La Auditoría Superior de la Federación (ASF) y su titular, David Colmenares, han quedado en el peor de los mundos. Por un lado, al desmentir sus propias cifras por inconsistencias en las mismas, transparentó las presiones que sufrió por los achichincles del presidente López Obrador; por otro, el mismo mandatario les dio la puntilla al desacreditar su trabajo por tratarse de un complot maquinado desde el frente de sus enemigos los conservadores.
El control de daños que quiso hacer Colmenares ante la presión fue desastroso, por decir lo menos, y ahora está ante la disyuntiva de renunciar o de que la aplanadora de Morena y sus aliados en la Cámara de Diputados decidan desaparecer a ese órgano fiscalizador, para dar paso a otro ente que sólo servirá para tapar la corrupción que prevalece en el gobierno de la autollamada 4T.
Si en lugar de mandar un boletín de prensa en donde se desacreditaba la información que daba cuenta del costo que significó la cancelación del aeropuerto de Texcoco, se hubiera mantenido en lo dicho y con ello, respaldar a sus compañeros que determinaron esas cantidad, a estas alturas estaríamos hablando de otra cosa.
En la ASF trabajan cientos de contadores y profesionales que son ejemplo de probidad y de alto nivel académico y profesional que no merecen, de ninguna manera, el descrédito del principal huésped de Palacio Nacional y menos de la opinión pública.
Las auditorías y demás técnicas de fiscalización y supervisión del gasto público se hacen con los mayores estándares de calidad que existen en la materia a nivel mundial.
Los resultados de una auditoría no son producto o se manipulan conforme a los gustos de quien las elabora, sino están soportadas en datos duros y en su caso, con la comprobación documental, de hechos y testimonial, respectiva.
Las imputaciones de AMLO contra la ASF son falsas y sólo pretenden desviar la atención de los inéditos niveles de corrupción y desconocimiento de cómo se maneja la administración pública por parte del gobierno federal.
Decíamos en otra colaboración, que la ASF en una institución nacional impulsora del manejo eficaz, productivo y honesto de los recursos públicos, y promotora de la transparencia y la rendición de cuentas por parte de los poderes de la Unión y los entes públicos federales, como elementos inherentes de la democracia y el Estado de derecho al que aspiramos los mexicanos.
Es decir, la ASF es un órgano con autonomía técnica y de gestión, que ejerce un escrutinio institucional que es fundamento del Estado de derecho, de la democracia y de la división de poderes.
Los días de David Colmenares, quien es un hombre honesto, al frente de la ASF están contados, la dimisión por dignidad es el camino aconsejable, o aguantar todo tipo de presiones que lo obligarán a la postre a aceptar lo irremediable, doblegarse ante el poder presidencial, aun en contra de lo que representa la ASF y todo el personal que labora en esta institución que por años han construido un gran prestigio y credibilidad.
No hay que perder de vista que al presidente de México le estorban todos los órganos públicos autónomos y no descansará hasta borrarlos del mapa o por lo menos nombrar a alguno de sus incondicionales al frente de ellos, para neutralizarlos, tal como ocurrió, por citar solo un ejemplo, en la Comisión Nacional de Derechos Humanos, al poner una Piedra inamovible e inerte, como titular de ese organismo.