Al tender la mirada hacia los campos de las universidades nacionales causa una sensación de desasosiego; el malestar que se siente al transitar por instalaciones destruidas, invadidas por la maleza, basura, alimañas y antisociales. A simple vista, se observa la depredación de sus espacios, oficinas, aulas y laboratorios. La rapiña hizo que desaparecieran equipos, bienes imprescindibles para la educación y en general, un ambiente nada propicio para el reinicio de actividades para cuya recuperación no solo se requieren recursos extraordinarios, sino un gran esfuerzo de reconstrucción que difícilmente se acometerán, no solo por la falta de voluntad y desidia de quienes deberían mantenerlas los cuales esgrimen excusas, entre ellas, los efectos de la pandemia y el consabido presupuesto deficitario que provocaron indirectamente el abandono de sus espacios y adicionalmente, como consecuencia, la mermada fuerza laboral de docentes y de los responsables de los servicios que vieron evaporarse a más de la mitad de su capital humano para engrosar la larga fila de caminantes por medio mundo.
A esta problemática, ahora se suma la ya advertida intervención, pausada y sin descanso, de un régimen que decidió dejar morir a las universidades lentamente, para luego, retomarlas con un plan de conversión destinado a reforzar sus esquemas dictatoriales y centralizadores que como en cámara lenta comenzó su intervención, limitando su autonomía, ejecutando un plan de administración financiera cada vez más restringido y orientado solo a mantener una nómina cuyos montos son los más pequeños del mundo y por lo tanto someter a la comunidad universitaria al humillante efecto de sus salarios, los cuales, son tan bajos que se asemejan a propinas o a unos pocos dólares de un solo dígito, convirtiendo a los docentes, investigadores y prestadores de servicios en personas que sin recursos nos convirtieron en muertos de hambre e ignorados con un desprecio absoluto al esfuerzo de formación, títulos, experiencia y dedicación.
Logrado el primer objetivo de la dominación salarial, las autoridades universitarias, dedicadas más que a su misión fundamental, priorizan la búsqueda de los recursos financieros salariales en un peregrinar por el despacho de la educación popular y por el llamado Consejo Nacional de Universidades. Este último, integrado por una mayoría de rectores y representantes oficiales que son coro del director de orquesta responsable de dicho despacho. Esos integrantes, incluyendo a los representantes de profesores y estudiantes, son contingentes insignificantes que nada aportan en una asamblea inútil e incompetente, donde las pocas universidades nacionales, experimentales y privadas allí representadas solo van a la corte a mendigar favores, y a recibir desplantes del ministro-jefe de turno, y luego, regresan a su ambiente a anunciar que las quincenas de sus sueldos se harán efectivas en tal o cual fecha.
Sus integrantes, en gran mayoría, aparecieron ante dicho CNU como consecuencia de la creación de supuestas universidades que no son más que liceos improvisados, pero que modelan a un contingente ya muy grande de estudiantes fanatizados cuyo objetivo es convertirlos en activistas políticos, complementado con el argumento de crearles una profesión inexistente, pero que le dan visos de credibilidad con un diploma que los acredita, y en la práctica nada aportan a las competencias profesionales, ni al desarrollo del país.
El régimen, continuando con un proceso intervencionista, que metafóricamente se parece el movimiento lento de un bolero, toma la excusa de la pandemia para vaciar los recintos universitarios, confinar a su comunidad a una ciudad muerta, justifican sus acciones con discursos vacíos, y ordenan la instrumentación de la denominada educación a distancia, en un país no preparado para tal fin, donde las comunicaciones no solo son controladas, sino que no funcionan y son catalogados como la más lenta del mundo, de tal manera, que pretenden dictar programas tradicionales convertidos por obra y gracia en currículos a distancia sin el diseño adecuado y mucho menos sin los instrumentos académicos para llevar adelante una educación que no cumple con los requisitos de este moderno instrumento que es aplicado de cualquier manera, sin objetivos, competencias, contenidos y métodos, en otras palabras, lo convierten en propaganda simulando el logro artificialmente falso de objetivos académicos y de investigación, pero que son solo promesas, y paulatinamente, poco a poco, como estrategia de intervención, irán regresando a la educación mixta, sin importar que el tiempo pasa mientras la evasión y desencanto estudiantil crece, emigra, y los docentes que se han quedado en Venezuela piensan muy bien cómo será esa incorporación ya que el transporte y los servicios exceden en miles de veces el salario recibido, lo que les hace dudar a más de uno de su vocación de servicio, principal característica del personal docente, y de investigación, que no ven cuando, ni cómo se reconstruirán laboratorios, instalaciones y adecuación de los servicios necesarios para una universidad que ve su solución absolutamente distante en la línea de tiempo.
