martes, noviembre 19, 2024
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OPINIÓN- Miguel Ángel Martín: Con un régimen criminal no hay elecciones democráticas

El término de elecciones libres se está acuñando como una oferta política para llegar a transiciones democráticas, aunque en realidad no puede ser una oferta, sino una exigencia, ante regímenes que se niegan a cumplir con los estándares internacionales sobre elecciones democráticas fijados en las normas Internacionales que fijan normas mínimas que deben cumplir los Estados.
Las elecciones como manifestación de la voluntad de los pueblos para elegir a sus autoridades están íntimamente relacionado con el ejercicio práctico de los derechos humanos, siendo fundamental en los sistemas de gobiernos para asegurar los derechos humanos, el Estado de derecho y la institucionalidad democrática, y así lo tiene previsto el artículo 21 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, que contiene tres preceptos importantes: 1) El derecho que tiene toda persona de participar en el gobierno de su país, directamente o por medio de representantes libremente escogidos; 2) El derecho que tiene toda persona de acceso, en condiciones de igualdad a las funciones públicas y; 3) La voluntad del pueblo, como base de la autoridad del poder público, que debe expresarse mediante elecciones auténticas, por sufragio universal y por el voto secreto que garantice la libertad del voto.
La OEA, autoridad en la materia
Es el organismo que más ha manejado proceso de elecciones en América, fijando los criterios basados en una experiencia práctica convirtiéndola en toda una autoridad en la materia. En el Manual para las Misión de Observación Electoral de la OEA se establecen variados criterios alrededor de la terminología “Elecciones democráticas” como un mecanismo clave para manejar las diferencias políticas, haciendo distinción entre las elecciones que son democráticas y las que no lo son, precisando que las elecciones no son rasgo distintivo de las democracias, tal como sugieren las referencias a elecciones “libres y justas”, y los pronunciamientos sobre la calidad de procesos electorales que hacen las misiones de observación electoral alrededor del mundo—catalogándolos como “genuinos”, “aceptables”, o “viciados”—pueden ser altamente trascendentales.
Elecciones en democracia significa que los votantes tengan la posibilidad real de elegir, y para ellos tiene que cumplirse con rigurosidad cada uno de los pasos que la componen, desde la convocatoria, postulaciones de candidatos, campaña, acto de votación, escrutinio, adjudicación de cargos, entre otros. Aunque parece todo muy técnico las circunstancias que rodean a un proceso electoral lo hacen complejo por los diferentes intereses y posiciones de los componentes políticos que participan, quienes en la mayoría de los casos solo aspiran acceder al poder por intereses personales olvidando la esencia de que se deben a los ciudadanos, principio y fin de la función pública.
Elecciones con regímenes autoritarios o tiránicos
La postura diplomática y política referida a que los conflictos o crisis institucionales se resuelven por medio de elecciones es acertada cuando estamos en frente de sociedades que cumplen, aun medianamente, requerimientos de Estado de derecho, escenario donde se les concede a los ciudadanos la oportunidad de intervenir en la resolución de conflictos frente a una coyuntura política.
Distinta es la situación cuando se está en presencia de regímenes tiránicos y despóticos que no aceptan ser cambiados en los cargos de poder, burlándose de la diplomacia, de la clase política y del ciudadano, con la celebración de elecciones manipuladas para mantener indefinidamente; utilizan el sistema de elecciones para limpiarse el rostro de sus prácticas antidemocráticas y usualmente corruptas, y aunque se denuncian irregularidades evidentes, al final se impone una narrativa de que son tema de asuntos internos de países que los ciudadanos deben resolver. Mientras tanto, los regímenes se cubren de un manto de legalidad aparente, tal como ocurre en Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Cuba y otros países de corte tiránicos, en desmedro de una población que no tiene calidad de vida y sufre muchas calamidades por décadas.
Vencer la trampa
Se puede vencer la trampa, pero hay que tener conciencia que en la acera de enfrente nos encontramos con un régimen que no acepta perder ningún espacio y menos el poder que conciben indefinido. “Es un régimen, no una democracia”, y aquí citamos el ejemplo de resistencia digna y pacífica de los venezolanos que vencen la trampa de los procesos electorales amañados, con una masiva votación que hace difícil al régimen revertir los resultados, claro, esto no significa que no lo hayan revertido, pero lo hacen con un costo político que afecta su legitimidad.
