A la desintegración del entramado institucional hay que sumarle el colapso de la infraestructura vial, de la red de hospitales, y del sistema escolar. En la misma dirección deletérea han marchado la industria petrolera, la minería legal, y las instalaciones eléctricas. No puede dejar de mencionarse la destrucción del sistema universitario, de la capacidad científico-tecnólogica del país, y en general de las posibilidades de generación de conocimiento. La precariedad traicionera de la gestión de la “Revolución del Siglo XXI” ha también aniquilado la economía privada, demolido el salario y sumido a Venezuela en un ciclo inflacionario solamente comparable al caso de algunas naciones africanas y de la República de Weimar en Alemania después de la I Guerra Mundial. Venezuela sigue “funcionando” por la labor tesonera de los héroes civiles y de un sector de la población que ha logrado sobrevivir merced a un ingenio ilimitado para generar ingresos en dólares manteniendo dobles trabajos, o, en otros casos gracias a las remesas de amigos y familiares en el extranjero.
En la práctica, el desgobierno del régimen ha generado un país esquizofrénico, con múltiples personalidades, que es mantenido bajo control por una mezcla de represión, miedo y hambre. Un país, el de los enchufados y amigos del régimen, velados o abiertos, vive holgada, casi opulentamente. Otro país trabaja y se las arregla como puede para generar divisas. Un tercer país vive de las remesas, y un cuarto país se las arregla como puede. Sectores de esos cuatro países contribuyen a su medida a engrosar las cifras del masivo éxodo que ya llega a unos seis millones de venezolanos que han abandonado su país en busca de mejores destinos.
Cuando se piensa que las cosas no pueden estar peor, siempre hay espacio para cavar con más energía en el fondo del hoyo. Es precisamente lo que el régimen tiene en mente para los venezolanos. Una elección que cada vez se proyecta con más claridad entre construir un modelo de control social y miseria “a la cubana”, u optar por un modelo de crecimiento económico y control social “a la china”. Las señales parecen inclinarse en la dirección del modelo chino, lo que implicaría una apertura total a capitales internacionales, al tiempo que el madurismo se mantiene per secula en el poder en un esquema de entrega del país que se traduciría en una revitalización de la lánguida economía, y la atenuación de la gravedad de la crisis nacional. Un arreglo que a muchos actores internacionales les puede terminar por resultar conveniente.
En cualquiera de los dos infiernos, el cubano o el chino, los venezolanos tendríamos que despedirnos de la libertad y la democracia que nos son tan caras. Todavía hay tiempo para oponerse.
Vladimiro Mujica es director de VenAmerica
Fuente: Diario las Américas