Como otra estrofa del baile pausado, ahora provocan la intervención directa y mandona, eliminando por decreto profesiones y las convierten en otras en una acción vinculada al supuesto proceso productivo socialista mediante programas carentes de las más elemental técnica curricular para formar profesionales solo para el trabajo a miles de miles de jóvenes que irán a parar a dicho sistema, y luego, incorporarlos como mano de obra incompetente y correlativamente al partido de gobierno usando el falso argumento de un supuesto desarrollo del país.
De un plumazo, cambian la orientación universitaria y el proceso de selección, es decir, eliminan el concepto que la universidad no es solo para formar profesionales para el trabajo, sino para crear conciencia crítica, dar formación cultural a nuestros jóvenes, dotarlos de instrumentos cívicos, de formación ciudadana, de métodos analíticos en solución de problemas, potenciando su creatividad científica, humanística y deportiva, para hacerlos ciudadanos y, obviamente, dotarlos de una profesión que les permita incursionar en las especialidades respectivas y hacerlos muy competentes en su ejercicio profesional para contribuir con la sociedad a su modelación y conocimientos, construyendo esquemas meritocráticos que los proyecten en la vida ciudadana, todo eso, sin dejar de lado la formación permanente de sus docentes e investigadores que no solo debemos actualizarnos y aprender enseñando, sino que tenemos la obligación de perfeccionar la formación especializada, favorecer la internacionalización y competir con los mejores del mundo en el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Todo eso se pierde con el esquema de intervención del régimen cuya visión política e ignorancia destruye todo lo que emprende.
Se han perdido instituciones de todo tipo, invadidas por el fanatismo y el llamado socialismo. Hordas de ignorantes las dirigen con un fanatismo hitleriano sin límite. Da vergüenza mirar como la planta industrial, empresarial y el emprendimiento van poco a poco muriendo de mengua, y ahora, le toca el turno con una estocada final a los objetivos universitarios. Frente a ello, a la comunidad sobreviviente solo le queda el derecho de pataleo; sin embargo, un núcleo de genuinos universitarios, de claro pensamiento y acción no se entrega y conociendo la problemática anterior y la influencia que tiene en la sociedad venezolana, exige un cambio de rumbo y la preservación del derecho universitario autonómico de darse se propia administración, y forma de capacitar los recursos para el desarrollo interno y externo. Un importante elemento comienza a tomar forma en una visión que muy bien describe el exdecano de Veterinaria de la UCV, Dr. Juan Troconiz, preparar ante la dicotomía régimen y democracia un Universitazo.
Muy a pesar de la obstrucción de las autoridades universitarias, que sin disimulo alertan sobre la dificultad de la implementación electoral para elegir a sus autoridades, aducen el poder del régimen de no permitirlo, razón por la cual argumentan que no quieren aceptar la decisión de la comunidad universitaria de elegir a sus autoridades y sus dirigentes, se entregan a cambio de un reglamento nuevo, oficial e irrito fuera del contexto de la Ley de Universidades, y argumentan el falso positivo que ya fueron sancionados y multados, y que por cierto, no pagaron plegándose a la humillante solicitud, y en este caso, aducen que no están dispuestos a ir presos.
