El tema lleva a preguntamos si somos ciudadanos, víctimas, como hemos sido, del coloniaje o de un símil. Evan Abimbola, mitad de Uganda y del Alto Nilo, enseñante de “metodismo” y de esposa boliviana, manifiesta su escepticismo acerca del marcaje de la colonia en el desarrollo. El disertante Ji-hyun Jun, coreano y profesor emérito de Monash University, en Melbourne, se limita a escucharlo.
Estimo importante demarcar, dice Jun, que la colonización española en América suele parangonarse con la inglesa en los EEUU, pues como las metodologías no fueron uniformes, las consecuencias, lógicamente, contrapuestas. Acudamos a las Nogales estadounidense y mexicana, con la misma población, cultura y situación geográfica, la primera rica y la otra pobre. En la de Arizona la renta media de un hogar, $ 30.000 anual, en la segunda un tercio y la mayor parte de los adultos, opuestamente a la de USA, no posee título de secundaria, ni acceso a los servicios sanitarios. Sus habitantes, no longevos como en la última. El motivo, “Nogales Arizona está en Estados Unidos, la de Sonora en México”.
La causa, entonces, ligada a las políticas inclusivas o las extractivas y en medio de ellas “el determinismo geográfico”, admitiéndose que la cultura británica contribuyó al progreso de EEUU. No así la española en América. La caraqueña Juana Mendoza, sobresaliente en hidrocarburos, plantea que “la riqueza petrolera en manos del Estado, lo hace más rico, pero al pueblo más pobre”. Pudiéramos adjuntar otra causa del subdesarrollo. El profesor observa que Norteamérica para fortalecer la producción, entre otras providencias, atrajo a colonos europeos, prosiguiendo la trayectoria institucional. No de ruptura. No así los españoles en Perú, un Estado centralizado y extractivo, lo apropiaron, explotando a los colonos para sustentarlo. No olvidar, tampoco, que las corporaciones extranjeras en países productores provienen de naciones desarrolladas, contraproducente a la igualdad social en ausencia de pautas justas. Pienso, más bien, que la causa es la misma, con la variable que Mendoza plantea, pero observando, asimismo, que en los territorios ricos en materia prima los proventos no destinan a consolidar sociedades prósperas. Las élites se las apropian. Prosiguen como la Nogales mexicana.
Hemos de reafirmar, consecuencialmente, que las disimilitudes sociales derivan, en lo relativo al pasado, de las circunstancias históricas del colonialismo. Pero hoy del imperialismo, el dogmatismo hermético y el racismo. Escenario ante el cual las repúblicas calificadas “de papel”, se limitan a sustituir, no la odiosa metodología, más bien a continuarla por grupúsculos que con banderas en apariencia contrarias a la práctica acceden al poder. El dominador obstaculiza el ascenso del subalterno, para que prosiga como sujeto sin derechos. Una dominación extranjera da paso a una criolla.
No deberíamos dudar, entonces, de estas particularidades nutriente de la división de países ricos y pobres. Pero lo peor es que prosigue, adiciona Margarita Correa, pues se estima que en los últimos carecemos de idoneidad para elegir gobernadores, controlarles, destituirles y enjuiciarles. Somos pseudociudadanos.
Jun obvia el planteamiento y manifiesta que Moisés Naím se refiere a «la maldición de los recursos naturales», empobrecedora de los pueblos y dice que “el petróleo no es oro negro, sino el excremento del diablo”, por lo que los países con recursos naturales crecen poco. Se trataría entonces, aprovechando que estamos en Cartagena, de circunstancias determinantes de la hecatombe suramericana, entre ellas, el coloniaje y la pseudociudadanía. No dudo, afirma la ecuatoriana Correa.
Perdonen que interrumpa, dice el psiquiatra argentino Santiago Kirchner, pero deberíamos referirnos a la presunción conforme a la cual como el liderazgo está asociado a la genética, las etapas de relativo desarrollo en el tercer mundo han sido alcanzadas por gobiernos conducidos por gobernantes que tuvieron la suerte de una cadena de genes con relativas desviaciones. Por lo menos, así pareciera haber sucedido en Argentina cuando llegó a ser uno de los graneros más grandes del mundo y en Venezuela bajo su democracia. Creo que va unido al liderazgo pragmático como el de Lee Kuan en Singapur, Pierre Trudeaou, en Canadá y Paul Kagame, en Ruanda. Resultados, mejores que líderes ideológicos y populistas.
El jurista bogotano Julio Gallardo propone tomar en cuenta Simón Rodríguez, convencido de la educación en las américas para edificar una ciudadanía activa, crítica y creativa, al convertirse en repúblicas. Percibió, por la originalidad de esas sociedades, la perentoria necesidad del status civitatis. Para él, puntal de las nuevas repúblicas. Es una constatación de que la colonia manejó súbditos. Y sin revolución proseguiremos, afirma el cubano Ernesto Guevara.
Al manifestarles nuestro más sincero agradecimiento por la invitación, expresa el emérito de Monash University, os llamo a reaccionar contra la opresión, cualquiera sea su fuente. No importa, si colonia, coloniaje, colonialismo, imperialismo, dogmatismo hermético o racismo. Hemos de “indignarnos” para reclamar, con todo vigor, “la erradicación de nuestras mentes y conductas de todo residuo de dominación, para no ser el idiota social con mentalidad conformista y sumisa.”
No escudarse en la dominación de unos con respecto a otros y luchar contra la conformidad como ciudadanos subalternos. Hago mía, rogándoles que sea, también, vuestra, la frase del ilustre Simón Rodríguez “Take the Good and Leave the Bad”, la cual interpreto “Del coloniaje lo bueno, desechen lo malo”. Coraje el de Don Simón. Por cierto, ductor de Bolívar, El gigante.
La disertación finaliza con Juana Mendoza de pie recitando la moción de Carlos Blanco, de que “al amparo del TIAR y de la OEA, se invoque una operación para rescatar el territorio, estabilizar la situación doméstica y reconstruir a Venezuela, pues sola no puede”. Aplausos, intensos.
Ji-hyun Jun se retira preocupado porque, para Blanco, Venezuela está tomada por un ejército de ocupación. Los de la primera fila le escuchan “No será más bien el imperio de la gentuza, con una gota grande de colaboracionismo. Los súbditos, los súbditos, los súbditos”. Para Micaela, mi mujer nicaragüense, lectora de César Vidal, “la adulación sustituye a la verdad y el pueblo sigue a los falsos políticos. La democracia, por tanto, peligra.”
No se aplaude.