Que Melania Trump es una belleza resulta indiscutible. Que tiene una elegancia que no se
encuentro ni lejanamente en las fotos o los videos de los medios españoles donde suele ser
noticia que una jovenzuela enseña el traserillo es algo en lo que tampoco merece la pena
detenerse. Voy a referirme a su intervención en la convención republicana porque fue
antológica.
Dejó de manifiesto que se puede ser la mujer del presidente sin que tu marido te
meta en el gobierno o te consiga sustanciosos negocios para fundaciones que se ocupan de
una África de la que no sabes más allá de que hay negros y leones. Puso de manifiesto que se
puede defender la ley y el orden sin ser un esqueleto soberbio y perdonavidas. Sacó a la luz
que se puede hablar con orgullo de la patria – aunque sea la de adopción – con una bandera al
fondo sin pedir perdón a cada paso. Mostró que para ser mujer y hablar de política no se
precisa ir a aquelarres en marzo donde la fealdad, la ordinariez y el mal gusto no se pueden
ocultar por muy caro que sean el vestido y el abrigo, por mucho que se voceen consignas
ridículas y por muy joven – y aprovechable – que resulte el escolta. Puso en evidencia que ser
bella, elegante, inteligente, patriota es lo que debería ser propio de muchísimas mujeres
aunque, por el contrario, resulte tan habitual que se parezcan a gañanes, que resulten
ordinarias, que sean feas de solemnidad, que repitan sandeces de manual, es decir, que
parezcan hombres en el peor sentido porque los varones en la política cada vez parecen más
flores de pitiminí. Melania llegó a Estados Unidos procedente de una nueva nación creada tras
el desastre del socialismo y la necedad sanguinaria del nacionalismo. No recibió nada al llegar
porque no era un MENA en España y porque en Estados Unidos, no se regala nada a nadie
salvo la oportunidad de valerse por uno mismo para avanzar en esta vida. Le concedieron la
residencia bajo la categoría de extraordinary abilities – la misma que recibió hace siete años el
autor de esta columna – porque las autoridades consideraron que era una persona que
aportaría desde el principio algo extraordinario y positivo a la nación. A la vista está hasta
donde ha llegado. A la vista está por qué no vemos Melanias en España.