero él provoca los ataques por sus declaraciones, por ejemplo, en torno a cómo combatir a los delincuentes: “abrazos, no balazos”, o al coronavirus se le combate con estampitas religiosas y así podemos citar ya decenas de casos que merecen más el escarnio popular que el apoyo.
Peña Nieto fue más atacado que López Obrador en temas como su ignorancia en torno a la lectura o su frivolidad, pero jamás se quejó o chilló como lo hace AMLO.
El mexiquense se dedicó a gobernar y allí están sus resultados.
Ahora, con el caso de Emilio Lozoya, ¿a qué personaje político se le endilgarán toda clase de acusaciones? Pues al villano favorito de la 4T, Enrique Peña y claro también le tocará lo suyo a Felipe Calderón, aunque éste no tenga vela en el entierro.
¿No sería mejor gobernar con resultados en lugar de cortinas de humo y victimizarse?