Vale recordar, que Venezuela, fue la esperanza de vida de millones de migrantes que fueron recibidos con los brazos abiertos por aquella que fue una de las democracias más importantes de América, por supuesto, antes de que llegara la plaga del socialismo del siglo XXI. Un país lleno de gente buena, trabajadora y solidaria que construía sus vidas en un sistema de Estado diseñado para el bienestar, hoy sumido en un cúmulo de tragedias.
En este orden, se pretende normalizar el horror, por una parte, un sector de la comunidad internacional, y por otra, un sector de la clase política venezolana, quienes transitan en un proceso electoral sin condiciones y con Maduro en el poder; lo peor en medio de una emergencia humanitaria y con una estructura de un gobierno de facto que impone un autoritarismo.
Esta locura de elecciones con Maduro es cambiar la anhelada transición por una transacción, que le daría beligerancia al régimen, aplicando la misma receta que se utilizó en Colombia en un proceso que llamaron de paz, donde se le entrega una invitación abierta a las FARC, socios de los carteles de la droga, para que participen en la política. Un escenario que tenían las FARC vedado, por ser una organización terrorista, asociada con los carteles del narcotráfico.
Los resultados en el tiempo están a la vista, demostrando un error histórico, donde los actos terroristas aumentaron con la consecuente debilitación de las democracias en la región.
Un halo de esperanza
Este panorama desolador nos hace recordar una frase célebre de Aristóteles “La Esperanza es el sueño de los que están despiertos”, y mientras el régimen avanza en su afán de destrucción del tejido social, los ciudadanos, adicionalmente, comienzan a sentir la fatiga de la lucha durante dos décadas, sin lograr salir de los males que los azotan cada día, lo cual obliga a mantener el halo de la esperanza para consolidar la libertad.
Esta situación genera una lucha entre la esperanza y la desesperación, y es aquí donde debemos tener cuidado, lo que advierte el filósofo español Fernando Savater, cuando aduce que la esperanza en su visión pasiva puede convertirse en cesar la acción, y esperar que los cambios ocurran por inercia o por el azar.
Por otro lado, el sentimiento de la desesperación que comienzan a sentir los ciudadanos genera una coartada para no mover ni un dedo, recomendando que, entre esperar pasivamente y desesperarse, lo correcto es abrigar esperanzas, pero tomando la precaución de no considerarla una especie de piloto automático que nos transportará al paraíso sin esfuerzo alguno de nuestra parte, y es que “la esperanza puede ser un tónico para los rebeldes y un estupefaciente para los oportunistas y acomodaticios”.
Acciones para avanzar
El tema de Venezuela ofrece un escenario que en nuestra humilde opinión nos invita a ejecutar acciones cuidando los espacios logrados, manteniendo el halo de esperanza sin caer en la desesperación, y teniendo en cuenta que lo que hagamos debe ser en función de la gente que sufre un horror, a saber:
I. Enviar un mensaje claro a todo el pueblo venezolano y a la comunidad internacional, de que los ciudadanos rechazamos una transacción a modo de elecciones con el régimen. Ante todo, Nicolás Maduro debe salir del poder.
II. Cuidar uno de los logros más importante, la pérdida de legitimidad de Nicolás Maduro Moros para ocupar la silla presidencial, entendiendo que mientras se mantenga de facto en el cargo de presidente, hay un delito de usurpación que implica un poder de facto detentado de manera precaria, y por ende sin legitimidad.
III. El poder legislativo, asaltado por medio de elecciones ilegitimas, y en manos de recién llegados usurpadores, traen como consecuencia inmediata, que sus actuaciones y pretendidas leyes comunales y descomunales (monstruosas) no tienen efecto jurídico válido, amén de que sus actos generan responsabilidad penal individual.
IV. Debemos insistir en la continuación de los juicios que se siguen por narcotráfico, corrupción y lavado de dinero a las 14 personas de la cúpula del régimen y a los guerrilleros de las FARC, Iván Márquez y Jesús Santrich, en los Tribunales de Nueva York, Miami y Washington.
V. Continuar develando los esquemas corruptos de que se valen el régimen y sus socios que integran los partidos del Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, incluyendo nuevos nombres y sanciones administrativas de congelación de bienes y dinero, mientras se dictan medidas judiciales en la aplicación de la justicia universal, con base a la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional, conocida como Convención de Palermo.
VI. Hacer valer todas las denuncias presentadas ante la Corte Penal Internacional por los delitos de lesa humanidad, hasta lograr que los integrantes de esa Corte Penal asuman sus deberes, hoy en deuda con Venezuela.
VII. Continuar denunciando ante la Organización de los Estados Americanos (OEA), la Comisión Internacional de Derechos Humanos (CIDH) y ante el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), las violaciones sistemáticas de los derechos humanos que se siguen cometiendo. En este punto es vital que se inicien las demandas ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos para obtener decisiones judiciales del Sistema de Protección Judicial Interamericano.
VIII. Construir una verdadera plataforma, con piso y columnas sólidas, representada por ciudadanos de bien, que tengan un liderazgo reconocido en la sociedad venezolana y se conviertan en la voz de la gente, exigiendo el ingreso de la ayuda humanitaria, la calidad de servicios públicos y se enfrente al régimen, sin complejos ni cálculos políticos, ni intereses propios o de grupos, aquí lo primero es salvar a la gente.
Cuidemos los logros alcanzados y generemos acciones que conduzcan a deponer al régimen que convirtió a Venezuela en una de las cárceles del socialismo del siglo XXI.
Se trata de liberar una Nación que ha perdido la soberanía.
Fuente: Diario las Américas