Ha nacido en los medios digitales un nuevo apodo para el presidente ruso Vladimir Putin: PUTLER, un pseudónimo compuesto de su propio apellido PUTIN y el del dictador nazi HITLER. Por esta vez estamos de acuerdo en que la imaginación de las redes sociales, a veces enfermizamente trivial sobre hechos de enorme significación para la humanidad, ha atinado en escoger un nombre que simplifica y economiza palabras para tratar de entender la magnitud del despropósito del tirano ruso contra su propio pueblo. No olvidemos, como se recoge de manera muy clara en un artículo de Henry Kissinger, sobre el cual llamó la atención nuestro querido amigo José Domingo Mujica (Kissinger), que los pueblos ruso y ucraniano tienen una compleja y rica historia común que no puede ni debe ignorarse. Cabe aquí también una analogía siniestra: hutus y tutsis en Rwanda compartían una historia común que fue profundamente distorsionada por los europeos, una distorsión que luego fue brutalmente aprovechada por los hutus para iniciar una campaña de aniquilación del contrario y que condujo eventualmente al genocidio de Rwanda. Muy malos presagios en la acción de PUTLER, como ha terminado por ser reconocido por Occidente y por sectores importantes del propio pueblo ruso.
Reconocer y rechazar la agresión contra Ucrania, no significa de ningún modo dejar de lado el repudio a las agresiones de las cuales han sido responsables países occidentales. No es posible olvidar el engaño al mundo que constituyó la justificación de existencia de armas nucleares en Iraq como argumento para la invasión a ese país, o las invasiones a varios países centroamericanos, o la pasividad internacional frente al genocidio de Rwanda y la tardía intervención en las masacres de la ya inexistente Yugoslavia. Pero estas realidades complejas, que deben conducir a duras críticas, no pueden llevar de ninguna manera a la posición NI-NI, o Ni Fu Ni Fa, que se observa en las declaraciones de alguna gente que pretende equipar las conductas de Occidente con la barbarie de PUTLER. La condena a la invasión rusa a Ucrania debe ser sin ambages ni posiciones a medias, y debe apoyar las acciones de Estados Unidos y Europa para impedir que PUTLER se salga con la suya. Ello debe ir acompañado del reconocimiento del valor y la gesta de estadista del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky, que de exitoso actor ha pasado a la condición de héroe de su pueblo y un ejemplo para todos quienes tenemos que librarnos de regímenes autoritarios.
En el patio doméstico venezolano, la pretensión de Rusia y Cuba de secuestrar a Venezuela detrás de lo que podríamos llamar La Cortina de Caña, en alusión al cultivo prevalente en la isla que maneja muchos de los asuntos venezolanos, y a la destruída Cortina de Hierro, que dividió el Este del Oeste en Europa durante los tiempos de la Guerra Fría, no puede quedar sin respuesta. Quizás el gobierno de facto de Maduro descubra, para su sorpresa, que el apoyo incondicional que le ha dado su régimen a la invasión de Ucrania, le puede salir caro. Ello es así, por que se ha evidenciado más allá de toda duda razonable que la alianza del mal que gravita alrededor del eje Rusia-Cuba-Venezuela-Nicaragua, reviste una gravedad inocultable para la seguridad del hemisferio occidental y del planeta. Ya no se trata simplemente de fortalecer la existencia de un mundo multipolar que le dispute la supremacía a los Estados Unidos y Europa, sino de imponer y apoyar soluciones y agresiones militares que, con toda razón, han sido comparadas con las que ejecutaron los nazis en la II Guerras Mundial.
La otra enseñanza importante, que deberíamos terminar de aprender, es que al igual que PUTLER ha intentado manejar una narrativa falsa y mentirosa para justificar su agresión indicando que iba a “desnazificar” a Ucrania, el mismo recurso, de pretender secuestrar la narrativa de la esperanza, es utilizado exhaustivamente por los “progres”, el Foro de Puebla, El Foro de São Paulo y, muy especialmente, por el régimen venezolano. Del mismo modo que PUTLER manejó sin escrúpulos su promesa de no invadir Ucrania, así el régimen madurista maneja sus promesas de negociar con la oposición democrática venezolana. La verdad del asunto es que si no existen elementos concretos de presión de la comunidad internacional y los actores nacionales, no hay ninguna esperanza de llevar ni a Maduro ni a PUTLER a ninguna mesa de negociación. Es por ello que todas las esperanzas de cohabitación con regímenes cuyo interés estratégico no tiene absolutamente nada que ver con el bienestar de sus pueblos sino con un esquema de poder, basado en el miedo y la traición, no tienen ningún fundamento.
Tiempos de apoyar sin reservas la respuesta de Occidente a PUTLER, sea en el terreno económico o de acciones militares para parar la barbarie de la invasión. Mucha gente criticó la respuesta de Churchill y Roosevelt frente a Hitler, y abogó por una alternativa pacifista que estaba condenada desde el principio al fracaso frente a un enemigo que solamente aceptaba rendiciones incondicionales. El pacifismo no es lo contrario de la guerra. Bajo ciertas condiciones puede ser uno de sus principales causantes. La paz verdadera exige respeto y libertad a las naciones, y a los pueblos, y eso, lamentablemente, a veces no se puede lograr con acciones a medias tintas.
Vladimiro Mujica Horacio Medina