Los datos de comercio exterior de los primeros cinco meses del año exhiben dos records llamativos: nunca en lo que va del siglo XXI las exportaciones argentinas dependieron tanto del sector agroexportador y nunca en lo que va del siglo XXI las exportaciones industriales representaron una proporción tan baja de las ventas externas.
Hay que remontarse a 1986, hace 34 años, precisa un informe de Marcelo Elizondo, especialista en comercio exterior y negocios internacionales, para encontrar que en igual período la suma de las ventas al exterior de “Productos Primeros” (PP) y “Manufacturas de Origen Agropecuario” (MOA) supere el 71% que alcanzó en los primeros cinco meses de 2020. Esos dos rubros conforman el sector “agroexportador”, principal proveedor de divisas de la economía argentina a través de la venta de materias primas de la agricultura, ganadería, pesca y frutihorticultura, o de bienes (en especial, alimentos) elaborados a partir de esas actividades.
Además, nota el trabajo de Elizondo, hay que remontarse 29 años, a 1991, para encontrar un enero-mayo en el que las ventas al exterior de “Manufacturas de Origen Industrial” (MOI) haya sido igual de baja (22%) que en igual lapso de 2020.
Datos vs relatos
La doble constatación pone en entredicho el discurso industrialista y usualmente derogatorio de las “actividades primarias” que sostienen a la economía argentina. De hecho, en una entrevista con el diario británico Financial Times, publicada este domingo, el presidente Alberto Fernández reiteró que “reconstruirá” la economía argentina “reindustrializándola y sustituyendo importaciones por producción nacional”.
Los hallazgos de Elizondo chocan también con algunos desarrollos de este año, como el intento del gobierno de intervenir y expropiar Vicentin (cuarta agroexportadora del país), alterando su concurso de acreedores, los bloqueos en Chubut, que derivaron en la pérdida de más de 500 toneladas de langostinos (principal exportación del sector pesquero, con poco menos de USD 1.000 millones anuales), las decenas y decenas de roturas de silobolsas en que los chacareros guardan su cosecha y, en general, la tensa relación del gobierno con el campo, que llegó al punto de un paro de comercialización del agro en los días previos al inicio la cuarentena impuesta para contener la pandemia de coronavirus.
Por cierto, el comercio está cayendo en todo el mundo, debido a la pandemia y los cierres y limitaciones de actividad. Según Unctad, una agencia de la ONU, cita Elizondo, en el primer cuatrimestre del año el comercio internacional cayó 5% y en el segundo se estima que caerá 27%.
En ese contexto, las exportaciones argentinas (a mayo) cayeron 11%, pero el valor las colocaciones de productos primarios –a pesar de la caída de los precios internacionales- aumentó 8,8% y si bien el de las Manufacturas de Origen Agropecuario cayó 8%, mucho más retrocedieron las colocaciones de las Manufacturas de Origen Industrial (32%) y de Combustibles y Energía (23,9%).
De este modo, “las agroexportaciones se han convertido en el gran proveedor de dólares en la Argentina”, más aún si se tiene en cuenta que “son un rubro superavitario en la balanza intra-sector”, dice un pasaje del informe. Es decir, el único sector que provee a la economía más divisas (en rigor, muchas más) de las que demanda para funcionar.
La pandemia y sus efectos, concluye Elizondo, “han afectado el funcionamiento normal de los mercados comerciales en el planeta, pero también la capacidad productiva de Argentina en la agroproducción le ha permitido reaccionar y actuar en este contexto. Queda hacia adelante una matriz crecientemente agro-referida en materia de oferta comercial externa, aun luego de recuperada cierta normalidad internacional esperable en los próximos meses”.
Para hacer valer ese protagonismo, recientemente 42 entidades conformaron el “Concejo Agroindustrial Argentino” y presentaron un “Proyecto de ley de Desarrolllo Agroindustrial Exportador, con inclusión social y federal” en el que se proponen aumentar en USD 16.000 las exportaciones agroindustriales de aquí al 2025, pero piden también que el proyecto, que debería ser discutido y eventualmente hecho ley por el Congreso, les otorgue un horizonte “estabilidad fiscal y financiera de 10 años” para “consolidar a la Argentina como líder en el comercio internacional de alimentos”.La cuestión debe leerse también en clave de política a secas, habida cuenta del malestar de la vicepresidente Cristina Kirchner con la decisión del presidente Alberto Fernández de invitar y poner en primer plano, en su mensaje del 9 de Julio, a representantes de las entidades de la producción, incluido el presidente de la Sociedad Rural Argentina, Daniel Pelegrina.
Más allá de los discursos, en la Casa Rosada saben quiénes aportan las divisas que le ponen un piso a la crisis económica del país.