sábado, diciembre 28, 2024
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¿Perdurará el acuerdo comercial EEUU-China?

Lo que fue un secreto después de la pandemia, ya no lo es. Washington le ha declarado la guerra económica y política a China tras el desastroso impacto del COVID-19 en Estados Unidos, el más afectado en el mundo. ¿A qué nivel llegará? Nadie pudiera predecirlo.
Unos 50 o 60 años atrás se podía pronosticar que una escalada de tensión como la actual entre EEUU y China sería el cultivo perfecto para un enfrentamiento militar. Hoy, los obstáculos, los intereses, las consecuencias y la correlación de fuerzas en el planeta impiden –por suerte para todos- que se desate un conflicto bélico de incomparable magnitud.

A pesar de que China se ha convertido en el segundo imperio militar del mundo por encima de Rusia, el control de la tecnología, las comunicaciones, el espacio orbital de la Tierra y un avance acelerado del poder armamentista de EEUU también frenan las posibles intenciones beligerantes del Partido Comunista de China.
China no ha perdido tiempo, pero sí perdió su “supuesta humildad” frente a EEUU, la humildad que mostró después de 1979 para que el gobierno estadounidense fortaleciera sus relaciones diplomáticas e inversiones en el país asiático, que implementó mecanismos de mercado con el fin de estimular la entrada masiva de capital foráneo.
Por ese entonces la llamada Revolución Cultural China no había podido vencer la hambruna de casi 300 millones de personas y sufría las consecuencias del sistema económico disfuncional socialista.

La guerra comercial

Durante casi dos años, EEUU y China se enfrentaron en una guerra comercial por los aranceles, que afectó al resto del mundo y que terminó con un acuerdo bilateral a mediados de enero del 2020.
Las acusaciones de varios países contra el régimen de Pekín respecto a su responsabilidad sobre el virus han acrecentado las posibilidades de la ruptura de ese pacto comercial, que fijó un eje central más equitativo sobre todo para EEUU que exigía más beneficios para los productos estadounidenses y mejores aranceles en las importaciones y exportaciones.
China es hoy el mayor acreedor extranjero de Norteamérica. La relación chino-americana ha sido descrita por varios líderes mundiales y académicos como la relación bilateral más importante del mundo en el siglo XXI.
La brecha comercial ofrecida por EEUU al régimen asiático le abrió las puertas a lo que el Partido Comunista planificó durante décadas, tras el histórico desplome del campo socialista en Europa del Este.
Politólogos, presidentes y personalidades en el mundo comentaron estupefactos el fin de la era del socialismo. Sin que se desatara una tercera guerra con millones de muertes que lamentar.

La ideología Maoista

China, el mayor y màs poderoso sobreviviente de esa ideología; envuelta en su desarrollo económico y aliado al mundo occidental, parecía a la vista de muchos haber aprendido la lección para enfilarse definitivamente hacia el capitalismo moderno. Sin embargo, tales afirmaciones -aparentemente hoy- resultan falsas.
Lo que en realidad buscaba China era oxigenar y fortalecer su régimen… y lo logró. Logró con la llamada globalización hacer dependientes a ella a casi todas las potencias económicas del mundo en diferentes sectores fundamentales y en materias primas industriales.
China en ningún momento abandonó su plataforma política, por el contrario, la aseguró con métodos capitalistas y un comercio mundial a su favor, sin restarle trascendencia a su ambición de destronar a EEUU como líder mundial y primera potencia económica.
El plan de penetrar a Washington no solo cuenta con ribetes comerciales, sino ideológicos. China ha incrementado sus actividades de espionaje en territorio estadounidense utilizando como base las investigaciones científicas, la tecnología y las universidades norteamericanas.

Espionaje de China

En los últimos meses, la Casa Blanca ha demostrado con los arrestos de varios espías que las intenciones de Pekín no son ni ingenuas ni de buena voluntad comercial.
El director nacional de Inteligencia de EEUU, John Ratcliffe, dijo a Fox News que «China representa una mayor amenaza para la seguridad nacional que cualquier otra nación».
El 14 de agosto, en el más reciente caso de espionaje revelado, el Buró Federal de Investigaciones (FBI) arrestó al doble agente Andrew Yuk Ching Ma, un ex oficial de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y del FBI, quien admitió sus actividades de espionaje y de revelar secretos del gobierno de EEUU a China, durante más de una década en diferentes posiciones de alto rango.
Ma, de 67 años, ciudadano estadounidense naturalizado en Hong Kong, trabajó para la CIA con una autorización de seguridad de alto nivel desde 1982 hasta 1989.
El gigante chino de comunicaciones Huawei fue declarado por los servicios de inteligencia norteamericanos como una amenaza real para la seguridad nacional, junto a otras grandes compañías asiáticas, entre las que se incluyen Tik Tok.
En mayo, Washington impuso sanciones para bloquear el acceso de Huawei a componentes electrónicos esenciales estadounidenses en el uso de las redes 5G, sanciones respaldadas por el Reino Unido, India, Israel y otros países aliados.
El miércoles 26 de agosto, la Casa Blanca anunció severas restricciones a 24 grandes empresas chinas y personas vinculadas a ellas por las construcciones militares en el Mar de la China Meridional, con el objetivo de apoderarse de esa zona, militarizarla y despojar de derechos internacionales a sus vecinos, además de causar devastación ambiental. Al siguiente día, el Pentágono acusó al régimen maoista de desestabilizar la región meridional, tras lanzamiento de misiles. «Realizar ejercicios militares en el mar de China Meridional tiene un efecto contrario al apaciguamiento de las tensiones», dijo el Pentágono en un comunicado.

