domingo, diciembre 22, 2024
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Por fin una nueva derecha

HUGHES,

Las elecciones estadounidenses tenían dos contendientes y un calendario. Biden no se presentará y Trump salvó la vida de milagro. Queda por ver si algún asunto extraordinario alterará también la cita electoral.

Mientras tanto, y antes de centrar la mirada en el partido demócrata, convendría recalcar la importancia de la convención republicana.

Trump sale del atentado legitimado democráticamente. Es asombroso decirlo, incluso pensarlo, pero él mismo lo recalcó: «¿Que qué he hecho por la democracia? ¡Recibir una bala!».

Para no ponerse solemne, mesiánico en exceso y para demostrar que volvía el Trump de siempre, en el mitin siguiente alcanzó la cumbre de su humor con el fiuuu, la imitación del atentado en la que él era Bugs Bunny recibiendo un disparo de Bigotes Sam en Looney Tunes.

Además de un cierre de filas alrededor de Trump, la convención, especialmente la elección de J. D. Vance como vicepresidente, certificó que el Partido Republicano ya es suyo, que ha cambiado la conversación.

Con Vance se afianza el trumpismo. Una nueva derecha que podría quedar tras él. Cuando Trump irrumpió en 2016 tuvo que derrotar a una larga lista de candidatos relacionados con el viejo conservadurismo. Eso ha cambiado; es lo que va de Pence a Vance. Los republicanos pasan del intervencionismo militar en política exterior y del liberalismo dogmático en economía a una política influida por el aislacionismo y que se admite proteccionista.

No es tanto aislacionismo como una mirada más realista sobre el hegemón estadounidense que pone el énfasis en China y que en lo tocante a la economía se dirige al trabajador.

Se contempla la política arancelaria como instrumento para proteger el trabajo y la política industrial para incentivarlo. El poder público considera una prioridad quién produce qué. El líder sindicalista Sean O’Brien fue una de las estrellas de la convención con un mensaje de protección del trabajador frente al poder corporativo. Las rentas altas y las clases dirigentes votan demócrata, el Partido Republicano se ha convertido en el partido de los currantes.

Por ello sus mensajes (que llegan antes que las políticas) se dirigen al trabajo antes que al capital. No es solo America First, es también El Trabajador Primero. Y de ahí, del trabajador como base electoral, se deriva la política cultural, social, exterior y de inmigración. En esto último, Vance va más lejos de lo normal. No es duro sobre inmigración por seguridad o impacto en los salarios; llega a afirmar que el propósito de la inmigración descontrolada es transformar el censo electoral.

Vance es una reacción personal al contexto de depauperación laboral por las consecuencias de la globalización (fundamentalmente, las relaciones comerciales con China,) simbolizadas en el drama familiar de la droga.

Se convirtió al catolicismo y es, por supuesto, antiwoke, no renuncia a «lucha cultural», pero en esta convención se ha hablado menos de aborto o matrimonio homosexual. No es tanto una renuncia como una necesidad de enfocar otros lugares.

El Partido Republicano empieza a ser ya el de una nueva derecha: del intervencionismo militar a un realismo pacifista, y del trabajo barato al trabajador como centro (sujeto ancla, héroe nacional y civilizacional). Todas las políticas se orientan a esa figura: su poder adquisitivo, su seguridad, su estabilidad, su entorno social y familiar. El trabajador, por supuesto, necesita un lenguaje: directo, sencillo, patriótico y antielitista.

Esto luego se tiene que concretar. Trump necesitará un plan y un ejército de profesionales, aun puede volver a decepcionar, pero ya ha conseguido algo real, un triunfo visible, una nueva derecha que no es la del consenso conservador de posguerra. Vance sería el primer paso no trumpiano en esa dirección.

Fuente: La gaceta de la Iberosfera

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