No olvidemos que Correa gobernó Ecuador por diez años, en los que aplicó la metodología, estructura y sistema del socialismo del siglo XXI o castrochavismo. Cambió la constitución e impuso leyes infames con las que hizo desaparecer el respeto a los derechos humanos y libertades fundamentales, el estado de derecho, la división e independencia de poderes, las elecciones libres y justas y la libre organización política. No dejó vigente ninguno de los elementos esenciales de la democracia. Judicializó la persecución política con presos y exiliados políticos, aplicó la ley mordaza contra la prensa, confiscó e institucionalizó la corrupción, convirtió a Ecuador en narcoestado como lo probó la operación colombiana en Angostura.
El gobierno de Correa fue una dictadura electoralista, plena del castrochavismo, que usó Ecuador como ficha internacional para apoyar las dictaduras de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua como lo prueba su récord en organismos internacionales, el caso Assange, la expulsión de la DEA y el desconocimiento de los acuerdos internacionales antinarcóticos, el tráfico de médicos esclavos cubanos, el caso de crimen transnacional “lava jato” y mas.
El presidente ecuatoriano Lenin Moreno se desmarcó del castrochavismo e inició el difícil proceso de transición que consiste en la restitución de los elementos esenciales de la democracia, que hoy es un proceso adelantado, pero no concluido. Avanzó en reponer la libertad de prensa, garantizar independencia al Poder Judicial, respeto a los derechos humanos y libertades individuales, reinstalar condiciones para la vigencia del estado de derecho con investigaciones por los crímenes de la dictadura que han dado como resultado inicial una condena contra Rafael Correa ocho años de cárcel que es cosa juzgada.
La decisión de Moreno por la democracia y su ruptura con el sistema de dictaduras del socialismo del siglo XXI convirtió a Ecuador, a su persona y su gobierno en objetivos del castrochavismo, que además de una feroz campaña nacional e internacional de asesinato de la reputación, realizó atentados criminales concretos como el fallido golpe de estado de octubre de 2019.
El castrochavismo en Ecuador ha sido derrotado reiteradamente pero no está vencido pues lo soporta el grupo trasnacional mas grande importante de delincuencia organizada que liderado por Cuba controla Venezuela, Nicaragua, Bolivia y el gobierno de Argentina.
La transición de Ecuador a la democracia en el siglo XXI es la mas avanzada y exitosa de la región. Ha fracasado la de Argentina con Mauricio Macri, que llevó a su país a votar entre su mal gobierno y el crimen organizado, y perdió. Ha fracasado por complicidad y corrupción la de Bolivia con el interinato de Jeanine Añez cuya traición a la Patria aún parece inexplicable; hace crisis de unidad y resultados la de Juan Guaidó que no logra cesar la usurpación en Venezuela.
Es este escenario, las elecciones presidenciales del próximo 7 de febrero en Ecuador son el centro de la lucha entre las dictaduras castrochavistas y la democracia en el América. El castrochavismo repite su exitosa fórmula usada en Argentina y Bolivia, que consiste en dividir las fuerzas de la democracia, con muchísimo dinero, y todo el aparato conspirativo, emplea un candidato nuevo que retome el poder para restaurar el sistema, garantizar la impunidad del jefe inhabilitado y sus cómplices, reincorporar el país al apoyo internacional a las dictaduras y al soporte económico al agonizante régimen en Cuba.
La estrategia del socialismo del siglo XXI consiste en usar la política para “transformar los crímenes en hechos políticos y convertir a los criminales en actores políticos”. Lo ha logrado con el tratado para las FARC en Colombia, lo ha conseguido con la impunidad plena de Evo Morales y el retorno de Bolivia al sistema de narco estados, lo está haciendo en Argentina con la manipulación y búsqueda de control total del poder judicial para la impunidad plena de Cristina Fernández de Kirchner y necesita hacerlo en Ecuador para lo mismo con Rafael Correa.
Ojalá los ecuatorianos lo recuerden.
Fuente: Diario las Américas