Comenzando con la guerra de independencia iniciada en 1810, las guerras federales, decenas de revoluciones anti caudillistas, y hasta 1935, Venezuela vivió 125 años de sangrientas luchas por la libertad, sin contar con los movimientos armados que se han vivido desde la dictadura de Perez Jimenez hasta su derrocamiento en 1958, que podría sumarle unos 23 años más de conflictos, elevándonos a una realidad de casi siglo y medio de inestabilidad. Sólo después de 1958, una relativa calma de 40 años nos mantuvo alejados de las armas, hasta que desde el año 2000 y hasta hoy, nos hemos visto sometidos a una desbastadora revolución, que sólo ha logrado en 21 años, convertir a un país, que transitaba por las vías del progreso, a una región estéril, desolada y sumergida en la más profunda pobreza. Con una población que sobrevive a un presidio despótico, mendigo de las dádivas de una tiranía corrupta, cansado, debilitado y diría que hasta adaptado a un estilo de vida miserable, que ha obligado al éxodo a más de 5 millones de almas, que se ha hecho cada vez más fuerte en el poder, y que ha convertido a esa tierra que una vez llamamos Venezuela, en un narco estado, seccionado en regiones controladas por generaluchos, carteles, mafias y bandas que libremente ejecutan sus fechorías, ante la vista gorda de vecinos, más otros que se aprovechan para beneficiarse como parásitos de sus acciones delictivas. Para agudizar esta realidad, potencias, organizaciones, países y dirigentes con ideologías comunistas, más otras islámicas, han arropado y amparado a estos delincuentes, en procura de aprovechar esta mal llamada revolución, para tomar al territorio, abanderarlo cual colonizadores, desbastar sus riquezas y utilizarlo como portaviones para extender su poderío e ideología por el resto de la región. Y si miramos a lo interno, la realidad no es menos nefasta. Lo que en algún momento fueron partidos políticos, movimientos civiles, organizaciones gremiales, empresarios, así como un gran número de sus dirigentes, también fueron rápidamente penetrados, sobornados y chantajeados por esta delincuencia organizada, desmantelando así su capacidad de acción y reacción, dejando sólo y convenientemente a unos pocos políticos y líderes, cuya honestidad y capacidad cada vez se ve más mermada y puesta en duda, a cargo de dirigir, lo que hasta ahora han sido un número significativo de iniciativas recurrentes y cíclicas, encaminadas por un sendero de fallidos intentos por lograr una limpia y plural contienda electoral. Lo que, por una parte y a la vista de muchos, sólo ha servido para caer en el engaño de un juego interesado que busca darle más legitimidad internacional a un régimen que de seguro se ha aprovechado de esto y que, por otra parte, ha contribuido a socavar con mayor profundidad, las ya deterioradas esperanzas de libertad de un pueblo hambreado y con cada vez menos fuerzas y salud. Dado este escenario, vale la pena que revisemos nuevamente la historia. Ésta claramente nos relata que, si bien los movimientos independentistas nacieron producto de la rebelión de un grupo de patriotas que se negaron a seguir sometidos a las reglas y el yugo de un régimen que les negaba la libertad, y plena participación en la regencia de sus territorios, no fue hasta que, luego de varios intentos fallidos, y viéndose obligados a exiliarse, ya en el exterior se sintieron con plena libertad para constituir y trabajar en la procura de recursos, alianzas, reconocimientos, apoyo de sus causas y trabajar en su organización, así como procurar la logística necesaria para emprender lo que desencadenó la verdadera lucha por la libertad e independencia de la nación. Como comentaba al principio, la historia de Venezuela está llena de ejemplos que, más allá de las causas defendidas, iniciaron sus movimientos desde el exterior. Ya conocemos de las acciones que emprendió nuestro Libertador Simón Bolívar desde el exilio, y que fueron vitales para las luchas de independencia. Iniciada ya la República, repasemos el caso del General Juan Crisóstomo Falcón, que luego de su exilio, en 1859, emprendió una exitosa invasión en contra del régimen de Julián Castro, hasta su nombramiento como presidente en 1863. Más adelante, en 1868, el proclamado Ilustre Americano, el General António Guzmán Blanco, regresó de su exilio con un vasto ejército para comandar la llamada Revolución Liberal, tomar el poder, erigirse como el nuevo presidente, e iniciar los casi 20 años de “Guzmanato” que vivió el país. Vale la pena mencionar, que en 1877 y al concluir su primer período, el General Guzmán se retira a Francia, sin embargo, dos años después, en 1879, se ve obligado a regresar al país para enfrentar un nuevo alzamiento que, al ser controlado, lo lleva nuevamente a la presidencia. Igualmente, es interesante mencionar que, a partir de ese año de 1877, se iniciaron en Venezuela, los primeros movimientos estudiantiles en clamor por la desaparición del caudillismo. Tras pocos años de relativa