El mundo tiene presente a Estados Unidos por el incuestionable desarrollo político, económico y social. Pero, asimismo, militar.
En América Latina no deja de vérsele con recelo, pero ante sus crisis demanda cooperación. Venezuela no escapa de la dicotomía, aunque en los últimos años, dado “el cataclismo” que la afecta, ha edificado una especie de “partnership” con Washington, a fin de poner término al gobierno que la manda, el cual exhala “odio al imperio”.
La administración Trump cooperó para que el empequeñecido país saliera de las huestes de ese régimen, pero no se logró. Hoy, el último es propietario del territorio, de las gentes y de los poderes. Para Ibsen Martínez las sanciones causaron efectos en el pueblo, mas no al gobierno. En las personales son contados los presos y pocos comisos en fortunas mal habidas. El desengaño cierra con las elecciones del 6 de diciembre para la escogencia de la Asamblea Nacional con mayoría absoluta de comprometidos con el régimen. La oposición, no participó.
Ese es el escenario de Venezuela para Joe Biden y Kamala Harris, por lo que sería pertinente definir la cooperación de Washington. Privará que “las sanciones son populares entre el electorado del país que sanciona, pero no para la población que padece al gobierno sancionado”. No es descartable, por tanto, que se abogue “por alivio de las castigos” (Martínez). Asimismo, que no se concretó una intervención militar, manoseada por venezolanos, incluyendo a dirigentes políticos, ante la cual “la cúpula militar criolla”, en su imaginería, pensaba que la derrotaría como a los españoles en “Carabobo”. Los menos ostentosos, tal vez, convencidos de que Estados Unidos tiene sus propios enredos.
Un horizonte incierto se presagiaba ante un triunfo demócrata, hoy atenuado por la reiteración de la inconstitucionalidad de la Asamblea Nacional de diciembre; pero, además, que los “gobiernos que se originan, como afirma Rodrigo Borja, al margen de la ley, han de calificarse “de facto”. Es la confrontación de la fuerza ante la consagración formal de las constituciones, tipificada porque la primera priva. Un serio problema en América Latina y fuera de ella.
“El título de origen” del régimen de Caracas está viciado, pues nació de la falsificación de la voluntad popular. El periplo es cómo salir de él, teniendo presente que bastante se ha hecho. La disyuntiva, entre una metodología para un gobierno de facto camino a uno constitucionalmente legítimo. La otra, de Gene Sharp en su libro De la dictadura a la democracia. Un arreglo con el dictador para que reduzcan progresivamente la “protestas” que ejerce en procura de una democracia, posibilidad bastante improbable en un país carente de una enérgica oposición democrática. Los dictadores, para el filósofo, acostumbran negociar para salvar sus riquezas. La conclusión de Sharp toca una hipótesis lejana de la realidad, cuanto menos, en lo concerniente a los pueblos que no han logrado una democracia y dejarán este mundo, probablemente, sin conocerla. El politólogo reitera: 1. Es posible liberarse de las dictaduras; 2. Una estrategia eficaz ha de concebirse y 3. Vigilancia, trabajo arduo y lucha disciplinada, a un precio muy alto. No puede negarse que roza cercanamente la realidad al admitir que “la libertad no es gratis”, pero, tal vez, más en lo concerniente a Venezuela al acotar: “Ninguna fuerza externa vendrá a darle al pueblo oprimido la libertad que tanto anhela”. En ese camino, sin duda, han transitado los países de América Latina y con contadas excepciones. Pero también aquellos de otros lejanos lados, implorando auxilio a Estados Unidos, asumiendo que es “garante de las paz de la humanidad”.
Ha de tomarse en cuenta, adicionalmente, que las intervenciones, incluyendo las militares, suelen originarse en atención a intereses particulares del “Estado interventor”, en muchos casos esgrimiéndose banderas altruistas, como establecer barreras al comunismo. También para promover reformas democráticas y el Estado de Derecho. Para el chileno Sergio Bitar, “la estrategia, alimentada por la defensa de intereses de empresas privadas, asistencia para el desarrollo económico y resguardar el sistema de libre mercado”. Concluye el exministro de Allende, Lagos y Bachelet, que “la política económica externa del norte se ha utilizado primariamente para respaldar gobiernos de interés para la administración norteamericana”. La estrategia debería, por tanto, definir cuál motivación tendrían Biden y Harris para una intervención. Asimismo, claridad con respecto a las consecuencias.
“El coloso del norte” para 2021 no las tiene fácil. Para el periodista de The New York Times, Nicholas Kristof, los datos pintan una imagen alarmante. “Es como si fuéramos un país en desarrollo” y bastante lejos de Noruega, Dinamarca, Finlandia y Nueva Zelanda.
La situación, en un contexto real, es, pues, preocupante. El premio Nobel de Economía Paul Krugman plantea que “el plan de Joe Biden, para afrontar nuestras calamidades económicas, ha de ser eficaz”.
Las conclusiones, nada sencillas. Pues del alboroto habría que incluir, no solo a Venezuela, Brasil, Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia y Argentina. Además, Chile, el ejemplo de democracia social, hundido entre protestas con la consigna “Váyanse”, dirigida no únicamente a los gobernantes. También a políticos.
No se desdeña arbitrar acuerdos con “los gobiernos de facto”, sin pretender resolver en un único paso temas intrincados, como la justicia de transición y la relación entre el mundo civil y el militar, pues podían abordarse en etapas subsecuentes. Es mejor un acuerdo en los procedimientos para obtener y competir ampliamente por el poder público, ya que los ajustes pudieran realizarse en el futuro (Lowenthal / Bitar). Se lee que ello fue importante para las transiciones a la democracia en Brasil, Chile, Ghana, Indonesia, México, Filipinas, Polonia, Suráfrica y España.
Un agregado final que agudiza la situación es el libro El mundo cambió, de César Vidal, quien acopia postulados extraños en la “la estrategia demócrata”.
Los artículos “El dilema de Joe: ¿paz o justicia?” (Moisés Naím), “Joe Biden en el poder” (Carlos A. Montaner) y Los retos de Biden con Venezuela (David Smilde) revelan alternativas y dificultades.
Luchar, pero bien, unidos, organizadamente y con eficiencia pareciera la consigna.
Fuente: El Nacional