Los españoles y suramericanos quedaron signados, tanto por el coloniaje como por la independencia. Nos entendemos, congeniamos y sonreímos, pero nos cuesta franquearnos. Tal vez, como en Estados Unidos con respecto a blancos y negros, donde la separación, a pesar de los esfuerzos, incluso de la propia Corte Suprema, en defensa del principio de igualdad, a la integración entre unos y otros todavía le falta. Y bastante, como pareciera revelarlo Philip Roth en La mancha humana.
En esa escena, pero en el capítulo más complicado, se ha propuesto actuar Josep Borrell, español, militante del PSOE y actual alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Mr. Borrell, ingeniero, pero cedido a la economía y con master en Stanford, se ha destacado en el academicismo, inclusive en Francia. Voluntad y preparación ha de asumirse que asisten a este catalán de 74 años. Útiles han de ser en la faena de haber incorporado en la agenda y entre los primeros al tema de “las Américas” y particularmente el de “Venezuela”.
El alto comisionado no realizará esfuerzos en lo tocante a la mitad del “Venezuelan package”, pues es ya lo que los abogados con training en evidencias califican como “hecho notorio”, por lo que el juez lo asumirá como cierto sin necesidad de que sea probado en tribunales. Se está haciendo referencia, como lo asumirá Borrell a “la destrucción del citado país” que para la fecha no ha de haber persona en el universo que lo niegue, cualesquiera sea la inclinación política. El ingeniero trabajaría, por tanto, en el otro 50% del paquete, esto es como “embaldosar un procedimiento para el rescate de la democracia”, convencido que de esa manera quedaría debidamente aceitada la maquinaria para la prosperidad de los venezolanos. La propuesta del catalán, en esencia instrumental, induce a recordar la conocida expresión “lo primero es lo primero”. Para la esencia del constitucionalismo, en rigor, que la soberanía popular se exprese bajo reglas objetivas, sin maniobras, ni maquillajes perversos de los resultados electorales, tanto previos como posteriores. O sea, que el pueblo decida conforme a las pautas de la ley, lo que por argumento a contrario existe la convicción de que el gobierno, los jueces y los legisladores de hoy no gozan de legitimidad y son además causantes del “desenladrillamiento” de Caracas.
La iniciativa, para “the media”, se redondea en Bruselas en encuentro casual de Borrell con Antony Blinken, secretario de Estado estadounidense, camino a un entendimiento entre el gobierno de Maduro y la oposición en aras de la realización de elecciones objetivas encaminadas a que los venezolanos sufraguen para elegir nuevas autoridades. A cambio y por vía de contraprestación se convendría en suavizar las sanciones aplicadas al jefe de Estado y altos ejecutivos y otras que limitan la operatividad del gobierno en lo relativo al comercio, la industria y el sector empresarial, en criterio de quienes mandan motivo del “desmadre humanitario”. Esto es, los personeros del gobierno, legalmente hablando, son inimputables. No han sido los causantes.
La interesante dupla Blinken-Borrell se auxiliaría con Noruega, calificada por el PhD chileno Iván Witker como “la máquina que exorciza los conflictos suramericanos”, así como en “puros nidos de ideas pérfidas”, entre otros, el Medio Oriente, España vs ETA y Sri Lanka y el grupo terrorista Los Tigres Tamiles. Mr. Witker no es del todo optimista con respecto a lo que llama “el polvorín venezolano”, pues las partes no saben cómo alcanzar sus objetivos, pero, tampoco “para qué. Adicionalmente, los interlocutores, atrapados por intereses foráneos poderosos. No ha de olvidarse que bajo Trump se iniciaron conversaciones, con la participación de los noruegos, con la consecuencial “patada a la mesa” por el gobierno, no obstante, la amenaza “all de options are on the table” y la anuencia por parte de Estados Unidos de la denominada “hoja de ruta”.
Mr. Borrell ha de tomar en cuenta, además, que el régimen político que dispone en Venezuela se ha calificado como “democracia uniformada”, para hacer alusión al “poder militar que la sustenta” y que desde el principio de Chávez los soldados se insertaron en actividades lucrativas, por lo que al mirarse se contestan “para qué cambiar si estamos bien y como nunca”. En la tesis “Orígenes y alcances del poder militar en la Venezuela actual”, de Xavier Rodríguez-Franco, abundan argumentos que justifican la apreciación. A la dupla Blinken-Borrell la ilustrará al respecto Dag Halvor Nylander, exembajador de Noruega en Argentina y en Colombia, elogiado “por mantener actualizadas las estrategias que han generado confianza y enmarcar agendas con lógica de continuidad y avance”, como se le reconoció en el proceso de paz de Colombia y el ELN. Hoy con consecuencias no del todo agradables.
El planteamiento de Borrell ¿encajará con sus habilidades, sumadas a las de Blinken? Tal vez sea una pregunta pertinente por los venezolanos, estáticos ante la desesperanza. Fórmulas más expeditas, incluyendo las tradicionales y no desconocidas, no dejan de tenerse presente, pues el hambre es germinadora de la prontitud, particularmente en un pueblo que la sufre no solo en el estómago, también en el alma.