El presidente de Colombia, Gustavo Petro, llega este 7 de agosto a la mitad de su mandato con escándalos de corrupción, el impulso a polémicas reformas que le han servido para desempolvar la iniciativa de una constituyente que juró en campaña no convocar y el fantasma de la reelección –prohibida por la Constitución– que sus más cercanos colaboradores promueven mientras las comparaciones con el fallecido Hugo Chávez y su heredero Nicolás Maduro son inevitables, ante su silencio cómplice frente a la grave crisis que atraviesa la vecina Venezuela como consecuencia del fraude comprobado en las elecciones del 28 de julio con el que su aliado de Caracas pretende aferrarse al poder con una brutal represión y persecución a la población.
Su constante impuntualidad, los roces diplomáticos por razones ideológicas y la tendencia a ignorar opiniones contrarias a sus ideas han marcado la pauta de su gestión que ha pretendido manejar desde la red social X. A sus debates encendidos en esta plataforma con el presidente salvadoreño Nayib Bukele, los cruces de palabras con el mandatario argentino Javier Milei y hasta reclamos del gobierno aliado de Gabriel Boric en Chile por sus constantes alusiones a Pinochet que no vienen al caso, se ha sumado la ruptura de relaciones con Israel por el conflicto en la Franja de Gaza tras el ataque del grupo terrorista Hamás a territorio israelí, debido a la vehemente defensa de Petro a la causa palestina sin cuestionar a los extremistas islámicos.
Un cómplice de Maduro
Sin embargo, cuando se trata de Venezuela sí hace gala de su escasa y conveniente cautela para no incomodar al dictador que le ha servido de mediador para sus estériles negociaciones de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Incluso este domingo ha circulado un comunicado en el que los integrantes de esta narcoguerrilla dicen estar “preparados y dispuestos a apoyar la defensa del triunfo de Nicolás Maduro con el poder de las armas si fuera necesario”. Aunque la delegación del ELN desmiente esta información, Petro una vez más guarda silencio al respecto.
El fraude cometido por Maduro en complicidad con el Consejo Nacional Electoral (CNE) bajo su total dominio ha sido comprobado por el Centro Carter –observador internacional invitado por el propio organismo electoral– así como también por la Misión de Observación Electoral (MOE) de Colombia y por la agencia de noticias Associated Press (AP), que realizó un detallado trabajo de verificación de cada una de las actas presentadas por la oposición. Mientras tanto, Gustavo Petro ha bajado el tono de su reclamo, pues inicialmente pidió a las autoridades venezolanas presentar las actas que –según demandaba– debían ser evaluadas por un veedor internacional imparcial, pero luego en coordinación con sus homólogos de Brasil y México, Luiz Inació Lula da Silva y Andrés Manuel López Obrador, respectivamente, ahora eliminó de su discurso el adjetivo de “internacional” para abrir la puerta a respaldar una írrita y extralimitada sentencia con la que el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) que responde a los intereses de Maduro pretende “certificar” la elección.
Esta postura cómplice de Gustavo Petro con la dictadura chavista enciende las alarmas en Colombia ante la posibilidad de que pretenda seguir los pasos de Nicolás Maduro que se evidencia con lo que dice y lo que calla. Por ejemplo, mientras el mandatario colombiano publica frecuentemente imágenes de los muertos en Gaza y hace constantes alusiones al nazismo para atacar al primer ministro israelí o a los presidentes de El Salvador y Argentina, nada muestra sobre los muertos, heridos, torturados y desaparecidos por la tiranía de Maduro en Venezuela que simplemente se manifiestan en las calles contra un descarado fraude, ni de la persecución emprendida por el régimen contra la población que, de acuerdo con el fiscal chavista Tarek William Saab, sirve para “depurar a la sociedad” y según las confesiones de Maduro buscará “reeducarlos” en dos cárceles de máxima seguridad, lo que sí recuerda claramente a la Alemania nazi.
Petro, en la mitad de su mandato y en busca de más
Y mientras Petro llega a la mitad de su mandato dándole tiempo a su aliado Maduro para perpetuarse por la fuerza en el poder, sus más cercanos colaboradores avanzan con la promoción de una reelección que no está en la Constitución colombiana, demostrando la clara intención de seguir los pasos del chavismo. Fue así como este sábado la senadora del Pacto Histórico, Isabel Zuleta, evidenció que está en una cruzada en busca de atajos jurídicos para reactivar la reelección en Colombia antes de las elecciones de 2026. “Hoy en #Cartagena encontramos el apoyo a la reelección presidencial de la Asociación Departamental Campesinos de Bolívar. Así sondeamos el verdadero clamor popular”, escribió en su cuenta de X para acompañar un video del evento.
Pero no es la primera vez que Zuleta promueve la extensión del mandato de Gustavo Petro. Hace menos de un mes confesó en una entrevista con la emisora W Radio que presentaría este proyecto al Congreso en la nueva legislatura que comenzó el 20 de julio. Y a finales de mayo había admitido en un debate en el canal Cablenoticias que en el oficialismo no descartan que la constituyente que está promoviendo Petro sirva para establecer la reelección y así extender su permanencia en el poder. “Nosotros sí queremos una reelección. Y lo decimos de frente y lo estamos promoviendo”, dijo sin sonrojarse en ese momento.
Corrupción por debajo de la alfombra
Si bien no es el propio Gustavo Petro el que promueve su reelección, no es casualidad que lo haga una de sus aliadas más cercanas, quien muy probablemente está midiendo el apoyo a esta iniciativa en las bases del petrismo, a pesar de los casos de corrupción que hoy enfrenta el gobierno como el presunto uso de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) para pagar coimas a congresistas.
Tampoco se puede olvidar el escándalo que debió enfrentar el gobierno de Petro en la primera mitad de su mandato protagonizado por la entonces jefa del Despacho de la Presidencia, Laura Sarabia, con el caso de su niñera, Marelbys Meza. Pero después de deshacerse de varios ministros que no han sido leales a sus órdenes, el mandatario colombiano mantiene a Sarabia en el gobierno, ahora en el cargo de directora del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República (Dapre), desde donde se ha convertido en la mano derecha del presidente y práctica en la mujer más poderosa del país.