La crisis es de tal envergadura que a veces hace sentir la impotencia. Pero cuanto más débiles, más fácil reconocer la penuria. De repente aparece, sin aviso ni protesto, tras un largo silencio, quizás por su cuestionada aceptación de que a pesar de lo que él mismo había anunciado y muchos aseguraban no era el ganador de aquellas elecciones, se le habían acabado los argumentos.
El acontecer político transcurre en medio de perjuros, insólitas ingratitudes e incomprensibles situaciones para el sentido común y la lógica. Venezuela parece condenada, los tropezones pueriles son ya demasiados, cuando la ciudadanía cree estar cerca de alcanzar la libertad y democracia, surge algún inesperado percance colaboracionista, apaciguador. Regresa de la parranda del olvido, descrédito y mutismo con banderas de diálogo y negociación, en nombre de la simulada adversidad y el mérito de su condición para conversar, la liberación de presos políticos, había sido aceptada, casi poco más de 100 encarcelados, sin justificación y con abusos, regresaban a sus hogares.
Así, de la noche a la mañana, sin anestesia, los héroes tradicionales caen a planos ocultos, el nuevo personaje con renovada indumentaria, sale a la palestra, alegando respaldo de gobiernos que rechazan al usurpador, pero mantienen intactas sus relaciones diplomáticas. ¿Es sólo un chispazo de realismo mágico cubano-venezolano o milagro de algún no bien conocido redentor que exclamó “levántate y anda”; salió de la tumba todavía hediondo a muerto, pero activo? Además, como quien no quiere la cosa, la bulla la arman alrededor de un célebre interno, y entre los liberados, se dice llegarán casi a doscientos, están los de confianza e infortunados prisioneros del interino, algo que el discípulo del imaginario descendiente del Libertador no había logrado, ¿o no había intentado?
El otrora dirigente, venido a menos, cuyo último avistamiento fue distante, hoy reencarna para resquebrajar con reciedumbre el frente opositor -que tampoco lo era tanto-, anunciando participación y apoyo a la tragicomedia electoral. Recurriendo a la oferta engañosa y manipuladora pero esmerada argumentación con soporte político, económico y beneplácito de sectores titiriteros colaboracionistas dispuestos a financiar y contemporizar el cambio gatopardiano. El hombre del momento, dialogador-negociador, aunque sigan sin estar claras las posiciones de Washington, Bogotá, Brasilia y otros, ya no es el encargado, a cuyo interinazgo parece quedarle poco oxígeno, malversado en gélidas y lejanas tierras, para dilapidar lo poco restante en el Caribe.
Aunque la irrelevancia de opositores financiados por el régimen en quienes nadie cree, ni confía, regresan de la ultratumba afónica y pérdida de entusiasmo popular para ponerse -lo que se podría concluir- a la cabeza de la oposición, ¡otra más!, en vez de quien en realidad nunca ha estado al frente del todo. Se dejó usurpar por infiltrados la conducción encargada. ¿Qué conoce de este tinglado el mentor, gran gurú, sabelotodo, infalible ególatra? No lo sabemos, tampoco interesa, puede que ahora el peso y liderazgo sea del aparecido resucitado, ya veremos. ¡Pobre Venezuela!
El país está en las últimas, muriéndose en la miseria, sucumbiendo a la carencia, el bolívar cada día vale menos y los productos más, que la oposición lleva veintiún años prometiendo milagros que no cumple, hablando, equivocándose sin arrepentimiento, y son muy pocos los políticos en los cuales se puede confiar. La farsa decembrina no cumple con los estándares internacionales ni se ajustan a los requisitos de la Constitución.
Después de años de populismo, descomposición e ineficiencia, el régimen castrista parece hundido en una cloaca inmunda que ya muy pocos toleran. Somos un país de arreglos ocultos, corrupción generalizada, de líderes civiles y militares que solo se preocupan de sí mismos y no de la ciudadanía. Se sabe, somos conscientes de la sinvergüencería política de quienes aprovechan la circunstancia para resucitar de entre los muertos, pero pronto volverán al sepulcro de la indiferencia, rechazo, olvido e irrelevancia, son la nada y volverán a ser la nada.
Fuente: El Nacional