América Latina tiene una oportunidad de oro para revertir su actual crisis económica atrayendo empresas multinacionales que están sacando sus fábricas de China desde el comienzo de la pandemia del COVID-19. Y, sin embargo, inexplicablemente, la mayoría de los presidentes de la región no la están aprovechando.
Ni siquiera están pensando en cómo reinventar sus países para poder competir en la nueva economía mundial post-pandemia. Están dormidos, o viviendo en la luna.
Comencemos con lo obvio: hay una guerra comercial en curso entre Estados Unidos y China, así como una guerra tecnológica entre ambas potencias, que se ha acelerado por la crisis del coronavirus.
El presidente Trump, quizás para desviar la atención de su propia respuesta tardía y errática a la pandemia, está culpando a China por la crisis del COVID-19. Y lo más probable es que las tensiones entre las dos super-potencias no disminuyan, no importa quien gane las elecciones de Estados Unidos.
Mientras tanto, muchas empresas multinacionales están planeando sacar sus fábricas de China, después de que sus cadenas de suministros se vieron paralizadas cuando China cerró su economía al comienzo de la epidemia. Las empresas ahora quieren diversificar sus fuentes de suministros, para no depender exclusivamente de China.
Un 76 por ciento de las empresas estadounidenses con fábricas en China han decidido o están considerando trasladar parte de sus operaciones a otros países para diversificar sus cadenas de producción, según un estudio hecho en junio por el Laboratorio de Evidencia del banco UBS.
Después de décadas de “off-shoring” en que las grandes multinacionales instalaban sus fábricas en China, muchas de estas empresas ahora quieren mudarlas más cerca de casa. Están planeando regresarlas a Estados Unidos (“re-shoring”), en muchos casos para ser operadas por robots industriales, o en países cercanos como Canada (“near-shoring.”)
Esa podría ser una oportunidad de oro para América Latina. Pero muy pocos presidentes en la región están pensando en esto, y mucho menos haciendo algo al respecto.
En lugar de promover a sus países como alternativas perfectas a China, con una fuerza laboral joven, salarios relativamente bajos, una proximidad mayor al mercado estadounidense y las mismas zonas horarias, muchos de ellos parecen estar ahuyentando a los inversionistas.
El presidente populista argentino Alberto Fernández, cuyo país ha acaba de suspender los pagos de su deuda externa por la crisis, ahora está dando conferencias públicas sobre la necesidad de “revisar el capitalismo”.
No hay nada de malo en mejorar el capitalismo, excepto que es cuestionable si el líder de un país en bancarrota debería estar invirtiendo su tiempo dando cátedras sobre los problemas mundiales. Se proyecta que la economía argentina se contraerá en más de un 8 por ciento este año.
El presidente populista de México, Andrés Manuel López Obrador, pronunció discursos invitando a los inversionistas a México durante su viaje del 8 de julio a Washington para celebrar la firma del acuerdo comercial T-MEC entre Estados Unidos,México y Canadá. Pero no anunció ninguna medida concreta para revertir sus políticas económicas, que han espantado las inversiones y produjeron una caída económica desde antes de la pandemia. Se proyecta que la economía de México se desplomará en un 10.5 por ciento este año.
Los países latinoamericanos deberían acelerar urgentemente la integración económica regional, para poder atraer a algunas de las fábricas que se irán de China. Ningún país latinoamericano por sí solo puede acercarse a la capacidad de producción de China. O se unen, o se quedan fuera de juego.
“Aunque antes parecía que íbamos hacia una economía globalizada, ahora parece que estamos yendo hacia una economía regionalizada”, dice Mario Cimoli, subdirector ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas. “América Latina necesita más que nunca una economía productiva regional y integrada”.
Efectivamente, América del Norte, Europa y Asia comerciarán cada vez más dentro de sus propias fronteras. Estados Unidos y Europa lo harán, entre otras cosas, porque temen que China no les venda suficientes vacunas, equipos médicos y otros productos en futuras pandemias.
Pero en América Latina, muy pocos presidentes están hablando de esto. Tienen una gran oportunidad poder sacar a sus países de su actual depresión económica atrayendo a algunas de las fábricas que se están fugando de China. ¡Y se la están perdiendo!
Fuente: El Nuevo Herald