jueves, noviembre 14, 2024
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OPINIÓN-Gustavo Coronel: La Venezuela que hubiera deseado dejar de Castro y Gómez a Chávez y Maduro: Una trágica involución

Casi 90 años después de haber nacido en una Venezuela dominada por un arriero, quien la mantuvo en el atraso con la complicidad de las élites, veo llegar el final de mi vida contemplando un país en aún peor situación, dominado por un inculto exchofer reposero, impuesto a su vez por un paracaidista narcisista.
Uno pensaría que 90 años hubiese sido tiempo suficiente para que un país de mediano tamaño, de relativa baja población, lleno de selvas, ríos y campos fértiles, bendecido con abundantes recursos minerales, pudiese haber llegado a ser un país medianamente desarrollado, de sociedad educada, con una masa crítica de buenos ciudadanos. Venezuela hubiese podido ser un remanso de cordialidad y solidaridad social, en el cual la población nativa y aquellos venidos al país en búsqueda de felicidad hubiesen logrado en armonía un nivel adecuado de vida y de gobernanza democrática. Estuvimos cerca de lograrlo.
Esa es la Venezuela que me gustaría haber visto viva a mi partida.
No ha sido así. La Venezuela de 2021 es un país inferior a la Venezuela de 1933. En los últimos años de la dictadura de Juan Vicente Gómez, con el dictador empequeñecido por los achaques de la edad, los venezolanos intuían que se acercaba el amanecer. Hoy día los venezolanos se han rendido ante un régimen cruel e ignorante apoyado por una traidora fuerza armada, obligados a negociar con asesinos y ladrones a fin de comprar, mediante el dando y dando, algunos alivios a su triste situación.
En la Venezuela que terminaba con Gómez, crecía una industria petrolera que llevaría a Venezuela a ser una de las grandes potencias mundiales en este sector. En la Venezuela de Chávez/Maduro esa industria ha sido destruida por la corrupción y la ignorancia y su futuro está en duda, debido a las tendencias energéticas que parecen llevar al progresivo remplazo de los combustibles fósiles por fuentes más limpias de energía.
En la Venezuela que terminaba con Gómez se veía aflorar una generación de vigorosos líderes, la llamada Generación del 28. Hoy en día el liderazgo de oposición a la dictadura ha resultado ser, con algunas vigorosas excepciones, blandengue, de un desbordado pragmatismo y de elásticos principios.
La Venezuela de hoy es una sociedad empobrecida y embrutecida por 20 años de groseros gobiernos, reducida a aceptar limosnas para sobrevivir, resignada a la pérdida de sus derechos y olvidada ya la aspiración de ser país del primer mundo en aras de lograr una precaria supervivencia. Ha sido llamada un estado forajido y un estado fallido, con un PIB per cápita casi inferior al de Haití, después de haber sido – en las décadas de 1960-1970, el país más próspero de la región.
Esta Venezuela que dejamos ha sido un fracaso, tanto por lo que ha llegado a ser como por el colapso de lo que pudo haber sido.
Será necesario hacer un sincero y descarnado inventario de nuestros recursos espirituales, éticos y materiales, para trazarse una nueva ruta que pueda llevarnos al rescate de nuestro orgullo y dignidad nacional. Para ello deberá comenzarse por crear nuevas generaciones de buenos ciudadanos activos, sin los cuales ninguna riqueza o ventaja geográfica o natural podrá garantizarnos el retorno a la comunidad de las naciones civilizadas. En promover esta labor de reconstrucción espiritual invertiré el tiempo que me resta de existencia.
Convoco a pensar seriamente en los mitos y leyendas de los cuales nos hemos nutrido, en los falsos ídolos que hemos adorado. Llamo a pensar seriamente en las actitudes que deben prevalecer en una sociedad que se pretenda civilizada, no aquellas complacientes con el poder dictatorial sino las empeñadas en vivir en libertad y en democracia a costa de los sacrificios que sean necesarios.
Al ver la situación actual del país y sus escasas posibilidades de recuperación a corto o mediano plazo se nos vienen a la memoria las trágicas palabras de Carlos Andrés Pérez: “hubiera preferido otra muerte”.

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