Mario Vargas Llosa cerró el Seminario Internacional sobre la relación de Estados Unidos e Iberoamérica señalando que “todo el continente está amenazado”, refiriéndose a la expansión de las dictaduras de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia.
El consejo permanente de la OEA aprobó, con 25 votos a favor, la resolución sobre Nicaragua que reconoce el incumplimiento de la Carta Democrática Interamericana y que exige la liberación inmediata de los presos políticos en ese país.
El eje de confrontación regional es entre quienes defienden la libertad y los derechos humanos y quienes los someten y violan. Es entre quienes garantizan la vigencia de la ley mediante el estado de derecho y quienes se convierten en la ley para oprimir a los pueblos. Entre los que respetan el sistema de separación e independencia de los poderes públicos y quienes concentran todo el poder para hacer presos y exiliados políticos. Entre quienes entienden el ejercicio del poder como un mandato temporal con imprescindible rendición de cuentas y los que lo detentan indefinidamente para garantizar la impunidad de sus crímenes.
La confrontación de hoy es entre democracia y dictadura, que son dos formas antagónicas, porque las dictaduras, por medio de la violencia y el sistema de crimen organizado trasnacional que han estructurado, usan la permanente agresión para sostenerse, expandirse y anular la libertad.
Los agresores tienen organización, nombre, metodología y mecanismos de operaciones criminales, pero operan simulando que son una ideología y las democracias se los permiten. Estos agresores son el castrochavismo. Usan los métodos del castrismo, que pronto cumplirá 63 años en ejercicio del terrorismo de Estado. Sus mecanismos son el Foro de Sao Paolo, grupos guerrilleros y criminales como las FARC, el ELN, y se presentan como socialismo del siglo XXI. Es el castrismo del siglo XX, recreado en el siglo XXI, con la dictadura de Cuba como jefe e integradas por las dictaduras de Venezuela, Bolivia y Nicaragua. Su avance y mantenimiento se debe en gran parte a que las democracias le han seguido la farsa de simular política cuando es crimen organizado.
El castrochavismo, durante todo el siglo XXI ha utilizado y utiliza los elementos y libertades de la democracia para acceder al poder mediante elecciones y cuando lo tiene destroza sistemáticamente la institucionalidad democrática y la suplanta por su sistema dictatorial como ha sucedido en Venezuela, Bolivia, Nicaragua y como se pretende ahora en Perú. Pero para ganar elecciones en democracia ataca los liderazgos, partidos y organizaciones políticas y sabotea toda posibilidad de buen gobierno en democracia mediante la conspiración y la desestabilización permanentes.
La metodología de conspirar y desestabilizar para no dejar gobernar puede observarse en los casos del golpe de estado fallido de 2019 contra el presidente Moreno en Ecuador, en el caso de Chile llevado a una asamblea constituyente, en el caso de la presión constante y el golpe de estado de acción prolonga ejercitado en Colombia, en los fracasos de las pretendidas transiciones de Bolivia y Venezuela y mas.
Cuando un presidente y un gobierno democráticos tienen que dedicar casi todo su tiempo a defenderse de conspiraciones, manifestaciones, movilizaciones, presiones violentas, acusaciones, múltiples y bien operados y financiados actos de sedición permanente, no tienen posibilidad de gobernar porque simplemente no les queda agenda ni tiempo y el resultado es violencia, descontento y mal gobierno con los previsibles malos resultados en la próxima elección que será la puerta de entrada de los instauradores de la dictadura.
Por interés propio los lideres de las democracias, deben pasar de las declaraciones a una estrategia concreta y ojalá coordinada para “cesar las dictaduras” que las asedian y que pueden terminar destruyéndolos como ya pasó en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Solo hay que ver las pruebas de que en una democracia bajo asedio no es posible el buen gobierno.
Fuente: Diario las Américas