En este espantoso año, a Venezuela le han caído las siete plagas: hiperinflación, destrucción de la producción, pérdida de empleo, invasión cubana, corrupción, éxodo y pandemia. Todas ellas han empobrecido a la población, limitado los derechos humanos y entregado el país al crimen organizado.
Todas estas calamidades han impactado la vida del venezolano, dejándolo sin trabajo, educación, salud y libertad. Por supuesto que todas las plagas juntas dejan al más pintado fuera de control y expuesto a la depresión o al menos a la abulia generalizada para luchar contra cualquiera de esos flagelos.
Sacudirse de los efectos mencionados requiere voluntad de cambio y la ayuda de dirigentes que puedan conducir al pueblo a librarse de tales males, pero desgraciadamente, esa dirigencia provista de los más importantes apoyos iniciales de la población y de los más significativos enclaves internacionales han sido tirados por la borda por incapacidad, colaboración con los provocadores del mal, cohabitación con el sistema, bajo la premisa de leyes y reglamentos que funcionan solo en una dirección, y la búsqueda de arreglos con un régimen que no solo se burla de ellos, los manipula, compra y reduce, sometiéndolos a sus designios, amarrados a la esperanza de sobrevivir como funcionarios públicos, y caer en el reparto financiero que los ha visto transformarse en poderosos y adinerados personajes los cuales hacen gala de su altanería y prepotencia públicamente.
Negociaciones secretas y turbias de la oposición con el chavismo han sido conducidas hábilmente. Dispuestos a la simulación democrática a cambio de cargos y canonjías en la Asamblea Nacional, han aceptado inscribir sus nombres en las listas de candidatos siempre y cuando tomen en cuenta que mientras exista el Alto Mando Militar antiimperialista, revolucionario y socialista nunca podrán ejercer el real poder político en el país. Estos acuerdos explican muchas cosas en los avatares de las elecciones parlamentarias.
Hemos visto también que la nueva generación de esa dirigencia incluida en dichas negociaciones pasó por las aulas universitarias generalmente de manera precaria y desplegó un discurso altisonante que la hizo proyectarse como dirigentes universitarios, y luego saltó sin experiencia alguna a otros niveles públicos, entre ellos, la Asamblea Nacional y alcaldías. Más recientemente en la diplomacia internacional, sin tener la menor idea de cómo desempeñarse en esas instancias, pero que les proporcionó la tribuna necesaria para sentirse sabihondos, con un discurso florido, vacío y listos para caer en las corruptelas, y hacer lo necesario para repeler cualquier ayuda profesional o política en una suerte de comportamiento arrogante de un liderazgo inexistente.
A esta altura, cómo librarse de dicha plaga si no tenemos contraparte en una dirigencia que tiene un diálogo hipócrita con las fuerzas democráticas internacionales, los cuales desean un cambio en el sistema venezolano porque realmente los perjudica en su seguridad nacional, y en el futuro de la democracia continental. Esa dirigencia no deja gobernar a su representante que ha sido producto de la ilegitimidad oficial demostrada en una elecciones invalidadas, y que se basó en la interpretación adecuada de la violación de la Constitución que permitió invalidar la elección presidencial y algunos de ellos ahora piden elecciones parlamentarias obviando que se ha desconocido la ilegitimidad de quienes la organizan, reales usurpadores, violadores de la Constitución, los cuales son rechazados por los países democráticos, en consecuencia, ¿cómo pueden pedir elecciones sin violar ellos mismos la ley electoral y la Constitución, es decir, son cómplices del régimen y potenciales reos a corto plazo.
Existe una reserva moral, preparada, experimentada y profesional que necesita tomar la posta para la defensa de la democracia y de la libertad en Venezuela, la cual ha sido rechazada persistentemente por el statu quo de la oposición oficial que no ha hecho lo que tenía que hacer en beneficio de su pueblo.
La estrategia del régimen es inmisericorde, avanza en todas sus modalidades, encarcela y amenaza militarmente a la oposición de que nunca más podrán acceder a la responsabilidad de administrar al país, y el régimen frente a la usurpación, restricciones económicas y sociales, solo se preocupa de mantener una apariencia mentirosa de democracia social aliada a los intereses del crimen internacional y de países explotadores que solo desean poner un pie en América para reventar las democracias, invadir con sus armas, tecnologías y sus mercenarios al territorio venezolano y extraer sin límites sus recursos, apoderarse de instituciones y empresas cual vulgares conquistadores de todo un país.
