Papel de Hunter Biden
Para poner las cosas en contexto, comencemos por decir que Tenke Fungurume pertenecía a la empresa minera estadounidense Freeport-McMoRan Copper & Gold, Inc. cuando el hijo del presidente metió las manos a favor de los comunistas chinos.
Es decir, para poder hacerse con la mina, China Molybdenum necesitaba que alguien le comprara su parte a uno de los accionistas de la citada compañía norteamericana, en este caso, a la empresa canadiense Lundin Mining, Corp. ¿Quién fue ese “alguien”? Pues Hunter Biden, para variar.
Según The New York Times, el hijo de Biden (de conjunto con otros dos estadounidenses, también copropietarios de la empresa de inversiones) adquirió las acciones de Lundin por $1,140 millones de dólares en 2016 y, un tiempo después, se las vendió a la citada firma china para que comprara la mina.
Como resultado de esta última transacción, realizada en 2019 y con un costo para China Molybdenum de $2,650 millones de dólares, nuestro principal enemigo comercial se hizo dueño del 80% del yacimiento, mientras que la empresa minera estatal del Congo se quedó con el 20% restante.
‘The Daily Signal’ ha detallado que, en el momento de la venta de las acciones a la firma china, Hunter y sus socios norteamericanos controlaban el 30% de BHR, mientras que los socios del país asiático, incluido el Banco Popular de China, manejaban el resto.
Reacciones al escándalo
A raíz del revuelo que se ha formado en torno a este problema, no han sido pocos los que ya han reaccionado al escándalo. Uno de ellos es el portavoz de China Molybdenum, Vincent Zhou, quien dijo en un comunicado de prensa que ni conocen a Hunter Biden, ni están al corriente de su participación en BHR.
Otro de ellos es Chris Clark, uno de los abogados de Hunter, quien ha tratado de exculparlo, diciendo que este ya no tiene ningún interés, ni directa ni indirectamente en la susodicha empresa de inversiones, ni tampoco en Skaneateles, firma que Hunter utilizaba para controlar sus acciones en BHR.
Un antiguo miembro del consejo de administración de la empresa de inversiones, por su parte, dijo al propio ‘The New York Times’ que los estadounidenses no están directamente implicados en el acuerdo de [compra] de la mina y que, supuestamente, sólo ganaron una comisión por ello.
Los republicanos, desde luego, también reaccionaron a la noticia. El representante Ken Buck, de Colorado, por ejemplo, le pidió al fiscal general, Merrick Garland, que nombrara un fiscal especial para investigar los negocios de Hunter. “Este nuevo informe muestra exactamente por qué es necesario «, dijo Buck a ‘The Daily Signal’.
Según una vocera del comité republicano, citada por la misma fuente, cada vez se acumulan más pruebas reveladoras de que “los tratos comerciales de Hunter Biden representan riesgos de seguridad nacional y conflictos de intereses”.
En referencia a la compra de la mina de cobalto, la misma portavoz, que no fue identificada, señaló que “este es otro ejemplo de cómo Hunter usa su influencia para llenar sus bolsillos y ayudar a un adversario extranjero”. Acto seguido, llamó a supervisar su “cuestionable ética”.
Desde una postura similar, el representante James Comer, quien tiene el mayor rango en el comité republicano, también expresó su malestar al respecto, asegurando que el hijo del Presidente es una amenaza para la seguridad nacional.
“Al ayudar a las empresas chinas a extraer minerales raros en el Congo, Hunter Biden está ayudando a China comunista a acaparar el mercado de vehículos eléctricos que POTUS está subsidiando aquí, en casa”, puntualizó Comer.
¿Y qué dice el inquilino de la Casa Blanca mientras tanto? Pues nada. Aparentemente, está “ajeno” a la nueva fechoría de su hijo, ya que ha hecho mutis ahora. Para confirmarlo, un portavoz oficial ha dicho que el Presidente aún no ha sido informado. Cabe preguntarse entonces: ¿a qué están esperando?
Vergüenza presidencial
Uno de los planes de Joe Biden respecto al tema climático es conseguir que, en el 2030, al menos la mitad de los autos y camiones vendidos en el país sean eléctricos. En función de ese objetivo, ha respaldado el proyecto de gasto social y energético, que incluye $320.000 millones en subsidios fiscales para autos eléctricos, energía solar y turbinas eólicas.
