Hasta hace un par de meses, al iniciar el proceso electoral que tendrá su desenlace en unos días, todo apuntaba a que el presidente Andrés Manuel López Obrador y su partido, Morena, arrasarían en las elecciones intermedias mexicanas. Se calculaba entonces que obtendría uno de cada dos votos emitidos, permitiéndole revalidar su mayoría calificada (dos terceras partes, es decir, 334 asientos) en la Cámara de Diputados, 14 de las 15 gubernaturas en disputa y aumentar a 11 su número de alcaldías en la Ciudad de México, su bastión histórico.
Hoy la situación es muy distinta. Básicamente, el catastrófico manejo de la pandemia del COVID-19, el escaso avance a la vacunación, la involución en materia económica y de seguridad pública, los reiterados escándalos de corrupción en su gobierno y que involucran a familiares directos del presidente y a funcionarios de primer orden, los mensajes despóticos y divisivos diarios de López Obrador, el derrumbe de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México, con 26 muertos y decenas de heridos, pero sin un solo detenido hasta ahora, y la pésima actuación del presidente respecto a ese accidente, lograron variar en poco tiempo las expectativas electorales.
Pocos casos hay en que un gobierno con tan buenas expectativas, las haya visto deshacerse entre las manos, gracias a sus propios errores e incompetencias.
Aunque no hay muchas encuestas (debido básicamente a las dificultades de levantamiento que plantea la pandemia), las pocas existentes parecen apuntar a un escenario en el que Morena no lograría retener la mayoría calificada en la Cámara, y tal vez ni siquiera la mayoría simple (la mitad más uno de los 500 diputados), requiriendo la colaboración de sus partidos satélites para obtenerla, solo ganaría 8 o 9 de las gubernaturas en disputa y tal vez perdería 2 o 3 de sus actuales 11 alcaldías, en el peor resultado de la izquierda en la historia en la Ciudad de México, su bastión más simbólico.
Sin embargo, una eventual alta abstención el domingo 6 de junio, junto con una eficaz movilización de sus propios votantes, podría dar mejores resultados a López Obrador y Morena. Tal vez por ello, el presidente y su gobierno apenas han movido las manos para perseguir y condenar a los homicidas de los 88 políticos y candidatos asesinados durante este proceso electoral: saben que un clima de alarma e inseguridad sería un efectivo disuasorio de la participación electoral. Al margen, y en vista de que la gran mayoría de asesinados han sido militantes de partidos opositores, ¿sería irresponsable sospechar que al menos algunas de esas muertes fueron provocadas por grupos criminales aliados a Morena y al presidente?
López Obrador podría tal vez no perder esta elección, pero sus números no serán todo lo exitosos que se suponía hace unos meses. Eso significará un importante alivio de la situación política del país: el presidente ya no podrá modificar la Constitución a su antojo, ni desaparecer organismos que hoy son su contrapeso, o remover en masa a sus integrantes. En los tres años de la próxima Legislatura, López Obrador se vería obligado a negociar con una atomizada representación parlamentaria cada uno de sus futuros nombramientos, leyes y proyectos, dejando de tener al Congreso como un mero subordinado.
Pero habría que tener cuidado en sobredimensionar estas restricciones: López Obrador seguirá teniendo en sus manos las herramientas del terrorismo fiscal, de la investigación, la persecución judicial y la detención penal contra sus adversarios, y sobre todo el uso sin mucho control del presupuesto nacional y sobre la fiscalización del mismo. Esto seguramente le permitirá establecer un buen piso de negociación, compraventa e intimidación sobre muchos miembros del Congreso, partidos y gobernadores, logrando así, tal vez, una mayoría legislativa simple más o menos cómoda, sin variar mucho la situación actual, pero a un costo político y económico mucho más alto, a expensas (claro) de los contribuyentes mexicanos.
Lo que sí debemos valorar en todo lo que vale es, si se confirman los resultados que arrojan la mayoría de las encuestas disponibles, se cancelan los sueños más autócratas de López Obrador, como intentar su propia reelección, la ampliación de su mandato o la elaboración de una nueva Constitución, para cumplir así su culmen dorado: entrar a los libros de Historia como el mejor presidente de México, según cree.
Este domingo 6 de junio la sociedad mexicana despejará la interrogante sobre su futuro cercano. Ojalá las peores pesadillas del presidente López Obrador se le cumplan.
Fuente: PanamPost