estabilidad, en 1898 se desembocan nuevas revoluciones en contra del continuismo. En esa ocasión, otro general, El General Joaquín Crespo, organiza un contingente de 10 mil hombres y encabeza lo que llamó la Revolución Legalista que, tras luego de algunos enfrentamientos y su posterior muerte en combate, le es entregado el poder al General Ignacio Andrade. No pasó un año para cuando otra nueva revolución entra en escena. Esta vez, la Revolución Liberal Restauradora, que en 1899 y desde Colombia, encabezan un grupo de venezolanos al mando del General Cipriano Castro, quien logra toma la presidencia. En 1908 y tras la enfermedad de Castro, El General Juan Vicente Gómez, toma la Presidencia que sólo deja, tras su muerte en 1935. Durante esta nueva y larga dictadura, una vez más entra en escena la importancia de venezolanos que, desde el exilio, fundaron partidos políticos, buscando algunas opciones de lucha en contra del régimen. Por otra parte, nacen iniciativas independentistas, como las llevadas a cabo desde París, por el General Román Delgado Chalbaud, quien organiza con un buen número de venezolanos exiliados, un movimiento armado que desembarca en Cumaná. Desde Curazao, El Dr. Gustavo Machado, entre otros, invaden la Vela de Coro. El General Arévalo Cedeño, hace lo propio desde Colombia. No obstante, luego de varios enfrentamientos, fueron todos finalmente neutralizados por la dictadura gomecista, apresados muchos de sus líderes y obligando otros a huir nuevamente al exilio. Es durante este período, en donde igualmente fue de suma importancia la participación de los movimientos estudiantiles, y en donde se resalta la Llamada Generación del 28, quienes protagonizaron duros enfrentamientos en contra del régimen Gomecista. Tras el deceso del caudillo en 1935, es designado y luego elegido como presidente el General López Contreras, quien, tras 7 años de relativa estabilidad, se mantuvo en el cargo hasta 1941. En ese mismo año, es elegido como presidente el General Isaías Medina Angarita, quien, en 1945, y tras negarse a conceder el sufragio directo y secreto para las venideras elecciones presidenciales, fue derrocado, apresado y luego expulsado del país por una Junta Cívico Militar, encabezadas por el Mayor Marcos Pérez Jiménez, y el líder del recién creado partido político Acción Democrática, Rómulo Betancourt. Se conformó una Junta de Gobierno, Presidida por el dirigente del partido Acción Democrática, Rómulo Betancourt, e integrada por Luis Beltrán Prieto Figueroa, Raúl Leoni, Edmundo Fernández y Gonzalo Barrios y por los militares: Carlos Delgado Chalbaud, y Mario Vargas. Dicha Junta, fue responsable de organizar una Asamblea Constituyente, quien a su vez elaboró la Constitución de 1947, además de las primeras elecciones libres y directas celebradas en diciembre de ese mismo año. El Dr. Rómulo Gallegos es elegido como presidente constitucional de Venezuela, quien, en febrero de 1948, asume el cargo de manos de Rómulo Betancourt. Iniciado este período, nacen
numerosas disputas, luchas de poder, descontentos entre algunos sectores militares, también entre los partidos de oposición y el gobierno. Por otra parte, se producen intentonas de asesinato a dirigentes, y que sumado a los cambios en la política fiscal que implementaba Gallegos, causaron un explosivo ambiente de malestar generalizado. En medio de las caldeadas pugnas políticas cada vez más fuertes, los militares encabezados por el propio Ministro de la Defensa, Carlos Delgado Chalbaud y otros jefes militares, como Marcos Pérez Jiménez y Llovera Páez, decidieron poner fin a las disputas y tomar el control, derrocando al Presidente Gallegos en noviembre de 1948. Conformada la Junta Militar, éstos exigieron que tanto Rómulo Betancourt, el presidente Gallegos, sus ministros, los miembros del Congreso Nacional y muchos otros funcionarios y jefes políticos salieran del país. Una vez en el poder, bajo la engañosa promesa de efectuar elecciones y el asesinato de Delgado Chalbaud, Perez Jimenez toma el poder y se inicia una nueva dictadura que, al principio, disfrazó con Juntas de Gobierno, presidencias provisionales, dudosas elecciones y Asambleas Constituyentes, pero que, en la práctica, siempre estuvieron bajo el control y dominio de Pérez Jiménez. Los años de este nuevo régimen dictatorial, se caracterizaron por la barbarie con la que la dictadura reaccionaba ante cualquiera que osara ir en su contra, camuflado con un relativo progreso socioeconómico, que sólo se vio reflejado en la capital y sus alrededores, mientras que, en el resto del país, la vida marchaba casi con la misma lentitud y miseria que vivieron durante toda su existencia. Esta férrea dictadura, dio pie para que un buen número de venezolanos exiliados, algunos de ellos políticos, se unieran para procurar recursos y organizar acciones que propinaran el derrocamiento del régimen. Paralelamente a esto, una logia militar comenzó a formarse en contra de la dictadura. Igualmente, la dirigencia política