Son 62 años martirizando a todo un pueblo y engañando con sus simulaciones a una comunidad internacional que en los tiempos del romanticismo revolucionario se dejó embelesar por los “cantos de sirena” de Fidel Castro. Llegaron después de descender de la Sierra Maestra para controlar los poderes públicos. Bien se sabe de los trucos verbales que usaron desde Fidel hasta el Che Guevara, para confundir a unos observadores displicente y confiados, que desde las trincheras de la ONU y la OEA veían con descuido semejante impostura. Vale la pena recordar y reconocer que el primero que olió ese tufo comunista fue Rómulo Betancourt. Ese olfato se activó en su momento y de allí que el presidente venezolano despachara con las manos vacías al barbudo comandante que no pudo seducir a un líder con los pies bien puestos sobre la tierra y que fue capaz de enfrentar las maniobras de los Castro de forma categórica. Basta recordar la doctrina Betancourt que acaba de ser colocada sobre la mesa de debates por el Dr. Enrique Aristeguieta Gramcko.
Fidel Castro se paseaba por las pasarelas de todos los continentes y se convirtió en una vedette para satisfacer la frivolidad de unos cuantos que se desesperaban por fotografiarse con semejante personaje. Las ruedas de prensa eran maratónicas y siempre tenía respuestas para todos los temas. Eran palabras que iba reciclando de escenario en escenario, partiendo de esa narrativa construida para secundar la verdadera intención que siempre tuvieron: atrapar el poder y no soltarlo jamás. A estas alturas lo que se evidencia es que los influjos de la verborrea fidelista se esfumaron con su muerte.
Las contundentes manifestaciones protagonizadas en los últimos dias por la ciudadanía cubana dejan ver que ese pueblo está hastiado de pasar trabajo, de vivir o más bien sobrevivir a la hambruna impuesta por esas élites que se comen el lomito gordo, mientras la gente se arriesga a ser devorada por los tiburones, al tratar de escapar de esa tragedia, usando unas artesanales balsas. Los cuentos idílicos de las batallas de Playa Girón, o de Bahía de Cochinos ya no le sirven a los mandamases castristas para engatusar a mujeres y hombres que se han decidido a dar la vida para ver si comienzan a vivir con algo de dignidad.
Los ojos del mundo están posados sobre esa tierra. Pero estemos claros en que no es suficiente que miren desde lejos, con quietud, porque muy bien advirtió el poeta cubano José Martí que “cuando alguien ve con calma cometer un asesinato, termina siendo culpable”. Y eso es lo que le gritamos al mundo aún libre. Es hora de ser solidarios, pero con eficacia. En Cuba están matando de hambre o a palazos a decenas de seres humanos. Los castristas, expertos en excusas, apelan al principio de soberanía para mantener a raya la necesaria intervención humanitaria, son unos cínicos porque bien consta en las reiteradas invasiones que han promovido a lo largo de estas seis décadas de tiranía.
Fuente: El Nacional