Para lograr la apariencia anotada, su poder, producto no de las armas guerrilleras, sino de un sistema de votación corrompido y no reconocido, planifica celebrar las elecciones parlamentarias para así apoderarse del último reducto parcialmente democrático y, preservar su estructura viciosa, nombra a sus acólitos para dirigirlo, preparan una pantomima electoral y someten a sus colaboradores a sus rediles, y a una serie de micropartidos creados para simular oposición reforzando esa estrategia con los partidos tradicionales a los cuales secuestran con militantes a efectos a ellos, o los transforma en cómplices. Como titiriteros montan un teatro o pantomima, para pregonar que los partidos tradicionales fueron voluntariamente a elecciones y tendrán una representación en la Asamblea Nacional, obviamente minoritaria.
En diciembre de este año pregonarán que son legítimos, que su poder emana de elecciones transparentes, y que son producto de la práctica democrática. Se estabilizarán frente a los países que no los apoyaron y estos, seguramente, darán marcha atrás como consecuencia de que los venezolanos han elegido su destino fatal.
Veremos entonces a los venezolanos en las cafeterías del exterior soñando con tumbar un gobierno comunista, y pasarán años como los cubanos del norte, añorando tiempos idos y que por supuesto no pudieron resolver esperando que otros lo hicieran. Se diluirán en la línea del tiempo, incluyendo a sus descendientes que incluso ya perdieron el interés por el terruño, e incluso, ya les fastidia hablar de su país, usar el idioma castellano y claramente se están transculturizando. Eso es lo que nos espera ante la tozudez de la dirigencia, de preservar sus propios intereses y del egoísmo que los ciega totalmente y la distancia de los problemas populares.
Pero sí hay opciones, llegó la hora de nuclearse alrededor del objetivo de sacar a los secuestradores del poder, expulsar a los invasores, echar a los cómplices, mediante un nuevo liderazgo emergente que será guía superior de la libertad y la democratización. Llegó la hora de que lideres experimentados y reconocidos, nacionales e internacionales, que los hay por docenas, se agrupen y constituyan un gobierno de emergencia, y no vengan con el cuento de que quién los eligió; en realidad los elige su influencia, responsabilidad ciudadana y el amor a su país. Ese gobierno transitorio será el nuevo interlocutor ante las fuerzas de la coalición internacional, que nos concretará la ayuda humanitaria sustentada en gente que sí quiere el cambio, que tiene un ejército civil desparramado interna y externamente bajo la dirección de quien sí sabe de seguridad, y todos lograremos la ayuda al pueblo para sacudirse las siete plagas, instalar un gobierno democrático y restablecer su orden en todos sus aspectos.
Dejémonos de exquisiteces legales, el venezolano es de por sí democrático, tiene valores escondidos y, lógicamente, desea que su dirigencia sea elegida por un sistema que valide esa representación. Ello se consigue en unas elecciones libres y democráticas, no en medio de la destrucción y de la plaga. Con esas condiciones no se pueden elegir a dirigentes a través de la precariedad de las redes sociales, ni con encuestas o elecciones prefabricados, no seamos inocentes ante la gravedad y la urgencia, si queremos país, debemos sacudir a los que no pudieron o no quisieron, asumir la posta con vigor y valor, se deben llamar a los más competentes, dar soporte a la colisión militar que no les interesa solamente un país, sino el continente y su sistema democrático. No nos van a hacer el trabajo, tenemos que hacerlo nosotros con su ayuda dentro de los límites de la geopolítica internacional.
El liderazgo emergente, integrado por líderes de verdad que todos conocemos, de trayectoria y probidad, deben asumir su responsabilidad, no se pueden seguir manteniendo posiciones egoístas, sino por el contrario, autoconvocarse y asumir la dirección de un país que está en otras manos, no venezolanas, sino aliadas a los intereses bastardos de la corrupción, hacer frente a una fuerza militar que hay que purgar y deslastrase de los bandidos fabricantes de los males que asolan como langosta todo el territorio nacional. Nadie debe preservar sus intereses, sino a través de una entidad superior cuyo obejtivo y dirección es la libertad y la democracia de Venezuela.