Como todas las evidencias surgidas sobre violaciones de los derechos humanos por parte de la dictadura de Maduro las revelaciones que trascienden en el informe son tan repugnantes como dolorosas donde la maldad sobrepasa incluso los códigos de las mafias y se adhiere al registro de la ignominia que ha de amalgamar el peor castigo posible de la justicia.
El régimen no solo ha abultado en su dossier crímenes contra líderes o militantes de la oposición. En su colección construida por su avaricia y el miedo a perder el poder, la dictadura ha encarcelado a ciudadanos cuya actividad ni siquiera cabe bajo la definición de activismo político.
Respecto al “sippenhaft” los casos son más de los que han trascendido, ejecutados mientras la élite del régimen ha enviado a sus familiares fuera del país hacia lugares exóticos e incluso reinos del capitalismo, para protegerlos del reclamo de justicia del pueblo. Nadie puede olvidar el teatro que montó Jorge Rodríguez porque dos de su descendencia fueron increpados por venezolanos en el extranjero en calles de ciudades diferentes. Y aunque en lo personal soy enemiga del escrache y más si de trata de personas distintas a los responsables de los delitos, nada se puede comparar con la tortura de los jefes del régimen sobre gente desvalida. Porque hasta en la cama de un hospital una mujer fue agredida mientras recibía tratamiento para el cáncer que sufría. Me refiero a la mamá de Juan Guaidó.
La misión de la Determinación de los Hechos también refiere el caso de Carlos Marrón a quien agentes de la DGCIM le secuestraron su padre para obligarlo a regresar a Venezuela; al coronel Oswaldo García Palomo a quien le secuestraron familiares en dos ocasiones para que saliera de la clandestinidad; al hijo de Omar Lares, alcalde de Ejido, estado Mérida, que lo sacaron de su casa mientras dormía, lo golpearon y rociaron con gasolina bajo la amenaza de prenderle fuego, y lo mantuvieron diez meses preso sin causa, sin proceso, sin un solo sustento jurídico.
En cuanto al presidente interino Juan Guaidó, los castigos a través de su entorno no han cesado desde que se juramentó en enero de 2019. Además de su mamá que tuvo que salir del país, otros familiares -entre ellos su esposa, estando embarazada junto a su pequeña hija- así como amigos o miembros de su equipo de trabajo, han sido agredidos, amenazados y/o encarcelados.
Me comentaba un investigador de violaciones a los DDHH, tal vez con una mirada optimista, que hay que darle valor especial al esfuerzo de la misión de la ONU para visibilizar y enfocar al régimen aplicando la técnica criminal “sippenhaft”. Documentar elementos comunes entre la dictadura venezolana con el nazismo retrata la impiedad y el talante sanguinario de Maduro. Y esa etiqueta trasciende hacia la comunidad internacional.
Fuente: Diario las Américas