La intervención y desaparición de las carreras universitarias con la calidad y del rigor de formar estudiantes críticos y competentes, ellos ven destruir su futuro, y como se esfuman los conceptos fundamentales, tales como: la autonomía, la democracia y libertad. Esa estrategia del régimen debe ser combatida o tomar el riesgo de perder definitivamente la universidad, y en general a la educación, y caer en el mecanismo provocador de favorecer la ignorancia para que el régimen no tenga adversarios ni mucho menos pensamiento crítico,
En realidad, es una paradoja porque el régimen actual fue sembrado por operadores de la universidad, docentes e investigadores formados en democracia y libertad, donde adquirieron sus conocimientos, se especializaron en su compleja red de posgrado, en la internacionalización y formación en las más prestigiosas instituciones internacionales. Muchos de ellos indujeron las bases teóricas del socialismo, por cierto, dentro de la propia universidad apoyados en el esquema amplio de pluralidad, su acción determinó que docentes universitarios de izquierda dieran un vuelco a las instituciones universitarias, y crearon casi como un ministerio particular, en la cual todavía participan en todas sus estructuras directivas, desde las cátedras hasta el rectorado y, donde muchos de ellos fueron rectores o autoridades en diversos niveles, y como tales, tuvieron la libertad de poner en práctica sus enseñanzas marxistas.
Muchos ocuparon carteras en el régimen del llamado gobierno socialista del siglo XXI y contribuyeron de esa manera a echar las bases conceptuales del desarrollo educativo que se quedó en el papel para que luego el régimen lo usara como objeto utilitario expresándolo en sus largos y consuetudinarios discursos. Las contradicciones o conveniencia del sistema oficial los abortó. Muchos regresaron a la universidad decepcionados. He visto a rectores de orientación política teñido de color rojo intenso mutar a críticos del régimen, pues ahora tienen la oportunidad de contribuir a detener sus desaciertos, sin embargo, nadie olvida la responsabilidad que tuvieron.
Ante el plan de apoderamiento de la educación, en especial la universitaria, dentro de un esquema político de represión, sometimiento y humillación, la comunidad universitaria debe oponerse a esa estrategia y rescatar las instituciones al frente de autoridades renovadas, integrándose a su condición rectora de la sociedad y provocar la reflexión más allá de la argumentación poniendo en práctica proactiva la necesaria resistencia a los malos propósitos de la dictadura y compartirlas con la sociedad civil organizada. Demasiadas cosas están en juego, desde la conversión de la población en una sociedad ignorante, a una juventud engañada con profesiones que no son tales, llegando hasta a extremos desmedidos en el ejercicio del poder, la facilitación a la corrupción generalizada y la entrega del país a regentes internacionales dentro de una estrategia de apoderamiento y compra de estructuras de los gobiernos democráticos en las Américas
Es el momento de actuar poderosamente y de forma resistente a la intervención del sistema educativo, es necesario actuar conjuntamente con los gremios que solo buscan resolver el asunto salarial y su seguridad social, ampliando sus objetivos con la denuncia y oposición a la pérdida de la cultura, la democracia y de favorecer el funcionamiento de sus instituciones en un sistema cuya acción creadora esté integrada al sector estudiantil. Por cierto, ellos ya no podrán elegir libremente la profesión de su vocación, sino la impuesta por el régimen con una calidad dudosa y pretensiones de proselitismo, es decir, no se pueden aceptar los esquemas en los que imponen una profesión contra la voluntad de la pasión vocacional a la cual tiene derecho todo ser humano.
El contingente estudiantil y de docentes es tan grande que hay que movilizar su poderosa fuerza de cambio, esa fuerza que permita entrar en sinergia con sus ductores y asociaciones gremiales, y la representación adecuada de la sociedad civil. Vamos adelante, con la resistencia como bandera de siete estrellas hasta lograr el cese de la usurpación antes de caer apabullados por los intereses fanatizados de la oprobiosa dictadura y la complacencia de los movimientos globalistas que desean apoderarse de los países democráticos con fines extremistas y corruptos.
Fuente: El Nacional