comenzó a movilizarse a lo ancho y largo del país, a través de la Junta Patriótica de Gobierno, con representantes de los partidos PCV, AD, COPEI y URD, los cuales, acordaron actuar de manera coordinada hacia un fin común, la recuperación democrática del país, siendo este un claro precedente al Pacto de Punto Fijo, que sería firmado en 1958. La oposición existente en Venezuela, hasta ese día medianamente debilitada por los diversos intentos frustrados de acciones en contra del régimen, se revitalizó al unirse con nuevos sectores de la sociedad que buscaban también una salida a la crisis política y social de esos años. A finales de 1957 y de una manera un tanto infausta, en lugar de efectuar las correspondientes elecciones presidenciales, la dictadura planteó una modalidad de referendo revocatorio a fin de definir el destino del país. Para el momento, los estudiantes venezolanos, especialmente los de la UCV y UCAB, se mostraban intranquilos ante las reacciones públicas y la manera como el régimen pretendía llevar a cabo su plan electoral. Se conformó un frente universitario que decidió emprender la huelga el 21 de noviembre de 1957. Días antes ya algunos liceos de Caracas, entre ellos el Fermín Toro, Andrés Bello y Juan Vicente González, calentaban las calles en respuesta al llamado a plebiscito que anunciara el dictador para el 15 de diciembre de ese año. En efecto, la huelga estudiantil fue detonante del derrumbe de la dictadura. El atrevimiento estudiantil logró romper el silencio y burlar el terror de la Seguridad Nacional. La posición de los estudiantes era clara y su mensaje conciso. Para entonces los estudiantes eran la fuerza líder de la oposición, llena de esperanzas, nuevas ideas democráticas y una voluntad que no descansaría hasta ver sus anhelos realizados y traducidos en desarrollo y progreso. No representaban ideales políticos de poder, ni arrastraban consigo viejos expedientes de corrupción. Eran nuevos protagonistas con ideas claras, sin aspiraciones políticas específicas. Eran pupitres y lápices puntiagudos que calaban en lo profundo de la conciencia civil. Por su parte, oficiales militares jóvenes se declararon de baja y, de inmediato, iniciaron la organización de un comité cívico-militar, dentro del cual se encontrarían también los estudiantes que, sumado a los ya mencionados acuerdos entre los líderes de los partidos, más una alianza del sector industrial o empresarial, la Iglesia, y otros sectores de la sociedad civil, formaría la última y verdadera oposición venezolana en contra del régimen. El primero de enero del 58, en horas tempranas, el movimiento cívico-militar comenzó su acción. Se produce un levantamiento militar que fracasa, y en donde sus principales actores son apresados. Sin embargo, el movimiento popular se manifestó con más vigor en la lucha contra el dictador y que, tras una efectiva huelga nacional, desencadenaría el día 23, con el derrocamiento del Gral. Marcos Pérez Jiménez. Quise extenderme un poco sobre este ultimo período ya que, es evidente la importancia que representa la verdadera unión de todos los sectores que son afectados por un régimen, a fin de lograr romper las cadenas que los reprimen y que, durante siglo y medio se ha venido repitiendo cíclicamente como un recurrente karma del que no logramos salir. Esta Venezuela de hoy, es un país que sufre de una terrible amnesia selectiva y por eso la importancia de recordar la historia. Insistimos en recordar lo que no nos dieron, lo que no hicimos, lo que nuestros gobiernos dejaron de hacer. Por el contrario, insistimos en olvidar lo mucho que sacrificamos como país, como ciudadanos y actores políticos para alcanzar los beneficios de un estado democrático. No puede negarse que nos resistimos a renunciar al triste mesianismo que acompaña a nuestra amnesia, de creer que alguien debe venir a hacer algo que nosotros no podemos hacer solos, cuando la historia nos demuestra lo contrario. A lo interno de esta Venezuela de hoy, está todo tan deteriorado, corrupto y con tanta falta de credibilidad en sus dirigentes, que lo que queda es emular esa historia y como al principio de las primeras repúblicas, procurar desde el exterior, la creación de una Junta Patriótica, conformada solo con personas que quieran unirse a ella con el único fin de promover un nuevo movimiento de independencia, que tengan esa claridad que nos enseña la historia y que ha sido enfática en señalarnos que, la mayoría de los grandes éxitos, sólo se lograron con 2 elementos; la unión de verdaderos patriotas, verdaderos lideres emergentes que, con un sincero desapego a sus intereses personales, con la libertad que les protegió desde el exterior, se organizaron, procuraron recursos y estimularon en lo interno, a la conformación de movimientos civiles, empresariales, estudiantiles y militares, para sumados todos, impulsar una verdadera lucha que no descansó hasta lograr la libertad y la independencia. “La Historia nos lo ha dicho y la historia nos lo dirá”.