Así, tenemos, una victoria ante la convocatoria a la reforma constitucional en el 2007 donde Chávez intentaba cambiar el modelo de Estado de derecho y de justicia previsto en la Constitución en un Estado socialista, así como imponer la reelección indefinida. Los estudiantes fueron la energía para evitar la reforma constitucional, perdiendo Chávez el referéndum constitucional, lo que fue celebrado como una gran victoria ciudadana, sin embargo, de la alegría pasamos a la frustración, cuando Hugo Chávez al mes de celebrado el referéndum constitucional promueve un proceso consultivo para el 2009, lo cual fue rechazado en el país, pero eventos electorales para elegir gobernadores y alcaldes en el 2008 hizo que se olvidara el tema, hasta que en el 2009 con el desgaste normal de las elecciones regionales traen nuevamente el tema logrando se realice un referéndum consultivo donde modifican la Constitución por la vía de la enmienda, ya no se trataba de una reforma constitucional sino de una enmienda, siendo una burla a la inteligencia de los venezolanos, porque claramente se había rechazado la reelección indefinida. Así se impone una mentira, una ilegalidad por medio de un proceso electoral que no tiene nada democrático.
Igual ocurrió con las elecciones parlamentarias celebradas en diciembre de 2015, cuando el país elige los cargos de diputados, y venciendo nuevamente la trampa con una votación masiva, resultan favorecido personas que se presentan ante una tarjeta electoral unitaria. De inmediato el régimen, reacciona con medidas judiciales, comenzando una escalada para retirarle competencias a la Asamblea Nacional, junto con la persecución, detención y torturas a diputados; utiliza una estrategia de cooptación del parlamento, y establece una Asamblea Nacional Constituyente que asume ilegalmente poderes que son de exclusiva competencia de la Asamblea Nacional.
La desesperanza como arma de los regímenes
Se genera una lucha sin cesar que ha desgastado esencialmente a los venezolanos, nicaragüenses, cubanos y bolivianos, que no avizoran el retorno de la democracia y aumentan sus calamidades de la vida diaria, generando una desesperanza, que es aprovechada por los regímenes como un arma para mantenerse en el poder. Ahora, cuando el ciudadano escucha, que la lucha está dirigida a que se realicen elecciones libres con un régimen tiránico que tiene el control de los poderes y que abusa del poder para vejar a las personas, inmediatamente se genera un rechazo, sobre todo cuando recuerda los logros obtenidos en procesos electorales del pasado y cuyo resultado le han sido despojados, perdiendo la fe en la llegada de una Democracia verdadera.
Serán democráticas cuando exista democracia
Pensar que se pueden celebrar elecciones democráticas, mientras no sea desmontado el aparato de abuso y control de los regímenes es un imposible; no serán jamás democráticas las elecciones que nacen desde un sistema corrupto de identificación de ciudadanos y que conduce a un registro electoral que no es confiable; movimientos territoriales de circuitos electorales; inhabilitación de partidos políticos y candidaturas; presos políticos; autoridades electorales que no son legítimas y que no tienen la capacidad de producir un escrutinio válido; el ventajismo electoral con el uso de recursos públicos y el control de la prensa, además de la censura mediática. Más grave es un sistema o procedimiento electrónico que tienen falencias en el mismo proceso y que no brinda confianza en los electores.
Es una combinación donde la trampa y la violencia se vinculan para anular la expresión de los ciudadanos en el voto, y la realidad de Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Cuba es que no se trata de una crisis institucional o un conflicto político; es un “gran pantano” donde nunca se puede hablar de elecciones democráticas hasta que no salgamos de estos regímenes y se limpie “el pantano” donde está cimentado un proceso electoral tramposo y hasta criminal.
La pérdida de la esperanza es un arma de los regímenes para limitar los derechos de los ciudadanos y corresponde: “Seguir presionando y hacer resistencia ciudadana”
Fuente: Diario las Américas

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