Nadie esgrime un motivo racional para defender el sistema electoral actual que es, realmente, indefendible. Los espacios políticos tradicionales suelen asegurar que la reforma es “una deuda de la democracia”. Sin embargo, cuando llegan al gobierno, posponen la modificación y siempre se sigue votando igual: con la enormidad de boletas en los cuartos oscuros de toda la Argentina.
¿Por qué? Simplemente porque, al ostentar el aparato del Estado, tienen la posibilidad de contar con una buena cantidad de fiscales que les permitan supervisar la elección. Aunque fue predecible que el peronismo no fomente el voto con boleta única de papel, hay que reconocer que cuando gobernó el macrismo tampoco lo hizo.
Con media sanción dormida desde la Cámara de Diputados, finalmente el Poder Ejecutivo de La Libertad Avanza se decidió por dar vuelta la página para que la BUP sea sancionada esta misma semana. En el marco de una entrevista radial con Luis Majul, el vicejefe de Gabinete, Lisandro Catalán, resaltó que el espacio de Javier Milei piensa impulsar la aprobación desde el gobierno. “Se nos dice que es raro que desde el oficialismo se lance la medida, pero si ganamos las elecciones queremos que sea porque la gente nos vota”, resaltó el funcionario que está conversando con los distintos bloques para garantizar la aprobación.
¿Qué modelo de dejaría atrás?
Con la aprobación de la iniciativa, la gente ya no encontraría en el cuarto oscuro una boleta para cada partido. Vería en el centro de votación una sola papeleta con todos los espacios políticos, para marcar con una X el espacio por el que desea votar, en cada categoría.
De esta manera, las agrupaciones dejarían de tener que fiscalizar durante toda la jornada cada mesa. El robo de boletas (uno de los fraudes más comunes con el sistema actual) queda descartado. Con participar solamente del conteo de votos es suficiente. Aquí, para perjudicar a un espacio, haría falta el acuerdo de todo el resto de los fiscales, algo mucho más complicado.
También se deja afuera el negocio de la política con las imprentas. Hasta este momento, el Estado le garantiza a cada frente y partido la impresión de boletas, como mínimo, para cubrir la totalidad de un padrón electoral. Por ejemplo, en la última edición de las primarias nacionales, la boleta de la candidatura presidencial de Andrés Passamonti de Unión del Centro Democrático, obtuvo 12.041 votos. Sin embargo, el Estado tuvo que garantizarle mínimamente la impresión de 35 millones y medio de boletas. Esto mismo se replica sistemáticamente con todos los espacios políticos en cada elección.
Más allá de ser un sistema más transparente, el ahorro que le generará a las arcas públicas a las cuentas del Estado en cada elección es más que considerable. Es llamativo que los bloques mayoritarios, que viven predicando la conciencia ecológica desde sus bancas, suspendieron la aprobación de esta ley que sí haría una contribución al cuidado del medio ambiente. El desperdicio de cientos de millones de boletas en cada elección era una aberración absolutamente injustificable desde todo punto de vista.
Todo indicaría que la normativa tendría que salir con el 100% de los votos positivos. Sin embargo, en Argentina nunca se sabe. ¿Cuál sería el argumento de un senador para manifestarse en contra de una cuestión que es de absoluto sentido común? Si el gobierno consigue los votos para la aprobación, probablemente los que se nieguen a modificar el sistema electoral terminen votando igualmente por la positiva, para no quedar expuestos ante la opinión pública.