En una democracia madura, las elecciones son rutinarias, un asunto importante, pero normal, no extraordinario. Los ciudadanos votan por los candidatos de acuerdo con su ideología y su partido y, en especial, por su opinión sobre el gobierno de turno, escogiendo aquellos que se acercan al gobierno que les gusta o a los que se oponen al mismo, en caso de que tengan distancias con quienes detentan el poder. En una democracia madura, las elecciones son típicamente de gobierno-oposición y nadie duda de que habrá nuevos comicios y la oportunidad de elegir distinto. Y se sabe que, más allá de quiénes sean los elegidos, se preservarán el sistema democrático y el modelo económico.
Sin embargo, las democracias latinoamericanas son, con un par de excepciones, inmaduras, frágiles. La nuestra, en particular, parecía estar entre las estables, a pesar de la amenaza constante de los violentos sobre ella. Democracia imperfecta, sin duda, pero democracia en todo caso.
Pero desde el 2018 las elecciones dejaron de ser las ordinarias gobierno-oposición y han pasado a ser unas extraordinarias sistema-antisistema. Al menos uno de los aspirantes con posibilidades reales de ganar amenaza tanto la supervivencia del sistema democrático como el modelo de economía de mercado. Es un candidato abiertamente antisistema. Fracasada la vía violenta que ya intentó, pretende llegar al gobierno por vía electoral, pero, si consiguiera vencer, quiere hacer una revolución, con modificaciones al sistema político a través de una constituyente que ya anunció y al modelo de economía de mercado. En su deseo de alcanzar el poder, se ha unido a lo más maloliente de la política tradicional, tiene una alianza abierta con criminales internacionales, miente de manera sistemática, ofrece proyectos y obras irrealizables o ruinosas y denigra de la democracia de la cual se ha lucrado una y otra vez. Populismo del peor.
En estas elecciones nos jugamos el futuro. Es vital elegir bien. Y tener un Congreso con mayorías que, en caso de un triunfo populista, aseguren que lucharán por la preservación de la democracia y puedan hacer control político efectivo. Opciones hay, de todos los colores y matices. No hay excusa para no votar.
Ahora, es verdad que las elecciones parlamentarias han quedado a la sombra de las consultas interpartidistas. Las consultas han convertido las elecciones presidenciales en una de tres vueltas de hecho, siendo la primera las consultas mismas. Las consultas destacan y promueven a los candidatos que participan en ellas y opacan a quienes no lo hacen. Y depuran el escenario político.
La campaña empieza verdaderamente el domingo 13 al final del día. Hasta ahora todo ha sido fuegos artificiales.
Fuente: El Colombiano