JAVIER TORRES,
Suenan campanas de moción de censura en la calle Génova si la urgencia nacional, que igual vale para manifestarse contra la amnistía que para repartirse los jueces, sigue latente. Quizá el anuncio sea en septiembre, que es cuando Feijoo aborda la crisis con sus presidentes autonómicos para acabar con la desigualdad entre españoles. La lingüística en Galicia, vuelva usted mañana.
Sería la tercera moción contra Sánchez. En las dos anteriores, ambas de VOX, el PP y su adiposo cinturón mediático explicaron que no había motivos para presentarla y nos enseñaron a sumar porque no daban los números, dijeron que era una investidura ociosa, un ejercicio de autobombo, pura propaganda y, sobre todo, un gran balón de oxígeno para el PSOE. Los más entregados a la causa escribieron cosas que obligarían a recuperar los dos rombos de TVE. De la primera —no es broma— aseguraron que el bueno de Casado saldría más líder de la oposición.
En la segunda moción, la de Ramón Tamames, algunos periodistas de la izquierda errejonista de los cuidados, la salud mental y los aplausos a nuestros sanitarios, se reían a mandíbula batiente del orador de 90 años en la sala del Congreso donde la prensa sigue los plenos. A Tamames no pudieron llamarle facha, así que la derecha ayuso-losantiana le acusó de comunista y prorruso por su inolvidable retrato de la angloesfera. Tamames dijo cosas que escandalizaron a quienes dedican plazas a Thatcher en el centro de Madrid: la leyenda negra la han hecho los imperios más despóticos como el británico, la compañía de las Indias orientales desindustrializó la India para poner las fábricas en Manchester, Churchill dijo de los bengalíes que les diera de comer Ghandi…
Todo aquello fue una pérdida de tiempo. La moción fetén, que será bendecida por los monaguillos habituales (algunos grandes amigos de Zapatero), no hablará de batallas culturales ni será polarizadora. Distinguirá muy bien entre sanchismo (el gran problema) y el PSOE (la solución), el PSOE bueno de toda la vida que ansiamos de vuelta (Moreno Bonilla) o cuyos presidentes corruptos no deben ir a la cárcel (Feijoo). Sencillamente deben abandonar el poder y dejarlo en manos de la gente seria, gestora y moderada.
Para esta tarea sobran perfiles en las tropas peperas, pero ninguno es tan adecuado como Borja Sémper, que tenderá la mano a la buena gente socialista. Todos pensamos en Page, lástima que no sea diputado y no pueda votar, pero su papel es otro, muchísimo más importante: servir de coartada a Sánchez y Feijoo.
La política internacional será cosa de Esteban González (Gazprom), que nos alertará del peligro ruso y recordará que doña Úrsula es del PP europeo y preside la comisión mientras en el parlamento populares, socialistas y verdes mantienen la coalición. Von der Leyen promovió el Pacto Verde, el migratorio (230.000 ilegales entraron en España bajo su mandato) y el ataque contra la industria del automóvil. Nuestro país, dato irrelevante para quienes prometen la desaparición de playas en 2030, es el segundo productor de coches de combustión del continente. Hasta ahí Europa.
Es probable que la moción se debata antes de las elecciones en Estados Unidos y conviene posicionarse en el lado correcto de la historia. Doña Cuca, como antes Irene Montero, ve un referente en Kamala, que ha revolucionado la política porque «normalmente en las crisis aparece una mujer con fuerza». El trumpismo no sucumbió a Hillary ni tampoco a las balas, veremos si a Gamarra.
Claro que para que la moción salga adelante necesitaría algo más que los sucios votos de VOX. Algo que homologue y centre a don Alberto: Puigdemont. Que el PP rechazara la amnistía no es problema para retomar los contactos con la banda separatista (la de Junts, no el movimiento vasco de liberación de Aznar). No menospreciemos la versatilidad de Aznar, que logró el sincretismo Atlántico-Mediterráneo hablando spanglish cuando ponía los pies encima de la mesa en el rancho de Bush y catalán en la intimidad con Pujol, con el que intercambió aulas por la Moncloa. Habrá quien vea contradictorio presentar una moción, clamar contra el cupo catalán y negociar con el prófugo. Peores cosas hemos visto y, aunque digan que Sánchez ha sido el primero en vender lo más sagrado —la unidad nacional—, con ellos, la ilustre peperada, lo peor está siempre por llegar.