viernes, noviembre 15, 2024
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OPINIÓN- Miquel Giménez: Nuestro fracaso es Sánchez

El presidente es como aquellos espejos cóncavos o convexos que tanto nos hacían reír de pequeños en los parques de atracciones. Nuestra imagen se distorsionaba, ora achicándose, ora estirándose, en función de la proximidad. La sociedad española es como aquel crío que jamás podrá verse fielmente en un espejo que no tan solo no le devuelve la figura, así como el abismo de Nietzsche lo hacía con nuestra mirada, sino que, además, lo que le ofrece es algo que no tiene nada que ver. Porque Sánchez es lo irreal, lo fantasmagórico, lo huidizo. Sánchez es un fumista que teme a la realidad porque sabe que, en caso de confrontarse con ella, acabaría por disiparse como la ilusión óptica que es. Fuego fatuo al fin y a la postre, el presidente del gobierno intenta por todos los medios distraer nuestra atención con esos juegos de manos. Cualquier socaliña sirve con tal de que la gente no reflexione y empiece a cuestionarse si lo que vemos en el espejo mágico social comunista es verdad o no lo es.
Tengo para mí que hay una parte de esos trucos circenses que sí lo son. Porque, y en esto coincidiremos todos, los Sánchez no surgen de la nada. Bien es cierto que se puede fabricar a un político, incluso a un líder, pero al sujeto que rige los destinos de España no hay aprendiz de brujo que pueda sacárselo de la chistera sin un sustrato en el que apoyarse. Y esos somos nosotros. Sánchez es hijo nuestro por una cosa u otra, es hijo de la apatía ante el cabildeo de los dos grandes partidos tradicionales, de la vacuna que suponen tantos años y años de escándalos, de corrupciones, de nepotismo. Sánchez, ¡terrible paradoja!, es consecuencia de la pérdida de fe en la democracia como método para mejorar nuestras vidas. Es el bostezo ante los informativos y la indiferencia frente al mal gobierno. El español, que ya es poco dado a la política, acabó por despacharla con un “Que inventen ellos” turbador que nos ha llevado al punto en el que estamos ahora.

Uno se pregunta qué aldabonazo, qué toque de somatén en los campanarios de toda España podría hacer que las gentes honradas despertasen de su letargo

Y es que, como dijo Jefferson, cuando el pueblo se desinteresa de los asuntos públicos todo el aparato estatal se convierte en tiranía. Es esa incapacidad de generar proyectos colectivos, ese aislacionismo del hombre moderno, calafateado por el individualismo atávico de nuestra tierra, lo que nos ha hecho dimitir de nuestra condición de ciudadanos libres y con capacidad de cambiar las cosas. Porque, desengañémonos, sin la gente que vota Sánchez y la que se queda en su casa, no estaríamos así.
Existe ahí un punto de cobardía casi suicida. Véanse las últimas autonómicas catalanas, en las que el electorado constitucionalista se quedó en su casa, seguramente decepcionado tras el fiasco de Arrimadas y su fuga a Madrid. Uno se pregunta qué aldabonazo, qué toque de somatén en los campanarios de toda España podría hacer que las gentes honradas despertasen de su letargo y se movilizasen. Aunque, si lo pienso, Voltaire ya decía que esas gentes, las honradas, tenían la desgracia de ser las más cobardes.
Fuente: Gaceta

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