Se llegó el último mes de un año que se ha ido volando pero que no va a pasar fácilmente al olvido. Son pocos los años que quedan en la memoria colectiva, puedo mencionar, como ejemplos, el 68 con su mayo y el 2001 con su septiembre 11. En nuestra vida privada, los que merecen celebración son los que marcan nuestras historias personales, el nacimiento de nuestros hijos, sin duda, el matrimonio, los grados y uno que otro suceso venturoso o desgraciado que vivimos de manera muy profunda, como los ocurridos en 1985, año que se constituyó, para los de mi generación, en referente obligado en nuestro corto paso por la vida.
Si el inicio de 2020 fue sorpresivo su final se presenta histórico, aunque pareciera que muchos no se percataran de lo que está ocurriendo debido a que los grandes medios, con sus oscuros intereses, han decidido hacerse los de la vista gorda y se han dedicado a desinformar aprovechando la fácil credibilidad de muchos, resultante del letargo generado por la dosis de angustia que nos hicieron tragar con el evento que marcó notoriamente este año y del que quedarán muchas cosas por aclarar.
Lo que ha estado pasando en USA, en las últimas semanas, se constituye en un verdadero acontecimiento que traspasa fronteras. Es de talla mundial, así quienes se ufanan globalistas pretendan de nuevo desestimar el alcance de ciertos sucesos que ponen en riesgo su agenda. La democracia ha venido siendo, sistemáticamente, corroída tanto en su estructura como en sus cimientos, como queda en evidencia con el monumental y descarado fraude con el que han querido instalar a un títere en la Casa Blanca. El desprecio con el que el mundo mira a las instituciones de los países poco desarrollados, en los que el robo de las elecciones es pan de cada día, ha impedido ver de frente que la corrupción en la política, del que no están exentos los países muy desarrollados, es un fenómeno global que está abriendo el camino a formas de gobierno poco deseables.
Se requería que un personaje extraño al mundo político fuera quien dejara en evidencia la gangrena que amenaza con invadir todo el cuerpo de la democracia y sea, apoyado en una justicia intachable, quien se atreva a amputar a tiempo lo que haya que amputar.
De trascendental importancia es que se esté produciendo este fenómeno en el centro del poder mundial. Los colombianos, como muchos otros ciudadanos de países vecinos, nos hemos visto resignados a que las elecciones estén marcadas por el fraude como si entrara en la normalidad. Cuánto dolor causa recordar la manera infame con la que lo perpetraron en 2014 y más triste es recordar la manera como fue aceptado: con resignación y sin dar la batalla.
La manera como se resuelva lo que está llevando a cabo Trump, junto a un selecto equipo de abogados, va a marcar el destino de la democracia mundial para bien o para mal. Que sea justo a mediados de diciembre cuando los tribunales resuelvan este asunto, no deja de ser simbólico. Extrañas coincidencias son las que han marcado esos años que se han ganado un lugar en la memoria.