OPINIÓN- Carlos Blanco: Desconexión
- Uno de los signos de la Venezuela de hoy es la desconexión radical que existe entre los dirigentes políticos y gremiales con la mayor parte de la población. Es una ruptura que se sobrepone y arropa a la que hay en contra del régimen. Es claro que la mayoría abrumadora atribuye su situación de penurias a la corporación criminal en el poder; con esta y sus capos hay una desconexión total, masiva y furiosa. Con la dirección opositora se da también una desconexión que se manifiesta en el obvio desencuentro que tiene con la población a lo que se suma el crecimiento del porcentaje de escépticos que no quiere saber nada de nadie.
- El hecho que sobredetermina la disociación es la depauperación colectiva. El aumento intensivo de la pobreza en sus múltiples dimensiones: los que eran pobres son extremadamente pobres; la clase media se volvió pobre; y los que tienen recursos y viven en Venezuela también están empobrecidos aunque no pasen hambre; el empobrecimiento espiritual y social es también pobreza. Si al apocalipsis chavista y madurista se suma el covid, pocas veces en la historia habrá habido una catástrofe de las dimensiones que padece Venezuela hoy.
- Una razón esencial por la cual acontece lo que aquí se reseña viene de una narrativa interesada y tramposa sobre los eventos de los últimos años. La victoria nacional de 2015 en la Asamblea Nacional estuvo precedida de maniobras mediante las cuales algunos partidos se repartieron las candidaturas en detrimento de otros; se aceptaron las prohibiciones del régimen. No solo a María Corina se le impidió competir sino que los partidos que ya habían confiscado “la unidad” le imposibilitaron proponer una candidatura sustituta; Copei fue suprimido por el TSJ y antes de mantenerles los espacios a los miembros de la familia socialcristiana, los partidos del ahora llamado G4 se los repartieron; así como se negaron a hacer primarias.
- La victoria avasallante de 2015 acalló las críticas y la denuncia de las maniobras, en beneficio de hacer de esa victoria todo lo que pudiera hacerla más poderosa y contribuyera a la salida. Los ciudadanos votaron no por este o aquel partido sino por la oposición como un todo, representada por la MUD. Lo que ocurrió inmediatamente fue que los partidos que tuvieron más diputados, convertidos en dueños de la AN, hicieron una transposición que a la postre les resultó a ellos y al país trágica. Fue la “Operación Tío Conejo”, la de la viveza, que les permitió asumir a cuatro partidos, como propio, el poder popular expresado en –pero no transferido a– la AN.
- Esos partidos comenzaron a intentar eliminar la diversidad. Chúo Torrealba se vio obligado a salir de su cargo de secretario ejecutivo de la MUD y posteriormente indicó: “La unidad se dividió por las mismas personas que la dirigían en 2016, quienes creían que ya el gobierno estaba a punto de salir y, en vez de buscar la forma de terminar de sacarlo, lo que hicieron fue echarse cuchillo unos con otros para ver quién terminaba de heredar la silla de Miraflores”[1].
- Los partidos del G4 (su número ha variado, pero los que mandan son los mismos cuatro) asumieron un poder que no tenían en la calle pero sí tenían en la Asamblea Nacional. Esta AN y los que la controlaban tenían todo el apoyo del mundo mientras se pensaba o percibía que su compromiso era el cambio de régimen y que estaban dispuestos a lograrlo. Varios episodios ocurrieron, el último de los cuales lo ha protagonizado Guaidó, quien se juramentó como presidente de la República interino a pesar de que los partidos del G4 no lo apoyaban (unos se negaban y otros un tanto reacios, incluyendo el suyo).
- No pasó mucho tiempo, sin embargo, para que Guaidó terminara enmarcado en el G4 y su Presidencia interina fuese una junta de cinco copresidentes; algunos de los cuales tienen objetivos distintos al cese de la usurpación inmediato que prometió. La caída en barrena de la popularidad de Guaidó atestigua que ese poder que se le confirió fue temporal y para objetivos precisos; por eso resulta absurdo que se declare presidente interino vitalicio hasta que el régimen salga sin promover la coalición nacional e internacional que lo procure.
- El fenómeno más importante es que no sirven –más bien son contraproducentes– las maniobras, trampillas y ardides, para lograr una nueva conexión con la sociedad. Hacer como que quiero y los demás no quieren pertenecer a este orden de engaños para “quedar bien”. Plantear una estrategia (no una maniobra) requiere un esfuerzo de rectificación de las torpezas cometidas, estilo la mamarrachada del 30 de abril de 2019, los diálogos fatídicos de Noruega y Barbados, la incorporación de exdiputados a la AN, y el abandono del trabajo dedicado y sostenido por el TIAR.
Fuente: El Nacional