martes, noviembre 12, 2024
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OPINIÓN- Antonio Ledezma: La Caracas ingobernable

Cuando el exgobernador Rodolfo José Cárdenas acuñó esa frase con la que titulo este artículo, se pensaba que Caracas renunciaría a su condición de la sucursal del cielo con que se distinguía a la colonial urbe de los techos rojos. Más bien Caracas fue ascendiendo de tal manera que llegó a tener un servicio de transporte envidiable, representado en su moderno Metro, obra de un equipo de profesionales de primera línea que bien supo coordinar y dirigir el ingeniero González Lander. Tenía, igualmente, el Museo de Arte Contemporáneo forjado tenazmente por Sofía Ímber, que se daba el lujo de exhibir las obras de los más grandes artistas plásticos del mundo; un teatro bautizado con el nombre de nuestra célebre pianista Teresa Carreño, que representaba la ilusión de los más afamados artistas del planeta; una montaña, el Ávila, a la que se encumbraban todos los visitantes que no dejaban de alabar semejante dotación que la naturaleza le había dado a la capital venezolana y una proximidad a las playas, bien sea las del litoral guaireño o las de Miranda, Aragua o Carabobo.
Caracas era reputada como la cuna de los más grandes libertadores de América. Ciudad en la que nacieron, desde Simón Bolívar hasta Francisco de Miranda. Una ciudad con inmensos contrastes arquitectónicos que ponían a la vista de todos, su desarrollo atrofiado, en el que se veían los perfiles de las urbanizaciones donde habitan las familias más pudientes, en otro costado los enclaves de clase media fruto del ascenso social promovido por los 40 años de democracia y en su entorno ese cinturón que la ha ido apretando desde los suburbios populares que suman más de la mitad de sus pobladores.
Esa Caracas con sus inocultables problemas fue intervenida con grandes autopistas que llegaron a deslumbrar a los visitantes que no dejaban de asombrarse cuando se desplazaban por la Araña, o por el Pulpo, el Ciempiés o la Cota Mil. Era la ciudad orgullosa de sus universidades, tecnológicos, politécnicos y pedagógicos. Asiento de ministerios, fábricas, los más variados comercios, restaurantes de toda clase hasta las más peculiares areperas, pero también sus parques y atractivas áreas verdes. ¿Era insegura? Sí, no faltaban sus brotes de peligros que provocaron la articulación de planes policiales para sofocarlos, hasta que algunos nos atrevimos a concentrar la solución en planes estratégicos como el que concebimos en nuestra acosada gestión como alcalde metropolitano.
Lo doloroso es que ahora esa hermosa Caracas se encuentra entre “las 10 peores ciudades del mundo para vivir”, de acuerdo con el ranking que elabora anualmente la Unidad de Inteligencia del medio británico The Economist. La lista se construye combinando indicadores de estabilidad, salud, cultura y medio ambiente, educación e infraestructura. Es la consecuencia del asalto a las instituciones llevado adelante por este régimen oprobioso que se empeña en acabar con todo lo que se planificó y edificó en la capital de Venezuela.
Así tenemos, para pesar de los venezolanos, que según “el ranking de este 2021
 
producto de un estudio global realizado entre el 22 de febrero y el 21 de marzo, que nuestra Caracas aparece en esa “lista negra” junto a Damasco, la capital de Siria, que lidera el conteo de peores ciudades para vivir. Le siguen Lagos, Nigeria; Puerto Moresby, Papúa Nueva Guinea; Daca, Bangladesh; Argel, Argelia; Trípoli, Libia; Karachi, Pakistán; Harare, Camerún, Zimbabue y Duala.
En conclusión, vamos de mal para peor. Los problemas en vez de resolverse se agravan porque cunde la anarquía. Ese deterioro no es casual. Es el resultado de la impunidad que los actuales jerarcas de la narcotiranía le ofrecen a las bandas hamponiles que controlan la ciudad en la que la primera autoridad civil no es el alcalde ni el jefe de gobierno sino alias el Coqui. La expansión de semejantes delincuentes es confirmada por los habitantes de la urbanización Terrazas de La Vega, aparejada con el sector El Carmen, quienes logran ver desde sus apartamentos los caminos de tierra amarilla que unen la Cota 905 con La Vega; en el relato igualmente dan detalles de las garitas y de los frecuentes tiroteos que se producen, casi a diario, en esas zonas caraqueñas.
Y ese caos organizado por los anarquistas usurpadores tendremos que superarlo. Soy optimista en que lograremos liberar a Venezuela y que cuando un gobierno de transición asuma la tarea de reconstruir al país, se tome en cuenta el plan estratégico que dejamos elaborado para nuestra ciudad capital.

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