Raúl Tortolero,
Hay que preguntarnos algo: ¿Por qué a la “oposición” de México le convendría legitimar a la naciente dictadura de partido de Andrés Manuel López Obrador? Respuesta: Porque de antemano saben que van a perder las elecciones presidenciales en 2024, y su apuesta es simplemente conservar el control de sus partidos políticos…. Y no caer en el bote.
En lugar de denunciar abiertamente toda una larga cadena de ilegalidades, abusos, corrupción y torcidas a la ley electoral que se operan hoy desde el oficialismo socialista, la oposición fake decide no mover un dedo, con tal de mantener el poder de sus institutos políticos, tras las elecciones del año que viene.
Si señalaran públicamente los ataques y excesos desde el poder que los afectan tanto, y los dejan postrados electoralmente, las élites de esa oposición fake se expondrían a que les sacaran sus trapitos al sol: sin duda la dictadura, echando mano de todos sus recursos, los investigaría, y como no tienen la cola muy corta, podrían acabar presos o en el exilio.
Y para estos “opositores”, la política es sólo un negocio, y el gusto de tener poder. Pero nada más. Esta camada no es ni por asomo mártir de la democracia, ni tiene atisbos de heroicidad. Son tibios y corruptos. Un retraso para el país.
Pero vamos por partes. Las amplias condiciones de falta de igualdad ante la ley para los aspirantes a la presidencia que no son fichas de Andrés Manuel López Obrador, generan que la contienda, desde ahora, se convierta en sólo una pantomima útil no a México y su democracia en ocaso, sino para legitimar una naciente dictadura de partido.
Ahora bien, estas condiciones adversas que imposibilitan una competencia equilibrada y justa, se dividen en dos: uno, las de mayor peso, las estructurales; y dos, las coyunturales.
Analicemos primero estas últimas, entre las que resalta la forma de actuar de López Obrador, atacando permanentemente a la oposición desde “su privilegio” (dirían los progres) de los monólogos mañaneros, diluyendo a las instituciones, minando su autonomía, socavando los cimientos de la democracia.
Y al mismo tiempo, incitando a que sus fichas, los aspirantes a la presidencia de su partido, violen las leyes electorales con trampas para posicionarse entre la simpatía del votante, gastando dineros sin aclarar su origen, fondos millonarios.
Claudia Sheinbaum, la preferida de López Obrador; Adán Augusto López, su paisano, y Marcelo Ebrard, su eterno escudero, son los tres principales candidatos de Morena, el partido adscrito al Foro de Sao Paulo que “gobierna” México.
Andan por todo el país, sonriendo, dándose a conocer, queriendo agradar, en una abierta y cínica campaña fuera de la legalidad electoral, que prohíbe actos anticipados de campaña.
Reconociéndolo o no, han invertido millones en anuncios espectaculares, bardas, giras, reuniones, comidas, logística, impresos, vuelos, gasolina, desplazamientos, y en llevar gente a sus eventos, en “acarreos”.
El senador del PAN, Julen Rementería, tuvo una opinión acertada como un hacha sobre esto: “Hay un dispendio sin precedentes, porque aún no inicia el proceso electoral, con reparto de volantes, dípticos, espectaculares, organización de eventos; es algo que insulta. Las corcholatas creen que somos pendejos; es un claro desvío de recursos. ¿De dónde sale ese dinero?, 5 millones de pesos no alcanzan para todo lo que están gastando, es una tomada de pelo”, soltó. Y tiene razón. (“Corcholatas” es la palabra con que “bautizó” López a los aspirantes de Morena).
Pero también el propio Instituto Nacional Electoral (INE) está avalando estas campañas ilegales. El consejo general votó el pasado 26 de julio aprobando estas irregularidades, mostrando que sus mentes ya están tripuladas por López Obrador. Es un INE controlado.
A López Obrador le falta aún poder controlar el tribunal electoral. Pero no está lejos. Para lograrlo, ha amagado con desaforar a los magistrados. Para que se plieguen a su voluntad.
El presidente socialista está argumentando que las autoridades del Poder Judicial de la Federación han puesto en su boca expresiones que nunca ha dicho sobre Xóchitl Gálvez –la malhablada feminista de izquierda que hoy encabeza las encuestas para ser la candidata de la “oposición”–. Dice López que lo acusan de “violencia política de género” (¿y qué se puede esperar de una progresista como Xóchilt, que para insultarlo lo califica de “machito”?).
Y si todo esto tiene que ver con las condiciones coyunturales, faltan las más pesadas, las estructurales.
Entre éstas podemos contar las siguientes: López Obrador (y Morena) tiene al Gobierno federal con todo su presupuesto; tiene de su lado a los mandos del Ejército y la Marina; tiene en la bolsa a la Guardia Nacional; tiene mayorías en la Cámara de diputados y en el Senado; tiene 22 gobiernos estatales de Morena (de 32 entidades); tiene de su lado a la Fiscalía General de la República; tiene tripulada ideológicamente, por completo, a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH); tiene al muy ideologizado y supremacista progresista Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, (Conapred), y a su versión “lisérgica” en la Ciudad de México, el Copred; tiene al Banco de México (López nombró a la gobernadora); tiene al canal 22 a su servicio; y a muchos otros medios de comunicación poco críticos, complacientes con su dictadura, y a un sinfín de youtubers e influencers que comen de su mano roja.
Además, controla al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) cuya titular es cercana a él; tiene al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) –que revisa sus políticas públicas, y dice a la secretaría del bienestar qué está bien y qué está mal–; tiene al Fondo de Cultura Económica (FCE) con el jacobino comunista Paco Ignacio Taibo II. Tiene a los “servidores de la Nación” y a varios partidos satelitales.
El Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), un contrapeso mediano pero picoso al poder del dictador López, no puede sesionar.
Y la Auditoría Superior de la Federación (ASF), tiene un titular que no ve con malos ojos a López y es señalado de “tapar” la corrupción de Morena.
Y si eso es poco, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), que pareciera ser su contrapeso más fuerte, resulta que tiene de fondo la misma agenda del supremacismo progresista que los más progres de Morena.
Ah, un “detalle” más: Xóchitl Gálvez, el orgullo que pronto encabezará a la “oposición” como candidata, es una marxista, pro aborto, cercana al supremacismo LGBT, feminista, con lenguaje “incluyente”, y va de la mano de la ideología de género.
Así las cosas, una verdadera oposición no se prestaría a convalidar la perpetuación del socialismo de López Obrador en el poder, y revisaría si hay condiciones justas y equilibradas para participar en la contienda de 2024.
Todo indica que van a perder, por la suma de condiciones coyunturales y estructurales que hoy prevalecen en México. Pero no les da para tanto su cabeza: No van a dejar de participar, por lo cual, lo que harán será de facto únicamente legitimar el agravamiento de un régimen dictatorial de extrema izquierda. Con ello agradarán a López Obrador y garantizarán no caer presos. Para eso salieron buenos los tibios y corruptos de la oposición fake de México.