Las redes sociales son un escenario en donde se cruzan las más variadas opiniones. En ese océano de pareceres navegan las versiones de quienes no se ocultan en seudónimos, sino que más bien asumen sus puntos de vistas de cara al sol. Suelo interactuar con mucha gente que pide explicaciones o razonamientos que despejen incógnitas y resuelvan dudas sobre diferentes tópicos. En esas ráfagas salen disparos que apuntan a blancos específicos, mientras que otras municiones tienen factura de los llamados “guáimaros locos” que se accionan con la finalidad de producir algún impacto, sin reparar en qué es lo que realmente se procura.
En uno de esos debates digitales en los que me involucro, alguien llegó a afirmar que “hemos estado equivocados” en las posiciones que públicamente y de manera coherente sostenemos, a la hora de fijar posición respecto a la estrategia asumida por la dirección opositora en diferentes circunstancias. Esa manera ligera con que pretenden calificar nuestra postura era merecedora de una respuesta y así lo hice, desahogo que ahora deseo compartir en esta entrega:
¿Equivocado por advertirle a los miembros del G4 que estaban infiltrados, tal como quedó evidenciado con el asalto a los símbolos de partidos? Más el doble rasero de diputados que “enarbolaban banderas de lucha contra la corrupción”, y simultáneamente le expedían cartas de buena conducta a personajes que están involucrados en hechos irregulares de gran escala. O el rol de espías que cumplían directivos de partidos que asistían a encuentros con Guaidó, en los que se debatía la estrategia que había que seguir y luego aparecieron recibiendo los símbolos de los partidos que fueron desbancados.
¿Equivocado por razonar que van 13 diálogos que solo han servido a los oscuros intereses del régimen? ¿Equivocado por argumentar ¡que solos no podemos!? ¿O es mentira que lidiamos con una poderosa corporación criminal? ¿Equivocado por denunciar la presencia en territorio venezolano de fuerzas irregulares de la narcoguerrilla colombiana, de Cuba, de Rusia, de China y de Irán, además de los cárteles de drogas y megabandas delincuenciales? ¿Equivocado por alertar que en nuestro continente, el Foro de San Paulo aplica la agenda aprobada en el Grupo de Puebla para establecer un eje al servicio del mal, para llegar a controlar los gobiernos de Venezuela, Colombia, Brasil, Chile, Bolivia, Nicaragua, Argentina, México y Perú? ¿Equivocado por denunciar a los criminales de lesa humanidad? ¿Equivocado por no estar de acuerdo con el sectarismo con que se ha manejado el gobierno interino? ¿Equivocado por exigir rendición de cuentas para diferenciarnos de un régimen corrupto que maneja la cosa pública a sus caprichos y en la opacidad? ¿Equivocado por reclamar una dirección coherente, con objetivos políticos definidos y respeto al interlocutor que hoy reconoce la comunidad internacional?
¿Equivocado por señalar que reconocer un CNE designado por la Asamblea Nacional irrita, montada con el fraude que todos denunciamos en diciembre de 2020, implica desconocer la legitimidad de Juan Guaidó, ya que la Asamblea Nacional que él preside quedaría anulada? ¿Equivocado por no avalar cambiar de tercio para que en vez de sostener la tesis de que Maduro es un usurpador, ahora sea un presidente reconocido en un eventual diálogo? ¿Equivocado cuando denuncié que por la inasistencia de diputados a la sesión del 15 de diciembre de 2016, donde se han debido designar los nuevos rectores del CNE, fue frustrada esa aspiración cuando diputados de la oposición rompieron el quórum reglamentario? ¿Equivocado por haber firmado un documento proponiendo un gobierno de transición que nos ahorrara estas desgracias padecidas en estos últimos 6 años? ¿Equivocado por reclamar que se honrara el resultado del plebiscito celebrado el pasado 16 de julio de 2017?
Si eso es estar equivocado, por favor déjenme en este camino de los quijotes que seguiré transitando con una gran tranquilidad de conciencia.
¿Que cuál es la solución? Sacudirnos a los infiltrados porque ha habido muchas oportunidades. Sin una dirección política con ética, coherente y decidida a hacer cumplir una estrategia, no será posible salir de esa corporación criminal. La solución era aprovechar la etapa de las elecciones competitivas, como lo hicimos en los años 2012 y abril de 2013. Esa última la ganamos, pero desgraciadamente se cometió el error de suspender las movilizaciones para reclamar la victoria que nos robaban descaradamente. La solución era prepararnos para ganar la mayoría calificada de la Asamblea Nacional, objetivo logrado en diciembre de 2015, pero que inmediatamente un grupo que ha secuestrado las tomas de decisiones erró en la estrategia y por eso Maduro continúa usurpando los poderes. ¿Que no conviene seguir haciendo estas denuncias? No lo creo, más bien pienso que hasta que no se haga una seria autocrítica no vamos a dejar de tropezar con la misma piedra.
