Mientras todos quisiéramos que esta pandemia se acabe, surgen en el horizonte nuevos nubarrones que amenazan más tormentas, aunque también se aclare el panorama con muchas verdades que se van abriendo paso. Por ejemplo, nos vamos enterando de quiénes son en realidad el falso testigo Monsalve y su exesposa Deyanira, y por dónde va el agua al molino. También sabemos de la falta de idoneidad del nuevo gerente de las Empresas Públicas de Medellín y del adoctrinamiento marxista del que hace rato vienen siendo víctimas nuestros jóvenes por parte de Fecode, el sindicato de los profesores.
Para empezar, hay que reconocer que la prensa libre y responsable es uno de los mayores baluartes de la democracia. No nos habríamos enterado de muchos detalles del oscuro contubernio que se tejió contra Álvaro Uribe si no fuera porque la revista Semana enderezó el rumbo tras serle arrebatada a las fuerzas de izquierda que estaban tras bambalinas usándola para manipular información y torcer la verdad para incidir en la realidad nacional. Basta recordar el caso del hacker con el que se le hizo daño a la campaña de Óscar Iván Zuluaga impidiendo que llegara a la presidencia.
Hay quienes tratan de ocultar ese hecho arguyendo que los medios son de la oligarquía, pero está claro que en Colombia estos se han puesto al servicio de la izquierda, seguramente para ganar algún tipo de favor. No por nada los Santo Domingo rescataron de la quiebra un periódico como El Espectador para entregárselo a la izquierda, y permiten que su canal de televisión, con sus Noticias Caracol, tenga una clara orientación santista, profariana, antimilitarista y antiuribista. Algo similar viene propiciando la familia Sarmiento Angulo en El Tiempo, mientras que Caracol Radio hace lo propio, siendo parte del conglomerado español Grupo Prisa, de extrema izquierda.
El buen periodismo debería regirse por aquella máxima atribuida a Aristóteles que dice «soy amigo de Platón, pero lo soy más de la verdad». Lo que pasa, sin embargo, es que aquí no se está haciendo periodismo sino politiquería a través de los medios, con una guerra ideológica de fondo que se aprovecha del periodismo como un arma más para destruir la democracia en el marco de la combinación de todas las formas de lucha. Y se pisotea otra máxima del periodismo, esa que dice: «La opinión es libre, pero los hechos son sagrados», tratando de hacer ver simples opiniones como hechos probados mientras la realidad se falsea vulgarmente.
Ahora sabemos que a Juan Guillermo Monsalve lo tienen viviendo a cuerpo de rey en casas fiscales de la cárcel La Picota, con la bendición de la Corte Suprema de Justicia, para que mantenga sus versiones contra el expresidente Uribe. Tiene acceso a licores, prostitutas, rumbas, aparatos de comunicaciones y toda clase de visitas. Pero, además, le han permitido administrar a distancia su participación en minas ilegales de oro que lo tendrían convertido ya en un sujeto muy rico, todo un mafioso.
Como si fuera poco, hoy sabemos quién es su exesposa Deyanira Gómez, una médico a la que Inteligencia Militar le viene siguiendo sus pasos en las filas de las Farc desde 2006, donde tenía el alias de ‘La Chiqui’. Allí tuvo una hija con un tenebroso delincuente llamado Élver Penagos Tabera, alias ‘Arley’, cabecilla del frente 21, condenado a más de 40 años por secuestro y terrorismo. Como vemos, resulta ser mucha coincidencia que todos los caminos de este montaje criminal contra Uribe, conduzcan hacia las FARC y el santismo, las dos fuerzas que se han unido en su contra, los mismos que firmaron ese pacto diabólico acordado en La Habana. Pero dejemos ahí.
Por otra parte, se ha destapado un episodio más de esta serie de terror en la que se ha convertido la alcaldía de Medellín en manos de Daniel Quintero. Tras unos días de aparente calma, ‘Pinturita’ volvió por sus fueros al nombrar como Gerente General de las Empresas Públicas de Medellín a un perfecto desconocido que ni siquiera es nacido en estas tierras —es de Sogamoso, Boyacá—, que carece de experiencia en cargos de semejante nivel, que no ha logrado avalar ni explicar los enredos de su formación académica y que, para ajustar, es pariente político del alcalde Quintero.
Pero, hay más: al señor Alejandro Calderón lo despidieron de la empresa Mineros S.A. por bajo rendimiento y dentro de las EPM no calificó para un alto cargo en UNE-Tigo y mucho menos en Afinia, la empresa que se creó para sustituir a Electricaribe. Además, tiene nexos con firmas involucradas en el escándalo de los Panamá Papers. Un verdadero inepto que no puede estar al frente de EPM ni por un segundo.
¿Y el adoctrinamiento de nuestros niños y jóvenes? Hace décadas lo viene ejerciendo Fecode en los colegios, para entregarle revolucionarios en formación a la Juco y a las universidades públicas, donde los vuelven unos verdaderos ‘profesionales’. Los resultados los hemos visto por años y ahora se hacen más evidentes cuando el Señor de las Bolsas lidera las encuestas gracias al lavado de cerebros. ¡Todo un hampón!
Fuente: PanamPost