En diciembre de 2020, no obstante la tragedia, unos cuantos celebraron el fin de año. Algunos, los menos, con mesas suculentas; otros con contados manjares y una gran mayoría resignada con poco o nada. La democratización del whiskey de los 40 -50 años disfrutado, en el caso por ejemplo de Venezuela, antes de la mal denominada “revolución”, quedó como privilegio de gobernantes y amanuenses. Del Johnnie Walker, el fino liquido de Escocia, se pasó a la “caña blanca”, ante cuyo ofrecimiento otrora solía arrugarse la cara.
Ese mes, en el país caribeño, pareciera confirmar la alteración del ADN de una célula que se descompone, creciendo sin control, convirtiéndose en maligna. La Constitución, objeto de obscenas transgresiones, los derechos humanos sin respetarse y las pautas democráticas desconocidas. El país es víctima, entonces, de “un carcinoma constitucional”, sin unidad en lo atinente a la terapia para su alivio, más probable que la curación.
No es desacertado preguntarse si así estará todo el mundo, sonando lógico tomar en cuenta que el “Estado de Derecho” se sustenta en la sujeción del gobierno, los demás poderes públicos y el pueblo a la ley. Pero cada día se teje una “telaraña” para denunciar que lo convenido constitucionalmente termina en “un suplicio” ante quienes detentan la autoridad. Y en casi todos los casos, sin importar si aquellos que gobiernan lo hacen por mandato popular o no.
La American Cancer Society aconseja un plan ante el carcinoma por la diversidad del tratamiento (cirugía, quimioterapia, radioterapia, inmunoterapia, trasplante de células y las terapias dirigida y hormonal). “El cangrejo”, como lo denominara Hipócrates, agotaría las recetas, pues las ramificaciones del “cáncer” no se reducen a las violaciones constitucionales directas, porque a ellas han de agregarse las indirectas, en lo formal, “las parlamentarias, legislativas y judiciales, reglamentarias y administrativas”. Pero en lo sustancial, las atinentes a la moral, religión y honestidad. Y apuntación particular merece “la hambruna”, la pata más larga del “crustáceo”.
No hay instancia donde no alarme la crisis del país caribeño, opuesta a la apreciación del propio Bolívar con respecto al “mejor gobierno”, como aquel capaz de generar “felicidad, seguridad social y estabilidad política”. En 70% se contrajo la economía entre 2013-2019, ubicándose en el contexto de los trances más peligrosos del mundo. Adicionemos, consecuencialmente, el descenso de la posibilidad adquisitiva de los hogares, el incremento de la indigencia y la acentuación de las desigualdades sociales. En rigor, un inimaginable caos, jamás confrontado.
Es de observar que hace más de 2.000 años la monarquía, tiranía, oligarquía y democracia, como formas para la organización de las sociedades, fueron familiares a Platón y Aristóteles. Pero también que el estilo de gobierno que encontramos hoy en Venezuela y otros países están familiarizados con Lenin en Rusia, iniciándose el año l917, modelo seguido por la mayoría de los autócratas. Anne Applebaum denuncia “la atractiva seducción del autoritarismo”, determinante en la política y en una “polarización” que golpea a la democracia, pero con la gravedad de que el odio entre unos y otros no es personal, es político. En Polonia un segmento de dirigentes se mantiene como “pro-rule-of law y pro-market center right”, prosiguiendo en partidos alineados con la democracia cristiana europea y los liberales de Francia y Holanda. Del otro lado está el partido Ley y Justicia, el cual ha abrazado ideas contrapuestas cercanas a la xenofobia y la paranoia. Ello derivación, particularmente, del despotismo, o sea, de un gobierno absoluto, no limitado por las leyes.
El radicalismo del citado partido conllevó a que la “carta magna” polaca empezara a irrespetarse, a través, entre otras, de providencias relativas al nombramiento de jueces de la Corte Constitucional que favorecieran al gobierno. Pero, además, con el agravante de que los magistrados que se atrevieran a cuestionar medidas del Poder Ejecutivo fuesen sancionados. Adicionalmente, se apropiaron de los medios de comunicación tradicionales y ultramodernos, con la gravedad como alimento para el descontento de que la gente sabía que los gastos para la estrategia se sufragaban con la tributación por ella pagada. Se trata en criterio de la académica, no de una filosofía, más bien de un operativo para resaltar las élites políticas, culturales y financieras, facilitando la tenencia del poder. La antítesis proseguiría siendo “la democracia”, puesto que en ella privan, por lo menos, teóricamente, las diferentes maneras de participación, como el derecho al sufragio, la consideración de la meritocracia para acceder a los altos niveles en educación y el servicio público. Y finalmente el libre mercado. Por tanto, en criterio de la autora del libro Twilight of Democracy, la conclusión pareciera ser que la participación en la lucha democrática, a través de los mecanismos que ella ofrece, termina siendo la más justa y eficiente vía para la distribución del poder. Sin embargo, no se está contento con la realidad, ni con el resultado, base para corroborar que hay, por lo menos, similitudes entre Polonia y Venezuela. No parecieran agotarse en la admiración de ambos pueblos por Juan Pablo II.
Una iniciativa adelantada en Venezuela el pasado diciembre pareciera haber generado alguna esperanza en lo concerniente al alivio del “carcinoma”. Se hace referencia a “la consulta plebiscitaria”, adelantada por la Asamblea Nacional democrática, mediante la cual el pueblo, a través del voto, desconoció la escogencia de los diputados que hoy integran la que el gobierno quería y ratificó la imperativa necesidad de luchar para el rescate de la institucionalidad. El régimen, acudiendo a “la apariencia constitucional”, tiene hoy su propio Poder Legislativo, lo que confirma “el olor a dictadura”. El galeno afirmaría que “el carcinoma” pudiera hacer metástasis, pues el país luce enfermo y en medio de dos pandemias, el covid-19 y el “cangrejo constitucional”. Pero, además, inserta en las contradicciones en las que se mueven las sociedades democráticas, incluso las reconocidas por su estabilidad. Ese es su “dilema”.
Dios quiera que nuestra “desidia” induzca a la “laboriosidad” para no cometer tan costosos errores y alcanzar definitivamente “la patria próspera”.