Esta medida, promovida por la organización con sede en París, recibió un impulso decisivo con la llegada en enero de Joe Biden a la Casa Blanca, que se plasmó en un primer acuerdo a mediados de año que acabó de perfilarse este viernes.
Solo cuatro de las 140 jurisdicciones involucradas en las conversaciones no se sumaron finalmente a la iniciativa –Kenia, Nigeria, Pakistán y Sri Lanka–, aunque sí se consiguió en la recta final los apoyos de Irlanda, Estonia y Hungría.
El visto bueno de Irlanda no es baladí. Dublín acoge las sedes europeas de los gigantes norteamericanos de internet como Facebook, Google y Apple, ya que cuenta con uno de los impuestos de sociedades más bajo del mundo, en el 12,5%.
«Todos los países del G20», «todos los de la Unión Europea» y «todos los de la OCDE» han dado su visto bueno a la propuesta, que se presentará a fines de mes a los mandatarios del G20 en Roma, celebró el secretario general de la OCDE, Mathias Cormann.
Dos pilares
La medida se estructura en dos pilares. Uno de ellos es un tipo impositivo mínimo del «15%» para las empresas con más de 750 millones de euros anuales (867 millones de dólares) de facturación. Para lograr el apoyo de Irlanda, se eliminó la referencia a «al menos» un 15% de la propuesta inicial.
El otro pilar busca que los ingresos abonados por las grandes empresas lleguen a los países donde obtienen sus ingresos y no donde tienen su sede social, limitando así las controvertidas prácticas de optimización fiscal.
Esta medida se aplicará a las multinacionales cuya facturación mundial supere los 20.000 millones de euros (unos 23.000 millones de dólares) y cuya rentabilidad sea superior al 10%. Se gravarán así el 25% de los beneficios en este apartado.
«Pedir a las grandes empresas que paguen la cantidad correcta de impuestos no es sólo una cuestión de finanzas públicas. Es sobre todo una cuestión de equidad básica», reaccionó la titular de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que llamó a implementar el pacto.
Por su parte, el presidente estadounidense, Joe Biden, afirmó en un comunicado que «un impuesto mínimo mundial fuerte permitirá, por fin, equilibrar las condiciones de competencia para los trabajadores y los contribuyentes».
Críticas
El acuerdo fue aplaudido por el CCIA, un grupo de presión que reúne a los gigantes de la tecnología de Estados Unidos, y que se declaró satisfecho por «la obligación clara de retirar todas las medidas de gravamen a los servicios digitales» y por «el compromiso de no introducir esas medidas en el futuro».
El vicepresidente de Facebook, Nick Clegg, también sostuvo que la red social estaba «feliz de constatar la emergencia de un consenso», pese a que esto «podría significar pagar más impuestos en diferentes lugares».
Sin embargo, no todo fueron felicitaciones. Para las oenegés y los economistas, a este pacto, apoyado por las economías que representan más del 90% del PIB mundial, le falta ambición para acabar realmente con la desigualdad.
Según Oxfam, con un tipo impositivo del 15%, los dos tercios de los ingresos fiscales adicionales beneficiarán sobre todo a los países ricos del G7 y de la UE. Las naciones más pobres recuperarían menos del 3%.
Además, «en el último minuto se ha añadido un colosal período de gracia de 10 años al impuesto de sociedades global del 15%», lamentó Susana Ruiz, responsable de esta organización para políticas fiscales.
El jueves, cuando ya se vislumbraba el pacto, el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz ya lamentó que el acuerdo no responda a las inquietudes de los países en desarrollo y de los países emergentes. El economista abogaba por un tipo mínimo del 25%.
Fuente: Diario las Américas