Lo que los actuales usurpadores de los poderes públicos han destruido en Venezuela, no tiene precedentes en ninguna parte de la humanidad. Ni un terremoto, a gran escala, ha dejado tantos desastres a su paso, como esta falsa revolución sobre la faz de nuestra afligida nación.
Ya imagino a algunos de los que leen esta crónica mascullar el estribillo de que “eso lo sabemos”, a lo que respondo, sí, se sabe, pero hay que repetirlo, una y otra vez, para que nadie dude quiénes son los responsables de semejante arrase, convirtiendo a un país muy rico en uno muy arruinado. Esta realidad que nos golpea, como una roca en la cara, día a día, hay que comunicarla cada vez que podamos por cualquier vía, para que nadie abrigue, siquiera, la más mínima duda de la atrocidad cometida por esa cuadrilla de asaltantes que se apoderó de las instituciones públicas de Venezuela.
Así tenemos que hoy Pdvsa quedó reducida a una leyenda. Se habla de la grandiosa empresa que llegó a calificar como una de las seis más prestigiosas del mundo y hoy Venezuela perdió el rango de país petrolero para pasar a la categoría de país cocalero. No producimos ni gasolina para el consumo nacional. Eso hay que decirlo una y otra vez. Sidor, Alcasa, Venalum, Ferrominera, son empresas quebradas que no dan dividendos ni para pagar la nómina. Edelca, Corpoelec, la Electricidad de Valencia y la Electricidad de Maracaibo, que eran eficientes antes de caer en manos de “la revolución”, hoy son trastes achicharrados por la corrupción.
La CVG, el Metro, las empresas cementeras, Pequiven y la Cantv, no son ni la sombra de la imagen que irradiaban antes de ser arrastradas a la hoguera del populismo chavomadurista. Conferry, Supermercados Éxito, los centrales azucareros, Lácteos Los Andes, Complejo Florentinos y La Batalla, en Barinas, Cabudare y Nueva Bolivia, donde mucha gente trabajaba y se procesaban millones de litros de leche, hoy, son empresas desoladas.
Agroisleña, que era “el paño de lágrimas” de los productores agropecuarios de todas las regiones del país, hoy está colapsada. Le pasaron la cuchilla de la corrupción, más la aplanadora de la demagogia chavomadurista.
Nuestra frontera agrícola en vez de ampliarla, la han achicado, millones de hectáreas que antes eran sembradas y cosechadas, ahora allí lo que se ven son rastrojos. El pie de cría era superior a los 15 millones de cabezas de reses, hoy está por debajo de 9 millones. Hatos prósperos como La Vergareña, El Cedral, Hato Piñero, El Frio de Apure, El Charcote en Cojedes, La Marqueseña en Barinas, Las Carolinas en Yaracuy, son despojos, pues entre robos y fiestas de “los camaradas de la revolución“ los liquidaron.
De las estaciones de televisión asaltadas, entre ellas RCTV, y las emisoras de radio, como las de la cadena Belfort, CNB, ninguna funciona bien. Los bancos que crearon quedaron en bancarrota. Por eso nos podemos preguntar ¿qué es de las bóvedas del Banco del Pueblo, del Banco de la Mujer o del Banco Industrial?
Industrias de rango internacional fueron acosadas y hoy nos preguntamos ¿dónde están la Kellogg’s, Johnson&Johnson, Colgate-Palmolive, Procter&Gamble, Plumrose, Pirelli, Good Year, Firestone, Mitsubishi, General Motors, Toyota, Chrysler y Ranault Motors? Pues la falsa revolución se encargó de espantarlas.
Este informe, es apenas una pizca de todo lo demolido, tiene que correr por todos los escenarios en los que es preciso cantarles sus verdades a los cínicos que pretenden justificar semejante desbarajuste con la cacareada intervención imperial enemiga de la falsa revolución. Son los que mientras persisten en pulverizar los restos de un país agonizante, montan un fraude electoral para el próximo mes de diciembre. ¡Eso es el colmo!
Es menester denunciarlos con firmeza, con la contundencia del caso. Hay que limitarles su destreza para simular y mentir. Hay que luchar sin tregua hasta lograr que se produzca el cese de la usurpación.
Fuente: El Nacional