Aunque no es precisamente nueva, la sigilosa práctica ha aflorado a raíz de que la fundación educativa no partidista Judicial Watch presentara una demanda en contra del Departamento de Educación de nuestro país.
Según la sinopsis de la querella, difundida en el artículo “Tráfico de influencias y robo de secretos: gobiernos extranjeros y universidades de Estados Unidos (EEUU)”, el objetivo de la demanda es investigar los registros del dinero que ha llegado a universidades norteamericanas procedente de gobiernos foráneos, gobiernos que, «a menudo, son adversarios de EEUU».
Para que se tenga una idea de la gravedad del asunto, hay que tener en cuenta que «las cifras son grandes (miles de millones de dólares) y difíciles de precisar, a pesar de los requisitos de los informes federales», puntualiza el citado informe.
Peones del robo
Algunos catedráticos estadounidenses han terminado siendo peones del robo tecnológico. Judicial Watch pone como ejemplo al expresidente del Departamento de Química y Biología de Harvard, Charles Lieber, quien fue acusado en junio pasado por hacer falsas declaraciones sobre su trabajo en la Universidad de Wuhan, provincia china donde se originó el coronavirus.
Aunque su arresto no ha sido conectado con el origen de la pandemia, la fundación estadounidense puntualiza que «algo grande estaba pasando en Wuhan». En ese sentido, detalla que, «de 2012 al 2015, Lieber recibió $50,000 dólares mensuales, más $158,000 para gastos de manutención, más 1,5 millones para establecer un laboratorio de investigación».
Considerado un líder en el campo de la nanotecnología, y la manipulación de átomos y moléculas, Lieber también estaba recibiendo 15 millones por concepto de becas de investigación en Harvard, bajo el patrocinio de los Institutos Nacionales de Salud y el Departamento de Defensa.
Como es lógico, dichas subvenciones le exigían total transparencia, principalmente, en lo que compete a investigación, conflictos de intereses en el orden financiero y colaboración extranjera. Sin embargo, mintió al negar no solo su relación con la Universidad de Wuhan, sino también con el Programa de los Mil Talentos.
Creado en la nación asiática, este programa es considerado por nuestro Departamento de Justicia como «uno de los planes de reclutamiento de talentos más destacados, diseñado para atraer, reclutar y cultivar talentos científicos de alto nivel para la promoción del desarrollo científico, la prosperidad económica y la seguridad nacional de China».
Dicho con otras palabras: se trata de un programa que busca «atraer talentos chinos en el extranjero y expertos extranjeros para que traigan sus conocimientos y experiencia a China, y que a menudo recompensa a las personas por robar información confidencial».
La conclusión de este caso salta a la vista: algo muy muy importante querían los chinos del catedrático de Harvard cuando le pagaban las sumas de dinero antes mencionadas. Según Judicial Watch, definitivamente, «querían saber qué sabía Lieber y qué producía para los estadounidenses».
El otro profesor implicado en sucesos parecidos es Yi-Chi Shih, de la Universidad de Los Ángeles, California. Sobre él ha trascendido que fue condenado en el 2019 por tratar de robar tecnología relacionada con un microchip y enviarla a China, donde se habría usado en misiles y aviones de combate.
Programas de idioma
Ciertos programas de idioma y cultura del país asiático, igualmente han sido y son utilizados por el gobierno chino para penetrar en instituciones educativas de nuestro patio. Ese es el caso, por ejemplo, de los programas patrocinados por los Institutos Confucio.
Tal como asegura Judicial Watch en el mismo artículo, una reciente investigación realizada por The Washington Free Beacon descubrió que tales programas están presentes en más de 80 campus estadounidenses a los que han hecho llegar decenas de millones de dólares.
A pesar de que las leyes federales exigen que estas instituciones de educación superior revelen este tipo de información, lo cierto es que, hasta el día de hoy, el monto exacto del dinero recibido se desconoce.
De momento, solo tres universidades han confirmado haber recibido financiamiento de los Institutos Confucio: la de Michigan, la de Maryland y la Emory, de Georgia. Al parecer, entre las tres recibieron más de 30 millones de dólares.
«Tanto los legisladores como los expertos en educación han advertido durante mucho tiempo que los Institutos Confucio podrían ser un conducto para la influencia china en los campus estadounidenses, un modo de restringir la libertad académica y promover un relato distorsionado de la historia y la cultura china que favorezca al Partido Comunista de ese país», resaltó en su momento The Washington Free Beacon.
Qatar en la mira
El estado de Qatar, ubicado en el este de la península arábiga, igualmente ha sido conectado con este mismo tipo de actividades ilegales. Desde el 2011, ha donado 1.000 millones de dólares a nuestras universidades, entre ellas, la de Texas A&M.
Según Judicial Watch, el Instituto Legal Zachor, conformado por un equipo de expertos que investiga actividades antiisraelíes y antisemitas en nuestro país, comenzó a sospechar de los orígenes de la influencia de Qatar en la mencionada universidad.
En consonancia con tales sospechas, presentó la solicitud llamada Ley de Libertad de Información sobre el Financiamiento de Qatar, iniciativa a la que tratan de eliminar entidades conectadas con el estado arábico, dicha universidad y el bufete de abogados Squire Patton Boggs. Judicial Watch ha dicho que está ayudando a Zachor a defenderse.
Financiamiento en tela de juicio
El Departamento de Educación de EEUU investiga ahora estos peligrosos acontecimientos. Según una carta que enviara a altos cargos de la Cámara, se estima que alrededor de 6,5 millones de dólares han ingresado a las arcas de universidades y colegios estadounidenses, principalmente, de fuentes chinas y del Medio Oriente.
De acuerdo con Judicial Watch, el sitio web de noticias sobre educación superior Campus Reform, fue el primero en dar a conocer dicha carta y en informar que dicho organismo también ha iniciado una investigación sobre otras posibles implicaciones de las universidades de Harvard y Yale, a las que ha pedido «que revelen cualquier financiamiento que hayan recibido de China, Irán, Qatar y Arabia Saudita».
Definitivamente, cuando se trata de aprovecharse del talento ajeno mediante hurtos de cualquier índole, China se lleva las palmas. Claro que no será por mucho tiempo. Nuestro país, firme defensor de lo que le pertenece, trabaja incansablemente por erradicar la plaga que representa el descarado robo a nuestra propiedad intelectual.
Sobre el Dr. Rafael Marrero
Economista. Graduado de las universidades de Stanford y Cornell, es un reconocido experto en EEUU en contratación federal, emprendimiento para pequeñas y medianas empresas y gestión de proyectos. Autor del bestseller de Amazon “La salsa secreta del Tío Sam”.
Fuente: Diario las Américas