martes, noviembre 5, 2024
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Para qué sirve el PP

JAVIER TORRES,

Von der Leyen acaba de ser reelegida presidenta de la Comisión Europea con los votos de populares, socialistas, liberales y verdes. Meloni, a la que algunos veían ya dando discursos en Las cenas de la libertad con Rallo y Huerta de Soto, ha votado en contra. La alemana ha vuelto a imponerse gracias a la coalición bruselense en que Feijoo y Sánchez son socios, quizá en agradecimiento a que en sus cinco años al frente del comisionado entraron en España más de 230.000 inmigrantes ilegales.

La hoja de servicios de doña Úrsula acumula otros méritos como haber ocultado información sensible sobre los contratos de las vacunas del covid. ¿De los efectos secundarios me habla usted? Nueva legislatura, viejas recetas. La alianza consolida el pacto verde y el desmantelamiento del campo y la industria nacional en detrimento de la deslocalización y la invasión de productos extracomunitarios en el mercado europeo. El acuerdo populares-socialistas sigue en buena forma, como también evidencia la continuidad de Roberta Metsola al frente del parlamento.

Estas sinergias que Feijoo y Sánchez muestran más allá de los Pirineos explican que al gallego le cueste tanto ejercer de oposición en Madrid. Feijoo lo intenta y hasta tiene que escribir «tono duro» en sus papeles cuando le toca subir a la tribuna de las Cortes. Una oposición que necesita notas a pie de página para recordar que enfrente está el Gobierno de la amnistía, los indultos y las rebajas penales a los golpistas debería, como mínimo, levantar sospechas acerca de si en realidad no estaremos ante una formidable pantomima.

Porque, ¿en qué se opone el PP al PSOE? No lo hace, desde luego, en la politización de la Justicia. Ambos acaban de repartirse los jueces del CGPJ y hace unos años los del Tribunal Constitucional, que ahora deja irse de rositas a los corruptos que permitieron que el dinero de los parados andaluces acabara en putas y cocaína, en la mejor tradición socialista. Génova tragó que Conde-Pumpido fuera presidente del tribunal y el exministro Campo, que había aprobado los indultos a Junqueras y el resto de la banda, magistrado.

De su breve paso por el ministerio queda para el recuerdo la afirmación de que España se encuentra en medio de una crisis constituyente. Campo lo dijo en junio de 2020, el mismo verano en que era fotografiado junto a Chaves (el bueno de Manolo) departiendo una agradable conversación a la orilla de una playa gaditana. Aquella instantánea en la que todo un ministro de Justicia charlaba amigablemente con un condenado de su propio partido, que parecía decirle qué hay de lo mío, anticipaba el futuro que hoy disfrutamos en forma de gran pacto de Estado. El ambiente a amnistía andaluza también comenzó a prepararlo Feijoo, que dijo sobre Griñán que no tenía ninguna intención de ver a un presidente del PSOE en la cárcel. Hasta ahí podía llegar la separación de poderes.

Por supuesto, el PP tampoco tiene un modelo territorial alternativo. Moreno Bonilla —corazón asín de ancho para menas y sindicatos— habla de patria andaluza mientras Feijoo considera que Cataluña y Galicia son naciones sin Estado. El PP, por más que saque a Ayuso a echar unas gotitas de patrioterismo en el mejunje bipartidista, jamás será un dique de contención cuando el PSOE y sus socios aceleren la ruptura hacia la balcanización. Entonces, por cierto, la monarquía tendrá dos opciones: resignarse al proceso que probablemente acabe desechándola o defender la unidad de España por encima del papel mojado que será el 78.

Los aspavientos del último pleno sepultan otra cuestión nuclear: la relación del poder con los medios de comunicación. Sánchez prometió que luchará para que no haya partidos que compren líneas editoriales con dinero público y un minuto después anunció el reparto de 100 millones para la prensa. El PP, como bien sabe Losantos, no puede rechistar porque mete la mano en el mismo pastel estatal del que comen sus locutores y juntaletras.

El proceso de asimilación PP-PSOE en un mismo corpus ideológico ha sido lento pero inexorable y desde los atentados de Atocha el consenso es total: ideología de género, sumisión a Bruselas, aumento de la deuda pública, destrucción de la industria autóctona, regularización de la inmigración ilegal, corrupción masiva, negociación con ETA e inclusión en las instituciones, cesiones al separatismo con los estatutos de autonomía de segunda generación, politización de la Justicia y aniquilación de cualquier reacción o movimiento de carácter nacional.

Amnistiado el socialismo andaluz, la corrupción política es un medio válido de actuación de los poderes públicos, sostiene uno de los cuatro magistrados del TC que se ha opuesto a exonerar la malversación de Griñán. La misma clarividencia tuvo la juez Mercedes Alaya cuando denunció que PP y PSOE la apartaron de las macrocausas por miedo a que siguiera investigando los cursos de formación y descubriera que la metástasis se extendía a otras autonomías. Hedor a régimen putrefacto.

Fuente: La gaceta de la Iberosfera

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