¿Qué tienen en común personajes como Pablo Stefanoni, Martin Sivak, Bruno Fornillo y Stella Calloni? Dos cosas. Primero que son militantes de izquierda. Y segundo, fueron, todavía lo son, los encargados de construir el relato de Evo Morales como máximo representante de la causa indígena. Veamos.
Al comenzar los años 90, la
izquierda se había quedado sin soporte económico (la URSS ya no existía) ni bandera ideológica. Fue en ese contexto donde los intelectuales socialistas —reagrupados en el Foro de Sao Paulo— echaron mano de los temas y personajes más variopintos, entre ellos, Evo Morales.
Una vez seleccionado Morales, faltaba un instrumento que permita construir lobby con universidades y medios de prensa. Entonces, recurrieron a la creación de las ONGs. Instituciones, que bajo el paraguas de una entrañable preocupación por los «pobres» e «indígenas», permitieron rearticularse a toda la tropa izquierdista alrededor de periodistas e instituciones educativas. Además, de acceder a los fondos provistos por magnates de la filantropía revolucionaria como George Soros.
Emilio Martínez, autor del libro Ciudadano X, en una entrevista al periódico Página siete, manifestó lo siguiente: «Lo que hablo sobre Evo y Soros es más una cuestión de apoyo político, antes de su llegada a la presidencia, de cómo varias ONGs ligadas a Soros fueron promoviendo a Morales en los
distintos foros internacionales, llevándolo a distintos eventos».
Por su parte, el mismo Pablo Stefanoni confiesa lo siguiente: «Desde los 80, en Bolivia diversas instituciones y ONGs comienzan a mostrar una creciente preocupación por el medio ambiente y la defensa de los pueblos indígenas. Proceso que se ve fortalecido por el surgimiento de los cocaleros y su defensa de la ‘hoja sagrada’».
Pero eso que tan románticamente describe Stafanoni, no era más que marchas y bloqueos que pusieron en jaque a todo el país. Además, de cobrar la vida de varios oficiales del orden, por ejemplo, el teniente de policía David Andrade (que antes de morir, tuvo que presenciar la violación de su esposa).
Debemos admitir algo: la estrategia fue todo un éxito. Ya que a un iletrado Evo Morales, lo acabaron convirtiendo en dirigente internacional de la causa cocalera y, posteriormente, en presidente de Bolivia.
Una vez en el poder, Morales —obviamente, siguiendo órdenes de toda la recua socialista— cambió la constitución, desmanteló la justicia y centralizó la actividad económica —especialmente, desde la nacionalización de la industria gasífera—. En resumen, el Estado plurinacional es un remedo de país construido a imagen y semejanza de Morales. Cuya únicas metas eran el atornillamiento en el poder del dirigente cocalero y la expansión del proyecto castrista en la región.
Por eso, las fuerzas ciudadanas y políticas (las pocas que no son funcionales a la tiranía) deben tener como primer y principal objetivo la recuperación de la República de Bolivia. Esto significa recuperar las condiciones para llevar a cabo elecciones libres, el Estado de derecho y los
marcos institucionales que permiten la sana convivencia.
Porque pretender ir a elecciones con la actual Constitución y con un órgano electoral sometido al evismo es validar la tiranía. Por añadidura, darle al régimen la apariencia democrática que tanto le interesa mantener en el extranjero.