Hay que decir las cosas con franqueza: si no se modifica la conducción seguiremos perdiendo oportunidades. De allí que esa pregunta ¿qué propones tú? tiene respuesta en los ejemplos que enumero en esta crónica. Podemos articular el mejor plan del mundo, con los más sabiondos estrategas, pero eso de nada serviría si los que ejecutan esos planes siguen actuando fuera del carril. Fíjense en el inédito respaldo que hemos recibido de la comunidad internacional que se ha dirigido hacia la realización de diálogos falsos o negociaciones fallidas, como las que ocurrieron el pasado 30 de abril de 2019, año en el que también se celebró el llamado diálogo de Barbados auspiciado por Noruega.
Es evidente que tanto Hugo Chávez en su oportunidad, como ahora Maduro, buscan aprovechar esos eventos para ganar tiempo, al mismo tiempo que desacreditan a la dirigencia opositora y logran desactivar las protestas de calles, tal como ocurrió el 10 de abril de 2014, desmovilizando a la ciudadanía que se había lanzado a las calles acompañando al movimiento La Salida.
Lo mismo hizo el régimen de Maduro después del contundente triunfo de la oposición en diciembre de 2015: utilizaron sus tribunales para colocar en desacato a la recién elegida Asamblea Nacional, se las arreglaron para que la dirigencia opositora se desgastara organizando un referéndum revocatorio que truncaron, propiciaron una sesión de diálogo en mayo de 2016 en República Dominicana, intento que recaló en el diálogo propiciado por el Vaticano en octubre y noviembre de ese mismo año que dejó estas improntas: se suspendió la marcha prevista hasta el Palacio de Miraflores, se dejó sin efecto el juicio político a Nicolás Maduro planteado en la Asamblea Nacional y se firmó un documento en el que la representación de la oposición admitió que “la crisis económica era consecuencia de un boicot a los planes implementados por la revolución y que en Venezuela no hay presos políticos sino políticos presos”. ¡Insólito!
En medio de esas grandes contradicciones la representación parlamentaria de la oposición no renovó la composición de los poderes públicos, especialmente a los rectores del Consejo Nacional Electoral, y, lo reitero otra vez, la sesión en la que se intentaba hacer ese procedimiento, el 16 de diciembre de 2016, fue frustrada por la ausencia de dos parlamentarios de la bancada opositora. Sin embargo, la ciudadanía se repuso a todas esas adversidades y retomó la protesta de calle en febrero de 2017, millones de venezolanos se lanzaron, otra vez, a las vías públicas a reclamar la libertad, esa lucha tenía como símbolos a los jóvenes escuderos que terminaron asesinados, sin llegar a conocer la democracia por la que ofrendaron sus vidas. La ciudadanía organizó un plebiscito el 16 de julio de ese año con un mandato claro para la dirigencia que más bien dio la espalda a ese veredicto popular y se lanzó al pozo de las elecciones regionales fraudulentas organizadas por el régimen que venía de perpetrar un escandaloso timo electoral el 30 de julio de ese mismo año para darse, a su leal saber y entender, una espuria Asamblea Constituyente.
Al día de hoy vemos, con preocupación, que la lucha se reduce a procurar un calendario electoral que se centra en elecciones regionales. Nuestra opinión es que esa no es la vía más conveniente para liberar a Venezuela. Maduro busca lavarse la cara de tirano, desmontar la matriz de que en Venezuela opera una narcotiranía, paralizar el proceso que cursa en su contra en la Corte Penal Internacional y dejar sin efecto el interinato de Guaidó, al mismo tiempo que se valida como presidente reconocido hasta por la mismísima oposición. Es mentira que no ha habido unidad. La habido y de sobra. Lamentablemente Maduro la infiltró, la atomizó y la dividió. Es mentira que los venezolanos se limitan a esperar que lleguen los Marines a Naiguatá. ¡Falso! La intervención internacional contempla mecanismos legales y vigentes como el R2P y el TIAR que ofrecen muchas opciones. Lo que sí es cierto es que se ha desmontado la amenaza creíble y los aliados del régimen instrumentan su cartilla de empoderamiento. Definitivamente la solución es contar con una conducción política que sea capaz de hacer valer todas esas posibilidades.
Fuente: El Nacional