Hace ya 28 años que José Carlos Almeida vive en la periferia de Aracaju, en el noreste de Brasil. Cuenta que prácticamente fundó el lugar. Algunos lo llaman Japãozinho, otros Ponta da Asa y otros Barrio Santo Antonio. Allí viven unas 1.100 personas, familias pobres que subsisten gracias a la pesca o trabajando de porteadores. Y muchos de ellos viven de la «Bolsa Familia», el programa social más importante del país. Es ese dinero lo que anima el comercio en el barrio, dice Almeida.
Pero, últimamente, cada vez son más los habitantes expulsados del programa. «Muchas madres ya no llevan a sus hijos al colegio porque a menudo no hay almuerzo. Otros sencillamente no tienen zapatos, y al colegio no se puede ir descalzo. Desgraciadamente este es un barrio pobre», lamenta Almeida. Pero faltar al colegio, así como no tener todas las vacunas en orden, llevan a estas suspensiones por parte de las autoridades. Una vez que la situación se normaliza, pueden volver a tener acceso a la ayuda familiar. Teóricamente. Pero no siempre es así.
28 euros para el hijo y la madre
Desde fuera, la pequeña vivienda de Vera Lúcia y su marido Ivan da Silva, situada frente a la de Almeida, es una obra en construcción. Antes trabajan cada día un poco en levantar su casa. Pero eso era hace diez años, cuando Ivan todavía tenía un trabajo regular y cotizaba en la seguridad social. Hace ya cuatro años que no lo hacen, porque sus empleos se han vuelto cada vez más escasos, dice. Cuando hace tres meses tuvo una hernia discal, ya no había subsidio de enfermedad. Ahora se dedica a vender de vez en cuando golosinas y otros snacks en la calle, relata el hombre de 47 años.
Antes, además, la familia recibía el dinero de la Bolsa Familia por sus cuatro hijos. Ahora solo el más pequeño es beneficiario. Por eso, desde hace un año Vera Lúcia va mensualmente a servicios sociales. A ella y a su hijo les corresponderían exactamente 28 euros, explica. No obstante, las autoridades le dicen que no puede recibir la Bolsa Familia. Ella no sabe por qué. Tampoco se lo supieron aclarar. Quizás cambie la cosa dentro de poco, dice Ivan. Está previsto que pronto haya elecciones municipales. «Estamos en manos de los poderosos; para que esto mejore, son ellos los que tienen que tomar medidas».
El programa entra en la campaña electoral
«El gran problema es que todos los gobiernos han abusado electoralmente de la Bolsa Familia», dice a DW el economista Marcelo Neri, quien dirige el Instituto FGV Social en Río de Janeiro. EL FGV calcula que alrededor de 900.000 personas perdieron acceso al programa en 2019 y que hay una lista de espera de entre 500.000 y un millón de personas que deberían formar parte de él.
La mayoría de los casos se ubican en el noreste, especialmente pobre, de ahí la dependencia de este programa social. También es la región más encariñada con el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien puso en marcha en 2004 esta política de lucha contra la pobreza pionera en todo el mundo. Ello a pesar de la media docena de procesos por corrupción que enfrenta el exmandatario. En Ponta da Asa se dice que Lula ha sido sin duda el mejor presidente del país.
El actualmente presidente brasileño, el populista de derecha Jais Messias Bolsonaro, amenazó con suprimir Bolsa Familia. Pero desde que asumió el cargo en enero de 2019 ha aprendido a apreciarlo. En la práctica, uno de cada cuatro brasileños recibe dinero de Bolsa Familia, con lo que la simpatía hacia el gobierno está estrechamente vinculada.
Así, Bolsonaro introdujo el año pasada una decimotercera paga mensual para los beneficiarios. Lo que no está claro aún es si se seguirá pagando en los próximos años. En el contexto brasileño, esto significa que Bolsonaro aspira a ganarse a los votantes de Lula. Sin embargo, la larga lista de espera podría ser un indicio de que Bolsonaro quiere hacer modificaciones en el diseño del programa y dejar su propia impronta. ¿Quizás un cambio de nombre? Las señales no son todavía claras, dice Neri.
Casos de fraude, también en la esfera política
Al mismo tiempo, la llegada de Bolsonaro ha significado el endurecimiento de los controles y cientos de miles de beneficiarios han perdido el acceso por fraude o imprecisiones en su registro. José Carlos Almeida subraya que estos engaños no solo se producen entre la población con menos recursos. Hay casos de políticos que habían inscrito a todos sus familiares, pese a estar empleados.
Muchos culpan a Bolsonaro, pero Neri recuerda que los problemas de Bolsa Familia empezaron antes. Ya desde 2015 empezaron los ajustes y se congelaron las cantidades para no actualizarlas con la inflación. Excepto en el año de las elecciones. «En estos cinco años se ha llevado a cabo una congelación presupuestaria a costa de los más pobres».
El resultado: la pobreza extrema, que cayó durante la época de Lula, vuelve a crecer. Entre 2014 y 2018 aumentó un 67 por ciento. Para Neri es inconcebible que el programa no se reforzase durante los años de la crisis económica, de 2014 a 2018. Y es que Bolsa Familia sirve tanto para impulsar el crecimiento de la economía como para asegurar a los más pobres.
Aun así, ve motivos para que la situación del programa mejore pronto. En octubre se celebran elecciones municipales. Hasta la larga lista de espera podría guardar relación con esto: «Primero se le da a la gente la mala noticia de que han sido expulsados de Bolsa Familia, y luego la buena noticia de que han vuelto a ser admitidos. Así se pueden crear mensajes positivos de la nada».
Fuente: Dw