miércoles, noviembre 20, 2024
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OPINIÓN-Saúl Hernández Bolívar: Colombia: los jueces y sus demasías

Es tal el maremágnum de información con el que se agobia a los colombianos que tratar de escribir sobre un solo tema se vuelve imposible, pues son muchas las cosas que indignan y preocupan a la gente, aunque también hay cosas que generan esperanza.
Para empezar, resulta inadmisible e inexplicable que un juez insista en condenar al club El Nogal por el atentado con carrobomba cometido por las Farc en el 2003, obligándolo a pagar millonarias indemnizaciones. Este debe ser el único país del mundo en el que los terroristas van al Congreso y las víctimas son condenadas con argumentos absurdos: que un ministro de la época era muy asiduo del club, que la ministra de Defensa durmió cuatro o cinco días en sus instalaciones o los chismes de que militares y paramilitares se reunían allí. Todo lo cual, según el juez, convirtió al club El Nogal en objetivo militar.
Esa narrativa es abyecta y se parece mucho a esas justificaciones que han hecho carrera en el sentido de que si una mujer se viste provocativamente es culpable de que la violen, o que, si alguien sale a la calle con joyas, con un celular costoso o una sofisticada bicicleta de marca, es culpable de que lo atraquen. Con ese cuento se satanizan a los funcionarios y las entidades del Estado, pues un ministro o un general no podrían ir a un restaurante ni vivir en un barrio cualquiera, ya que pasarían a ser responsables de cuanta acción que se ejecute en su contra y perjudique a un tercero. Incluso, un particular que no tenga nada que ver —como el club— podría ser responsabilizado, pero no el criminal.
Ya la responsabilidad penal no es individual, como reza un pilar universal del derecho, sino atribuible a algún pendejo de turno, todo para poder eximir a las Farc. Y eso que no fue su tribunal de bolsillo el que falló, la JEP. O sea que las demás altas cortes les bastarían para mantenerse impunes y nos saldría a todos más barato. Al lado de esto, que un juez se crea epidemiólogo es poca cosa; es que ahora todos se dedican a liberar criminales, aunque se burlen de la justicia.
Y hablando de barato, no es nueva la propuesta del alcalde de Medellín, el ‘diablo Pinturita’, de convertir el área metropolitana de la ciudad en un distrito, fusionando los diez municipios que comparten el estrecho Valle del Aburrá. Eso mismo propusimos en una columna de opinión en el año 2007, «Medellín, Distrito Metropolitano«. Razones, para ese efecto, hay muchas, pero lo de Quintero pareciera mero oportunismo político para desviar la atención de otros temas. No olvidemos que se viene promoviendo su revocatoria.
Lo cierto es que los nueve municipios que orbitan a Medellín son meros barriecitos de la ciudad que están totalmente conurbados entre sí y derrochan millonadas en una duplicidad de funciones que no tiene sentido. Así como los servicios públicos domiciliarios son prestados hace décadas en toda el área metropolitana por las Empresas Públicas de Medellín, así mismo debería bastar con un solo alcalde, un solo gabinete municipal, un solo concejo, etc.
Burocracia es lo que sobra, pero eso no será aceptado nunca aquí ni en otras regiones del país donde hay casos similares, porque es imposible que la clase política abra sus fauces y entregue semejantes trofeos. Todos estos municipios son fortines políticos a los que les ordeñan millonadas. Si ‘Pinturita’ insiste en ese tema va a poner a los partidos a trabajar unidos por su revocatoria.
Para variar, como siempre a fin de año, se viene la negociación del salario mínimo, adobada con la propuesta de reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales. En este año atípico las empresas están quebradas o ilíquidas, o ambas cosas. Y la inflación apenas ronda el 2 %. Sin embargo, los trabajadores están exigiendo hasta el 14 % de aumento, con el argumento de que eso incrementaría el consumo de las familias impulsando la economía.
No obstante, otra cosa dicen los expertos, que coinciden en la necesidad de abaratar la contratación para crear empleos. Por eso no apoyan la reducción de la jornada laboral conservando el mismo salario, ni un aumento muy por encima de la inflación. Por el contrario, ha surgido la propuesta de bajar el mínimo un 20 % para crear empleos de emergencia por la pandemia, eliminando, además, el pago del aporte a cajas de compensación por parte de los empleadores. La pregunta es ¿qué reactiva más la economía, mejorarles los salarios a los que están trabajando o bajar los sueldos para que muchos otros tengan oportunidad de tener un ingreso?
Finalmente, siguen las masacres en el Cauca, justo cuando un estudio demuestra que las muertes de líderes sociales y exguerrilleros coinciden en el territorio con las áreas ocupadas por disidencias de las Farc y extensas plantaciones de coca. De esas áreas han echado sus pobladores al Ejército y la Policía, además de que no dejan fumigar ni erradicar. Luego reclaman la protección del Estado y culpan al Gobierno de la violencia que los azota. No puede imaginarse algo más absurdo.
Por fortuna, hay temas esperanzadores: Rusia y Reino Unido empezaron a aplicar la vacuna contra el COVID-19 a su población. Colombia, entretanto, ha avanzado en la negociación para adquirir las dosis necesarias para inmunizar inicialmente a 15 millones de personas, las más sensibles. Cesa, pues, la horrible noche.
Fuente: PanamPost

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