Las dictaduras, siempre que sean de izquierdas, tienen muchos amigos. Cuba no ha sido una excepción. Recordemos las épicas batallas del ex juez Garzón contra Videla y Pinochet, generales que violaron los derechos humanos. Ahora bien, el valiente Garzón nunca le tosió a Fidel Castro. Claro, en Cuba no se violan los derechos humanos. Más aún, el régimen comunista integró la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.
Normal: la izquierda siempre ha tenido en las burocracias internacionales un gran peso político, y esas mismas burocracias condenaron las dictaduras chilena y argentina, pero no, o nunca tanto, la cubana. De hecho, insistieron en que se terminara el bloqueo de EE. UU., como si de él derivaran la miseria y la opresión del pueblo de Cuba, cuya responsabilidad recae fundamentalmente en la casta comunista que lo tiraniza desde 1959.
Los criminales de la izquierda tuvieron y siguen teniendo amigos en España. Ha sido ilustrativo volver a ver a los ultras extender la tinta del calamar, como hicieron durante décadas con Stalin o Mao. Afirmaron seriamente los héroes de Unidas Podemos que Cuba no es una dictadura, y que, si hay que condenar a alguien por los contratiempos y sinsabores de los cubanos, ese alguien es EE. UU. Ojo, y también Israel. Ya ve usted, señora, cuánto se parecen estos progres a los nazis.
La dictadura comunista cubana también tiene amigos en América Latina, como en mi Argentina natal, cuyo bochornoso presidente, Alberto Fernández, repitió el camelo del bloqueo, y afirmó desconocer lo que sucedía en el país que oprime su amigo Miguel Díaz-Canel.
Aunque el señor Fernández prefiera no enterarse de que el socialismo es servidumbre y pobreza, nosotros nos enteramos de algo que revela su pensamiento. Hace pocos días afirmó: “la libertad no es un acto individual, porque la libertad entendida como un derecho individual es un tremendo acto de egoísmo; la libertad es un acto colectivo; lo que garantiza la libertad es precisamente vivir en una sociedad libre, autónoma, independiente, capaz de construir su propio futuro, de garantizar su propio destino”. Como señaló el profesor Enrique Aguilar, en el diario argentino El Economista, este dislate totalitario, que identifica Estado con sociedad, arrasa con todo el constitucionalismo, disuelve al individuo y lo expone a las mayores violaciones de sus derechos y libertades. O sea, lo que sucede en Cuba.
Fuente: PanamPost