¡Qué pasa! Para que los automóviles eléctricos funcionen, estos deben usar baterías, y ¿de qué están hechas las baterías? Pues de cobalto, fundamentalmente. Es justo aquí — lo habrán notado— donde el pez se muerde la cola.
Por un lado, el hijo comercia del peor modo con nuestro principal adversario económico: por el otro, el padre advierte que China podría usar su dominio del cobalto para entorpecer el desarrollo de nuestros autos eléctricos. ¿Quién entiende a la familia Biden?
Sabiendo ahora que uno de los principales abastecimientos del metal está en manos de los chinos, en gran parte por la intervención de su hijo “lumbrera”, ¿con qué cara aparecerá el mandatario? ¿Con qué argumentos defenderá esta vergüenza? Y lo que es peor: ¿qué hará para lidiar con el alto precio del cobalto?
Porque, según gráficas estadísticas de London Metal Exchange, en el último año, el precio del metal no ha hecho más que subir. En noviembre de 2020, por ejemplo, una tonelada costaba unos $32,000 dólares, mientras que ahora está costando unos $62,840, es decir, poco más del doble. Y la tendencia va en ascenso.
Como para echarle más leña al fuego, téngase en cuenta que la batería de los autos eléctricos representa hasta el 40% del costo de estos vehículos. Estamos hablando, señores, de una parte superesencial, hecha de un mineral limitado y, a todas luces, cada vez más caro.
¿En cuánto nos saldrá este componente ahora? ¿Cuánto le costará al país la adquisición del cobalto? ¿Qué golpe se llevará el bolsillo estadounidense como resultado de esto? ¿Cuánto tendrá que pedalear nuestra economía para seguir enfrentándose a embates de este tipo?
Bochornoso pasado
Como todo el mundo sabe, las locuras de Hunter Biden no son cosa de ahora: esta es tan sólo la controversia del momento. En el pasado, su polémico accionar le ha dado bastante de comer a la opinión pública nacional e internacional, dejando a su padre un poco más que mal parado.
Realmente, son varias las ocasiones en las que Hunter no sólo se ha puesto a sí mismo en tela de juicio, sino que también ha despertado sospechas sobre el uso (y abuso) que hace de los puestos de su padre, tanto cuando era senador, luego vicepresidente y ahora Presidente.
Según diversos medios de prensa, únicamente por ser hijo de Biden, ha recibido 1.000 millones de dólares en fondos a través de la controversial firma de inversión BHR, cuya sede se encuentra, precisamente, en Pekín.
Aparte de eso, ha participado en pactos comerciales con China que “han servido a los intereses estratégicos del gobierno comunista y al ejército de ese país”, poniendo en un riesgo potencial la la seguridad de EEUU, de acuerdo con ‘The New York Post’.
Como ejemplos de esos acuerdos de inversión en los que -presumiblemente- Hunter participó, la propia fuente menciona a AVIC Auto, subsidiaria de la Aviation Industry Corp of China (fabricante de aviones para el ejército chino), y a Henniges Automotive (fabricante de piezas de auto y productos de uso civil-militar).
Después de saberse todo esto, está claro que los intereses comerciales de Hunter no tienen límites: no importa de qué tipos sean, ni con quiénes se lleven cabo, ni a quiénes se lleven por delante.
Lo de pensar en el país que le vio nacer, en la seguridad de su nación o la defensa de sus conciudadanos, eso es lo de menos. A engrosar los propios bolsillos a como dé lugar, que eso es lo que importa. Mientras tanto papá, que siga haciéndose el ciego o el que no quiere ver. Ya le pasaremos factura en las urnas.
Sobre el Dr. Rafael Marrero
Multipremiado economista y comentarista de noticias. Graduado de las universidades de Stanford y Cornell, es un reconocido experto en Estados Unidos en contratación federal, emprendimiento para pequeñas y medianas empresas y gestión de proyectos. Autor del bestseller de Amazon La salsa secreta del Tío Sam.
Fuente: Diario las Américas