El proyecto comunista

Como parte de su expansión ideológica por el mundo y su penetración en EEUU, el régimen comunista chino abrió 75 «institutos Confucius» en Norteamérica para que los estadounidenses aprendieran el mandarín y la cultura del país. De esa cifra, solo 10 están ubicados fuera de las universidades estadounidenses, lo cual indica dónde se encuentra el foco central de la inteligencia china.
Existen, además, diseminadas por todo el país 500 aulas, desde kindergarten (enseñanza preescolar) hasta 12mo grado, afiliadas al Instituto Confucius o Confucio.
“La República Popular de China se ha aprovechado de la apertura de Estados Unidos para emprender esfuerzos de propaganda a gran escala, bien financiados y en operaciones de influencia en este país”, señaló el secretario de Estado, Mike Pompeo.
Por su parte, el senador por Nebraska, Ben Sasse, dijo que los Institutos Confucio se han convertido en una parte importante de la vida universitaria en todo el país, pero detrás de las actividades con estudiantes y los programas de idiomas, los institutos “tienen dos objetivos centrales más perversos: diseminar propaganda comunista y espiar o captar a los estudiantes chinos en el mundo libre”.
“La diplomacia pública de Pekín depende de esos puestos de avanzada comunista, así que deberían ser obligados a registrarse como misiones extranjeras”, añadió Sasse. “Enseñar mandarín en los institutos en universidades es solamente una cobertura para el espionaje del Partido Comunista de China”.
El gobierno del presidente Donald Trump designó al Instituto Confucio en Estados Unidos como una misión extranjera del Partido Comunista de China.
La red Confucio es vista por muchos analistas como un Caballo de Troya del régimen chino. Desde que se abrió el primer instituto en Seúl en el 2004, china ha extendido estos centros de supuesta enseñanza del mandarín a más de 500 ciudades en 140 países.
Marshall Sahlins, profesor emérito de la Universidad de Chicago, calificó en el 2013 a los institutos Confucio como el «virus» del gobierno chino para penetrar su ideología en las principales universidades de todo el mundo.
No es casual que esos centros fueron cerrados en Chicago y Pennsylvania, tras varios casos vinculados a rastreos de inteligencia.

Se incrementa la tensión

La pandemia del coronavirus, propagada desde China y su histórico impacto mundial, se ha sumado a las innumerables sospechas sobre peligrosas y nefastas intenciones de China y su sistema comunista.
Por todo lo anterior, el presidente Donald Trump ha respondido con vehemencia en los últimos meses a la guerra suspicaz e intensa que Pekín abrió tras la caída del campo socialista en Europa del Este contra el mundo capitalista occidental.
China está en todas partes del planeta, hasta en la guerra silenciosa entre las grandes potencias por las vías marítimas del Ártico, una disputa que rediseñaría el comercio mundial.
El régimen del Partido Comunista de China no busca presencia, quiere la hegemonía y el poder de EEUU, desea implantar su ideología (la de Mao Tse Tung). Durante la administración de Barack Obama, ese plan avanzó rápidamente en EEUU, pero Trump no solo lo ha frenado, sino que lo ha revertido.

El nuevo acuerdo

A pesar de que el acuerdo comercial firmado a mediados de enero de este año entre EEUU y China permanece vigente, la pregunta es: ¿ hasta cuándo?
Según el pacto bilateral, el más importante del orbe, China se comprometía a comprar productos y servicios estadounidenses durante dos años por un valor de 200.000 millones de dólares adicionales al comercio regular, mientras que Washington aceptaba suspender cualquier aumento de los aranceles a productos pekineses.
A finales de junio, Pekín había realizado menos de la mitad (46%) de las compras esperadas en ese momento, según datos del Peterson Institute for International Economics (PIIE).
Sin embargo, China, donde surgió el brote de SARS-COVID-2 o COVID-19 (supuestamente a finales del 2019), registró en mayo una subida de más del 7% de sus exportaciones totales, la más fuerte desde principios de año, y un nuevo aumento de su superávit comercial con Estados Unidos, de más de 32.000 millones de dólares.
El convenio, que debe revisarse cada 6 meses, se hizo en esta ocasión por la pandemia mediante una teleconferencia en la que participó también el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin.
El representante estadounidense del comercio indicó que ambas partes «discutieron los pasos que China ha dado para efectuar los cambios estructurales» requeridos por el acuerdo.
Estas medidas buscan garantizar una mayor protección de los derechos humanos y de la propiedad intelectual, la eliminación de barreras a las empresas estadounidenses de servicios financieros y agricultura y eliminar la transferencia forzada de tecnología.
«Las partes también discutieron el aumento significativo en las compras de productos estadounidenses por parte de China, así como las acciones futuras necesarias para desarrollar el acuerdo», agregó la Casa Blanca.
Entre el impacto brutal de la pandemia originada en Wuhan, el incremento del espionaje y la pugna por dominar las comunicaciones y la tecnología, además de otros asuntos clave para ambas naciones, es poco probable que las tensiones bajen y mucho menos que el presidente Trump perdone el interés de China de pautar un nuevo orden internacional, por lo que el reciente acuerdo comercial logrado entre EEUU y China pudiera tener una vida limitada.
Fuente: Diario las Américas

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