El miembro del directorio de la Alianza Nacional Constituyente Egildo Luján, considera que hay que partir de la necesaria convicción de que la refundación de Venezuela, no es el producto de una propuesta accidental, como la que está proponiendo su movimiento.
-Es una necesidad imperiosa que plantea la urgente obligación de llamar a los mejores, como más reconocidos y destacados valores del país, para impedir que las normas rectoras de la nación sigan siendo la sobrevivencia entre la miseria, el empobrecimiento y la conformidad, a la vez que se insiste en conseguirle haciendo el juego a un falso acomodo de bienestar y progreso.
En ese sentido Luján considera que la forma más recomendable, para ir a esa refundación del país es a través de un proceso constituyente, impuesto y controlado por el pueblo soberano, tal y como expresa la Constitución vigente de la República Bolivariana de Venezuela.
-No se pueden seguir tolerando escándalos, ni aceptando más atropellos y violaciones de los derechos de casi 30 millones de venezolanos, en cuyas manos está la solución de fondo. Y lo está por ser el reflejo cierto de una sociedad civil que quiere vivir en un ambiente de libertades, y no de sometimientos forzosos a la voluntad de minorías que actúan en nombre de una falsa caricatura evolutiva.
Considera que los venezolanos tienen que deslastrarse de viejos conceptos y de atavismos; que hay que trabajar decididamente para refundar el país; convertir en un hecho de bases sólidas lo que recomienda la Conferencia Episcopal de Venezuela.
-En la actualidad, y con mucha frecuencia, se escucha afirmar que en Venezuela hay mucho odio. No obstante, la bonhomía, hospitalidad y buen humor del venezolano, han sido siempre reconocidos internamente, como a nivel internacional. Se recuerda que, en pasadas épocas conflictivas en el planeta, las puertas venezolanas siempre estuvieron abiertas para los ciudadanos del mundo. No hubo diásporas o familias huidas que buscaran refugio y protección, y que en Venezuela no encontraran unos brazos abiertos; que fueran bien recibidas, con respeto y sin discriminaciones. De ahí que sorprenda que esa no haya sido la reciprocidad con la que ha sido recibida la diáspora venezolana en muchos países del mundo, algunos de ellos calificados aquí como “hermanos”.
A juicio de Luján, entre los venezolanos, “no hay odio como sí un sentimiento de rencor “Intuitu personae”. Es decir, contra la persona o grupos que han causado ofensas, daños y dolor. De igual manera, de los responsables de la ruina, la destrucción y del hambre reinante en el país. Ellos tienen nombres y apellidos convertidos en padre y madre de la culpa”.
Afirma que lo que no hay que hacer, es creer que la población que se sabe víctima de lo que sucede, acepta y está obligatoriamente sometida a la voluntad de los destructores y de los culpables, a cambio de recibir de ellos mendrugos y dádivas concebidas para cultivar falsas pasiones ideológicas, o tratamientos sistemáticos de favoritismos por el hecho de guardar silencio.
-La interconexión a tiempo real del mundo al alcance de todas las poblaciones, ya le ha restado credibilidad a los conceptos ideológicos y a los encartonamientos de frases partidistas. Lo que tiene importancia actualmente para el género humano son los valores éticos y morales, los problemas y sus respectivas soluciones, además de cómo es posible vivir en un ambiente de mejoramiento permanente de calidad de vida; asimismo, de cómo se pueden reducir los riesgos, los peligros y se mejoran las expectativas en función del futuro.
-En Venezuela, definitivamente, no se puede continuar cometiendo ni repitiendo errores y, mucho menos, seguir en manos de quienes insisten en rendirle culto a concepciones mesiánicas de aquellos que creen poder operar respondiendo a la tesis de políticos salvadores. El país necesita mucho más que eso: experiencia, eficiencia y honestidad.
-De igual manera, hay que dotar al país de un sistema educativo, salud y seguridad de primer mundo. La independización absoluta de los poderes públicos no puede seguir siendo una caricatura que se exhibe y se oculta, dependiendo de la voluntad de quienes, desde las sombras, construyen mentiras administrativas.
Para Luján, la municipalización del país tiene que dejar de ser una falsa atomización del poder. No puede ser que lo importante sea servirle a quienes construyen servidumbres administrativas grupales. Es la población la que necesita una respuesta que se corresponda con una relación más estrecha, entre esa misma ciudadanía y la celebración de elecciones libres y confiables, capaces de hacer posible que en Venezuela, alguna vez, pueda apreciarse que existe y funciona un estricto y confiable Sistema de Justicia, además de demostraciones convincentes de que hay respeto absoluto por el acatamiento y cumplimiento de lo que traduce la vigencia de una sabia Constitución Nacional.