A nadie, en su sano juicio, se le ocurriría, por ejemplo, elogiar por su esbeltez, a cierto narcotirano.
– Amaneció, hoy, más grácil, Su Excelencia.
Sin embargo, el hombre, es indotado mental y moral. Por consiguiente, se lo cree en un comienzo. Mete la panza. Se mira al espejo. Quizás, dude. Pero, despejar estas últimas, es el trabajo de todo zalamero:
– Con su permiso, Su Ilustrísima. Permítame el honor de detallarlo mejor. Dése la vuelta, si tiene la fineza…
La víctima -hasta un atroz criminal puede considerarse, víctima, en un momento dado- en lugar de meter su barrigón, sus mofletes, su papada, intenta lo imposible: disimular el trasero. Su repugnante esteatopigia, para explicarnos mejor:
– En efecto, Su Eminencia, es usted, ¡un verdadero “sílfido»!
¿Aspirará, el adulante, a que lo nombren ministro? ¿Andará tras la presidencia de Petróleos Venezolanos, S.A. Pdvsa? Es más ambicioso. Anhela el cargo de “embajador”, con inmunidad e impunidad, para importar comida podrida para los pobres de solemnidad.
Prosigue el abordaje del lamebotas:
– Con el debido respeto, Su Altísima: Además de lo apuesto, hoy, amaneció más esclarecido que nunca.
Solamente un alabancioso amateur, se aventura a enaltecer a un idiota por su pretendida materia gris. Aún así, el ego del fementido esclarecido, se eleva al cubo:
– ¿También, tú, lo has notado? – responde, orgulloso, inhalando y expandiendo el pecho cual paloma o palometa de vuelo rastrero- También, yo, lo advertí apenas desperté esta mañana.
Adulante que no remata la faena, no es adulante.
– Por supuesto, Su Magnanimidad. Y entre paréntesis, Su Ilustrísima: La hipotenusa es igual a la raíz cuadrada de la suma del área de los cuadrados de las respectivas longitudes de los catetos de un…
– … ¡de un billete de dos mil quinientos dólares!
– ¡Cooorrecto, Su Bondad! ¡Genial, como siempre, genial!
Lo repetimos, para que los iniciados, no incurran en el mismo error. En tal punto, es donde se diferencia un alabancioso consumado de un vulgar chupamedias. Atribuirle a cualquier mortal, cualidades que, absolutamente no tiene, puede ser dañino para la salud. En particular, si a la crueldad, el elogiado agrega poder de fuego.
– Ha sido un extraordinario designio de la Providencia, Su Vuecencia, que un patriota de su acrisolada honestidad, a toda prueba, dirija los destinos de nuestro amado país.
– Honesto ¿Yo? ¿Amar al país? ¡Qué va! ¡Ahora sí, que se subió la gata a la batea! Este mequetrefe está, mofándose de mi ¡Escoltas, escoltas! Llévense preso a este bribón. Lo zampan en los calabozos del SEBIN y le dan sus buenas RPs, pa´ que respete la autoridad con bigote.
“Querida Gacela”. Tal fue el encabezamiento de la misiva remitida por, José Luis Rodríguez Zapatero, a una matrona, alto cargo de la narcotiranía en cuestión. Un ejemplar del manuscrito, fue incautado por la Unidad de Delincuencia Económica de la policía española, en uno de los inmuebles de Raúl Morodo, embajador de España en Venezuela (2004-2007) en tiempos de la presidencia de Rodríguez Zapatero. El hallazgo, forma parte de las evidencias de la corrupción de Morodo, su hijo y su mujer, con Pdvsa, por alrededor de 30 millones de euros. Se trata del mismísimo exdiplomático que, durante su misión internacional en Caracas, acarreaba, en persona, en la propia sede de la embajada, al mejor estilo Al Capone, bultos y bultos, de dólares en efectivo.
“¿Gacela?”
Es el último parecido que tiene la destinataria de la carta. Lo acotamos sin entrar en detalles. Menos aún con intención de ofender, sobre todo, a las verdaderas gacelas. Poco probable, por consiguiente, que el calificativo haya sido para adularle, porque en esa materia -y bien lo sabe un sujeto como Zapatero- ya ha quedado demostrado, el peligro que representa, el desmedido uso de ditirambos.
Improbable, igualmente, que tal esquela, haya sido de amor. Más allá de los ningunos o muchos atributos, de la doñita para despertar sentimientos de tal naturaleza, un individuo, con el prontuario de Morodo, conserva, archiva o deposita, lingotes de oro, dinero negro, gemas de origen dudoso, pactos de repartición de botines, juramentos de omertá, contradocumentos, pruebas incriminatorias contra terceros para chantajearlos, firmas en blanco de testaferros.
¿Gacela? ¿Una carta de amor? ¿Para qué preservarla? A menos que haya sido una forma de encriptar detalles de cierto asunto crematístico y aquí llegamos a donde nunca quisiéramos haber llegado: ¡Lo veraz que ha estado el “Pollo” Carvajal transmutado, estos días, en sapo! La única explicación plausible de la preservación de la misiva en cuestión, ha debido ser su relación con la mina de Venezuela, que ha explotado, explota y pretende seguir explotando, Zapatero.