sábado, noviembre 16, 2024
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OPINIÓN-Luis Beltrán Guerra: Venezuela, ¿en el conversatorio?

A una nación hoy paupérrima ha comenzado a analizársele en México, gobernado por Manuel López Obrador, uno de los políticos más votado por los aztecas.
En la capital mexicana el psiquiatra Jorge Rodríguez, por el régimen y el abogado Gerardo Blyde, por la opositora “Plataforma Unitaria de Venezuela”; con el canciller de México, Marcelo Ebrard, el experto noruego en solución de conflictos, Dag Nylander y para sorpresa de muchos un representante de Rusia.
Es de presagiar, asumiendo la buena fe, que “Rodríguez & Blyde” han leído “las reglas para confesar y confesarse”, conscientes de que analizarán el pecado mortal de la destrucción de Venezuela y la perentoria necesidad de soliviantar tan aciaga situación. Están en cuenta, también, que no hay mecanismo al cual no se haya acudido, incluyendo corajudas protestas populares y hasta el defenestramiento de Hugo Chávez en 2002, incurriéndose en el error de una exagerada interpretación del “post”. No así el 23 de enero del 58 en el caso de Pérez Jiménez, en el cual “el post” fue cortico y provechoso.
Hoy una democracia militar, tal vez, la más reciente genialidad de sociedades en formación, en el escenario. En Brasil, para el Instituição Fiscal Independiente (IFI), suelen llamarla “militarcracia”. También se le califica como “estratocracia, una forma de gobierno militar en la que las posiciones gubernamentales están ocupadas por oficiales y líderes castrenses”.
La confusión reina tanto en el régimen, pero más con respecto a la mayoría que le cuestiona. El primero sabe que ha “mandado” bastante, disfrutando de enormes beneficios, incluyendo un considerable enriquecimiento. La franquicia, “El socialismo del siglo XXI”, una especie de bebé engendrado en el útero de Venezuela y sin necesidad de la combinación de “la tecnología reproductiva de cultivos humanos” a que se refiere Aldous Huxley en “un mundo feliz”. Es “un artefacto criollo”, perfeccionado por Fidel Castro, “el genio tenebroso del siglo XX”.
En el contexto de lo que se ha hecho ante “un carcinoma político”, ha de mencionarse “un gobierno de elección popular indirecta”, reconocido por Donald Trump. Hoy calificado como “gobierno por internet”, pero, tal vez, la opción que mayor esperanza generara en los venezolanos, particularmente, la expectativa de una intervención militar por EE. UU. En rigor terminó siendo una forma de psicoterapia, de las tantas “interpretaciones científicas del sueño”.

A la crisis política se define como “juntura compleja por la variación del ejercicio de las reglas del sistema político”, pero un número adicional de circunstancias lo conforman como una verdadera “apocalipsis”, por lo que así ha de ser tratado en las confesiones de Blyde y Rodríguez.
La desesperanza con respecto a las conversaciones, acentuada, por lo que sería glorioso que a través de la mediación, la buena voluntad y la cooperación se logre lo inalcanzable por las vías tradicionales de conflictos violentos. En un estudio de UNICEF (2009) se hace referencia al “Irish Peacemaker”, Padraig O” Malley, por los logros alcanzados en “sociedades desgarradas que no podían despojarse de la desconfianza, construir relaciones y salvar diferencias”. Se acota, también, que en el diálogo no hay ganadores, pues se trata de tender puentes, compartir perspectivas y descubrir nuevas ideas. Es distinto, por tanto, de “la negociación”, cuyo fin es alcanzar un acuerdo concreto. A Mandela se le reconoce haber expresado “los conflictos son resueltos a través de cambios que al inicio parecieran inimaginables”.
Se lee que para Fernando Sabater “ha de tenerse claro que la política es algo común en toda democracia y que la sociedad está inmersa en la política, razón para reiterar que la presencia de buenos políticos es una responsabilidad ciudadana”. En las democracias se discrepa, pero se tornan conflictivas a través de la violencia. Dialogar es útil cuando se adelanta en forma auténtica y que cada parte tenga deseos legítimos. Ha de propenderse, en consecuencia, a objetivos aceptables para una gran mayoría.
Pensando en alternativas:
1. “Jorge, the great”, amparado en Freud y Jung, propone que “el Zar Nicolas” concluya el mandato, para “el jurisconsulto Blyde” ilegítimo, a cambio del ingreso al gabinete de un número importante de ministros de la oposición.
2. El último demanda adicionalmente que se adelante a mediados de 2022 un proceso electoral de diputados, gobernadores y munícipes.
3. Que Ebrard, Nylander y el representante de Rusia planteen la incorporación a las discusiones  del economista Francisco Rodríguez a fin de que explique su propuesta “reconocer a Maduro su mandato actual a cambio de una enmienda constitucional que le impida otro período, así como la flexibilización de sanciones económicas”. Podría la “Plataforma Unitaria” confiar en que la aceptación de alguno de los escenarios contaría con el apoyo de los venezolanos, indigestos de tanta ignominia.
Se trataría de un trabajo como el que Maurice Maeterlinck reconoce en “La vida de las abejas” a las que sabiamente describe: “Ningún ser vivo, ni siquiera el hombre, ha realizado en el centro de su esfera lo que la abeja en la suya, y, si la inteligencia ajena a nuestro globo viniese a pedir a la tierra el objeto más perfecto de la lógica de la vida, habría de presentarle el humilde panal de miel”. Estaríamos los venezolanos dispuestos para la tarea, pareciera la pregunta “in situ” de Blyde.
Dialogar no es entregarse, pero tampoco tragarse el uno al otro. Facilita repensar una crisis, coadyuva a evitar la violencia, es un determinante en las soluciones complejas. De Einstein se recuerda “no podemos resolver problemas en el mismo nivel de pensamiento que los creamos”. Aprovechar las opciones suena como incuestionable, incluyendo las posibilidades del sufragio masivo, a pesar de las piedras en la hendija. No votar, como hecho aislado no deja de ser erróneo.
En el caso de los venezolanos, cabría preguntarse, vía el pleonasmo, “si no lo hacemos, qué hacemos”. That is the quid, queridos paisanos.

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